11 Feb El Gobierno contra la comida basura, una batalla que llega tarde.
El nuevo Ministerio de Consumo ha dejado entrever que quiere legislar contra la comida rápida. Los agentes sociales más implicados en la materia proponen medidas para que el Gobierno tome como referencia.
José Carmona – Madrid
En un Burger King del madrileño Barrio del Pilar, un grupo de menores engulle el habitual menú whopper con patatas y bebida, mientras a sus pies descansan unas bolsas verdes que ocultan, sin mucho éxito, botellas de ron y de vodka. Su conversación les delata; las hamburguesas son el tentempié previo al botellón que van a realizar en el parque de La Vaguada, el más grande de la zona, con recovecos para esconderse de las autoridades.
Seguro que, más o menos incisivos, los padres de los muchachos les habrán advertido sobre los riesgos del alcohol, pero es menos probable que haya habido una charla en torno a las casi 1.500 calorías que han ingerido en cuestión de minutos, sin contar los aditivos y conservantes de propina.
Desde que se creó, el Ministerio de Consumo no ha dejado de ocupar portadas gracias a sus promesas y proyectos. La cartera de Alberto Garzón tiene entre ceja y ceja regular las apuestas online, para las que ya ha limitado su espacio publicitario en televisión, pero también ha dejado entrever su intención de encorsetar la comida basura y las bebidas azucaradas. Pese a las expectativas, aún no se ha oficializado ninguna medida, ya que necesitan «que avance un poco más el trabajo del gabinete». La legislatura será larga.
La comilona de la pandilla que se prepara para exprimir la tarde-noche es conocida como «hambre emocional». Llega el fin de semana y una pizza con amigos o una cena en una hamburguesería suelen ser planes habituales. Gominolas en el cine o perritos calientes en un partido de fútbol. Cuando la comida insana se mezcla con el ocio, el problema se agrava.
«El ramen tiene tanto glutamato que a algunas personas les da dolor de cabeza»
Lo peligroso de la comida basura –también llamada por especialistas comida chatarra– es que es difícil mantenerse al margen de su consumo. No se evita solamente dando esquinazo al McDonals o al Telepizza. «La bollería industrial, la comida china, el pan de molde, la bebida azucarada… El ramen, por ejemplo, es la comida basura de los japoneses. Tiene tanto glutamato que hay gente que, al terminar de comerlo, tiene dolor de cabeza», asegura Raquel Frías, dietista consultada por Público. Andrea Calderón,nutricionista y secretaria de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), añade: «Hay productos camuflados como los light, los 0%…, con publicidades confusas, que son igual de insanos, pero que no lo parecen».
unto a ese grupo de jóvenes, una madre merienda con su hijo, que negocia con insistencia la posibilidad de un helado de postre. Un estudio de The Economist encontró que los párvulos de familias pobres tienden a la obesidad más que los de familias pudientes, idea que confirma que la malnutrición tiene un componente de clase; es más grave en los barrios con rentas bajas. La obesidad en los barrios obreros es de un 22,37% frente al 9,29% de las familias con mayores ingresos, según el INE.
Del IVA a impuestos disuasorios
Los agentes sociales quieren servir de antorcha que guíe al Gobierno y por ello proponen algunas de las necesidades primordiales a regular. Además, muchas de ellas «apenas tendrían coste», advierte Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria.
«No puede ser que el chocolate tenga el mismo IVA que una manzana»
«No tenemos una fiscalidad alimentaria alineada con el objetivo de salud pública. La comida saludable cada vez es más cara y eso tiene impacto en la salud», analiza Guzmán, que propone un sistema de impuestos para gravar los productos insalubres y así evitar que su precio sea inferior al de la comida sana. «Cien por cien vacuno dice el Burger King… pero a ver qué parte del vacuno, qué féculas, qué almidón…», se pregunta Frías.
Establecer regímenes tasativos es una medida que la SEDCA toma con algo de recelo. ¿Dónde estaría el límite? «Hay muchas cadenas que tienen comida insana, pero hay otros productos que no, por lo que habría que analizar los productos, luego puede haber hamburgueserías alejadas de las cadenas que tengan mejor calidad, que tal vez no merecerían una subida de impuestos», dice Calderón.