POR PRINCIPIOS Y DERECHOS, NO al EDADISMO

POR PRINCIPIOS Y DERECHOS, NO al EDADISMO

Autora: Ana Esteban, presidenta de Solidaridad Intergeneracional

La sociedad que nos vio nacer se transforma como nuestra propia vida, paso a paso, sin prisa pero sin pausa. Si bien es cierto que la vida vista desde un lugar privilegiado como es nuestro país, a pesar de las dificultades actuales, es una gran fortuna, aunque esta no alcanza a todos por igual. Estamos en el pódium mundial de la revolución de la longevidad. La mayoría de los nacidos en el Siglo XXI vivirán 100 años.

Más de 600 millones de personas en el mundo cuentan con más de 60 años en la actualidad y se prevé que en menos de 30 años, en 2050 se alcanzarán los 2.000 millones. Nada menos que el 33% de la población. Estás circunstancias demográficas nunca se habían conocido antes y por ello es un gran reto social y económico al que hay que dar respuestas innovadoras y acertadas y es también una gran oportunidad para disfrutar del gran logro humano que es vivir hasta alcanzar el límite de la longevidad de nuestra especie, 120 años.

Queremos vivir esos años y vivirlos con buena salud, participando, decidiendo, aportando, siendo protagonistas de nuestra vida y de nuestras circunstancias, vivir en nuestro hogar, comprometidos con el planeta y con las nuevas generaciones, pero ¿porque será que no queremos envejecer? Queremos vivir, incluso cumplir años, pero sin envejecer. Nos gusta que nos digan que parecemos más jóvenes, que no pasan los años por nuestros cuerpos y la edad a las mujeres no se le pregunta, es de mala educación decían nuestras abuelas. No queremos ser viejos o viejas, porque tenemos en nuestra memoria una imagen negativa desde tiempos inmemoriales de esa franja de edad que abarca más de 20 años. Creemos sin pensarlo que todas esas personas son inactivas, enfermas, una carga social, un gasto de cuidados, pensiones y salud… Y claro, quién quiere ser todo eso. Estamos llenos de estereotipos (cómo pensamos) que transformamos en prejuicios (como nos sentimos) que nos llevan a la discriminación por tener una determinada edad. A esto se le llama edadismo. Es la tercera causa de discriminación mundial y no solo afecta a las personas de más edad, también discrimina a los jóvenes, por considerarles inmaduros, imberbes, impredecibles, etc. Esta forma de discriminación la ejercemos todos. La hemos naturalizado, lo hacemos sin darnos cuenta. Hablamos de nuestros mayores, o abuelos como si los 9 millones de personas que están en esa franja de edad tuviesen unas características identitarias, que precisen una determina protección, cuando la diversidad es la realidad. Solo 800 mil personas mayores en España son dependientes, igual que existen en otras edades.

Este Siglo es el de la revolución de la longevidad y los cambios que se avecinan serán profundos, como lo fue la llegada de la generación del baby boom -la más numerosa en España- que transformó las estructuras del país a medida que iba creciendo: nuevas escuelas, institutos, universidades, desempleo, y ahora con la llegada a la jubilación de esa generación, la reforma de las pensiones, la promoción de la salud y la cronicidad de las enfermedades, el sistema de cuidados profesionales, el envejecimiento activo y saludable, los derechos de las personas mayores, los principios rectores de las políticas sociales, la participación, el aprendizaje a lo largo de la vida, las ciudades y pueblos amigables con las personas de edad, los derechos de las personas con discapacidad -mayoritariamente personas mayores-, la regulación del final de la vida y nuestro derecho a testar libremente, que solo en algunas CC.AA. es posible, discriminándonos al resto.

El edadismo existe en nuestras instituciones, en nuestro ordenamiento jurídico, por ejemplo obligando a jubilarse a una determinada edad; o bien a partir de cierta edad no indicar fecha de caducidad en el DNI que impide la gestión de un viaje de forma electrónica; o bien no favorecer la participación de las personas mayores de 70 años en las mesas electorales; o como ha ocurrido durante la pandemia con el triaje (orden de prioridad) para ser atendido en la UCI, donde las personas con una determinada edad se quedaron fuera y fallecieron. En los ERTES las personas de más edad son las primeras de la lista, como también son los excluidos en los seguros médicos o para la obtención de un crédito bancario. También es edadismo no facilitar el acceso a la formación de las TICs imprescindibles en la sociedad actual, o al asistente personal para vivir en el propio hogar. También con mucho cariño se impide o condicionan las decisiones sobre la propia vida de las personas de edad. Todos ellos son derechos humanos a los que no renunciaremos y trabajaremos por una sociedad sin edadismo, con perspectiva de edad, de género y de medio rural.

La discriminación por edad o edadismo, es la estereotipificación y discriminación contra personas o colectivos por motivo de edad.



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