31 May La única discriminación que está socialmente permitida y que hay que erradicar.
Reducir la brecha digital, impulsar la colaboración intergeneracional y evitar estereotipos negativos, entre los principales objetivos.
2024. ABC
Carlota Fominaya
Comentarios a vuelapluma como «chico, que no te enteras, estás como un abuelo, ¡sonotone!» o «pareces un viejo, todo el día quejándote»; «se creerá que tiene veinte años»; «se están divirtiendo como niños»; «ya no tienes edad para estas cosas» o «más sabe el diablo por viejo que por diablo»… están a la orden del día en nuestra sociedad.
«La discriminación por edad, al contrario que la que existe por sexo, religión, etc. parece que está todavía socialmente permitida. Nadie se lleva las manos a la cabeza cuando oye este tipo de frases, pero eso es, en parte, edadismo. Todas esas afirmaciones, que se escuchan a menudo porque son intrínsecas, son como una gárgola de piedra que pesa sobre nuestros hombros», explicó Alejandra Chulián, psicóloga del Instituto ACT de la Universidad de Zaragoza.
El apunte lo hizo durante el seminario académico organizado por el Centro de Investigación Ageingnomics, de Fundación Mapfre y la Universidad Carlos III de Madrid. «Tardará años en conseguirse pero el objetivo –apuntó esta experta– es que esa pesada losa acabe siendo un adorno más».
La realidad es que esta discriminación por edad afecta cada día a un mayor número de personas a partir de los 55 años, un colectivo que en nuestro país está compuesto por más de 15 millones de personas, representa el 26 por ciento del PIB y el 60 por ciento del consumo nacional. Con estas magnitudes se trata de un nicho de la población que en España, tal y como advirtió durante el encuentro el presidente de la Fundación Mapfre, Antonio Huertas, «se va a consolidar como el segmento de mayor protagonismo económico y social».
Así, explicó Huertas, «la combinación de baja natalidad, longevidad y mayor esperanza de vida libre de discapacidad es un cóctel que hay que gestionar porque abre la puerta a una organización económica, social y cultural completamente distinta a la que hemos conocido hasta el momento. En una sociedad donde los seniors empiezan a ser la generación de referencia, combatir la discriminación por edad es determinante para mantener la creación de la demanda y el crecimiento económico».
Prejuicios asociados a la edad
La generación sénior tiene cada vez más peso y, sin embargo, insistió Juan Fernández, director del Centro de Investigación Ageingnomics, «se siguen manteniendo los mismos prejuicios asociados a la edad. Esto no cambiará mientras se continúe pensando que cuando una persona cumple 50 o 55 años entra en un proceso acelerado de pérdida de capacidades. Hay que combatir este proceso».
Esta discriminación, señaló Fernández, «es la más burda de todas las que nos vienen acompañando. Y, mientras que la raza, el color de la piel o la religión son atributos que nos acompañan toda la vida, la edad no. Y los jóvenes de hoy son los viejos del mañana. Es urgente concienciar a la sociedad civil de esta necesidad porque, como dice la catedrática de la Universidad de Valencia Adela Cortina, ‘lo importante es la edad personal, fruto de la edad cronológica más la edad vital y la social, que está muy afectada por convencionalismos, como el hito de la jubilación».
El edadismo, de hecho, afecta en todos los ámbitos: al laboral, al sanitario, al digital, bancario… pero empieza por la autopercepción de la vejez, «porque una cosa es la edad que pone en nuestro DNI, otra la que uno siente que tiene, y una tercera, la que te recuerdan», apostilló Chulián.
En el trabajo, puntualizó Iñaki Ortega, consejero asesor del Centro de Investigación Ageingnomics, el edadismo tiene mucho peso. «Las empresas, cuando llega un currículum de una persona de más de 50 años, no lo leen. Aunque también hay una discriminación autoinflingida: ‘no me voy a presentar a esta posición porque por edad no me van a coger…’». También habría que señalar, añadió, «los datos del emprendimiento, donde hay un millón de séniors que son emprendedores. De hecho, hay diez veces más mayores que son autónomos, pero todas las campañas van dirigidas a los jóvenes».
Tratar el edadismo y la brecha digital de este colectivo con la tecnología fue otra de las necesidades puestas sobre de la mesa durante la jornada. «La inclusión digital es necesaria. Las instituciones se han digitalizado, pero los usuarios no. Hay que buscar soluciones», puntualizó Esther Sitges Maciá, de la Universidad Miguel Hernández de Elche. En este sentido, la intergeneracionalidad como elemento favorecedor de la reducción del edadismo a través de las nuevas tecnologías fue la propuesta de Silvia Martínez de Miguel, de la Universidad de Murcia, quien afirmó que «el desconocimiento entre generaciones genera el miedo, el rechazo».
A juicio de Martínez de Miguel, la solución pasaría por «poner en interacción a generaciones que no se conocen pero comparten cosas en común, una relación de la que se pueden sacar muchísimas cosas positivas». Hay que tener en cuenta, añadió esta experta, que «vamos avanzado en cuestiones de alfabetización digital pero que, en este camino, debemos ser realistas: hay un grupo de personas mayores que no son nativas digitales a los que se les ha exigido que se comporten como tales. Hay que trabajar con toda la sociedad para que los recursos sanitarios, bancarios, etc… sean accesibles de forma natural. El matiz está en que no se trata de hacer cosas para los mayores, sino con las personas mayores», concluyó.