21 Feb Los sénior son conscientes de la importancia de una vida activa para una longevidad sana.
Tres de cada cuatro realizan acciones positivas para su salud de forma habitual.
Pablo Recio
Los sénior hacen cada vez más por poder envejecer con buena salud. Y es que la ciencia, concretamente, la medicina preventiva, ha demostrado que seguir unos determinados hábitos y reducir actividades nocivas permiten tener más posibilidades de disfrutar de una longevidad sana; y parece que las personas de más de 55 años han tomado buena nota de ello.
Según se desprende del III Barómetro del Consumidor Sénior, elaborado por el Centro de Investigación Ageingnomics (@FM_Ageingnomics) de Fundación MAPFRE (@fmapfre), en colaboración con Google (@Google), el 56% realiza algún tipo de ejercicio físico habitualmente y el 72% cuida su alimentación. El estudio fue dirigido por el director del Centro de Investigación Ageingnomics, Juan Fernández Palacios, y por los investigadores y docentes Iñaki Ortega y Manuel Sevillano.
Además, según el Barómetro, cabe señalar que el 51% de los encuestados respeta las horas de sueño y evita el consumo excesivo de alcohol o de tabaco, el 61% pasa regularmente revisiones médicas, el 38% evita situaciones de estrés, el 30% cuida de su salud emocional y el 13% hace meditación. Otro dato que corrobora esta tesis es que «es un 3% más probable encontrar usuarios de Google mayores de 55 años interesados en hábitos de vida saludable».
El deporte, esencial para una longevidad sana
Así, de entre todos los hábitos saludables, uno de los que más se ha popularizado en los últimos años es la práctica de actividad física de forma regular como una herramienta para prevenir enfermedades y mejorar el bienestar físico y mental.
En sólo cinco años, desde 2015 a 2020, aumentó un 46% –del 26% al 38%– el número de sénior que practicaba algún tipo de ejercicio semanalmente, según datos del Consejo Superior de Deportes –Ministerio de Cultura y Deporte– recogidos en la Guía sobre deporte y envejecimiento activo. Vida activa, longevidad sana, publicada por Fundación MAPFRE (@fmapfre) y por su Centro de Investigación Ageingnomics (@FM_Ageingnomics), en colaboración con Patrocina un Deportista (@Patrocina1Depor).
Los deportes más populares, además de caminar varias veces a la semana –la actividad más común–, fueron la gimnasia suave, el senderismo, el ciclismo y la natación.
«Empezar a gestionar el envejecimiento no requiere de grandes inversiones, pero sí de un cambio de actitud», aseguró Julio Domingo Souto, director general de Fundación MAPFRE, durante la presentación de la guía, que contó con la participación de los medallistas olímpicos Theresa Zabel y Fermín Cacho. En concreto, puntualizó, «para poder disfrutar de la vejez en plenas facultades se hace imprescindible realizar ejercicio de forma rutinaria».
Prueba de este cambio de actitud, ejemplificó el CEO de Patrocina un Deportista, Julián Casas, es que durante la pandemia se dejó de practicar deporte. «Les dijimos que se cuidasen y que no saliesen, y es verdad que se salvaron, pero hubo una incidencia en el estado de salud muy fuerte. Muchas personas tomaron conciencia de la importancia del deporte”, aseguró.
Beneficios de la actividad física
Si este mayor interés por una actividad física se mantiene en el tiempo, probablemente, termine traduciéndose en un incremento de la esperanza de vida en buenas condiciones y en un retraso del posible desarrollo de cierto grado de dependencia, pese al envejecimiento. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), «las personas con un nivel insuficiente de actividad física tienen un riesgo de muerte entre un 20 y un 30% mayor, en comparación con quienes alcanzan un nivel suficiente».
La razón: el ejercicio tiene grandes beneficios para la población sénior a nivel cardiovascular, ya que mejora la resistencia del corazón, ayuda a captar oxígeno, regula la tensión arterial y aumenta la capacidad del bombeo de sangre, según recoge la Guía sobre deporte y envejecimiento activo. Vida activa, longevidad sana. También ayuda a prevenir la fragilidad, puesto que sirve para aumentar la masa y la potencia muscular y fortalece los huesos –menor riesgo de osteoporosis, reducción de caídas, mejora del equilibrio funcional…–, y sirve para regular el metabolismo, controlando la glucosa, mejorando la eficiencia energética del cuerpo y disminuyendo la grasa corporal.
Por último, esta práctica es imprescindible para intentar prevenir o retrasar el deterioro cognitivo y combatir la soledad no deseada, ya que fomenta la participación social –deporte en grupo–, la autonomía y el bienestar psicológico y reduce el estrés y la ansiedad, así como ayuda a combatir patologías como la depresión. Es más, hacer ejercicio de forma rutinaria sirve también, según se indica en la guía de Fundación MAPFRE, para mejorar la atención y la memoria.
Un deporte diferente para cada sénior
Eso sí, según estima la OMS y recoge la guía de Fundación MAPFRE, la práctica deportiva debe ser individualizada, puesto que no todos necesitan lo mismo ni tienen las mismas capacidades.
«Debemos asegurarnos de realizar una práctica adecuada a nuestras características personales para garantizar la obtención de dichos beneficios en nuestro organismo y que sea una actividad segura y saludable», indican.
Por esta razón, desde Fundación MAPFRE recomiendan hacerla de la mano de un experto. «Aunque el deporte no supervisado está muy generalizado, es siempre recomendable consultar y seguir las indicaciones de un profesional», afirman.
Deporte mínimo a la semana
Ya sea con asesoramiento o sin él, a nivel general, la OMS define cuatro tipos de actividades con beneficios para el colectivo sénior:
- Las aeróbicas moderadas: como caminar de 150 a 300 minutos semanales.
- Las aeróbicas intensas: como correr o la natación de 75 a 150 minutos semanales,
- Las de fortalecimiento muscular: como la gimnasia, al menos dos veces a la semana.
- Las multicompetente: deporte que implique fuerza, flexibilidad, coordinación y equilibrio.
Finalmente, la guía propone que, «al margen de las diferentes formas de práctica de actividad, es fundamental conseguir mantener hábitos de práctica diaria, es decir, incluir el deporte en nuestra rutina» y huir del sedentarismo. «No es suficiente con ‘moverse’, sino que debemos ser conscientes de los perjuicios que tiene el comportamiento sedentario en nuestra salud», aseguran.
Qué queda por hacer
Ahora bien, los autores de la guía entienden que aún queda mucho camino por recorrer para que todos los sénior adopten estos hábitos saludables –lo recomendable es que se mantengan durante toda la vida, desde pequeño a mayor– y que se promuevan correctamente desde las instituciones.
Según se desprende de un estudio incluido en la guía sobre deporte sénior –realizado en 100 ayuntamientos de toda España y promovido por Patrocina un Deportista–, las administraciones, y más en concreto los municipios, tendrían un papel muy importante que jugar en el favorecimiento de estas rutinas saludables.
No obstante, actualmente sólo el 10% de los mayores de 55 años estarían apuntados a algún tipo de actividad deportiva ofertada por los ayuntamientos –los cursos estrella son los de gimnasia de mantenimiento (31,5%)– y la gran mayoría de sus usuarios serían mujeres (78%).
Por tanto, el margen de crecimiento es aún muy grande. Además, por lo general, según este mismo estudio, el grado de satisfacción y la tasa de asistencia en estas actividades suele ser muy alto.