18 Oct Cuidar al cuidador
Las mujeres siguen siendo quienes con mayor frecuencia se encargan del cuidado de un familiar dependiente. Sin embargo, en los hogares de dos personas mayores hay un equilibrio entre hombres y mujeres en los cuidados y además a edades muy avanzadas (a partir de los 80 años) hay más hombres que mujeres responsables de los cuidados informales de un familiar dependiente.
Las mujeres de mediana edad son el perfil más frecuente entre las personas que se encargan de los cuidados informales dentro de la familia. En casi todos los grupos de edad hay muchas más mujeres que hombres cuidadores, y las diferencias de género son particularmente acusadas entre los 45 y los 65 años. En esas edades hay hasta seis veces más mujeres que hombres haciéndose cargo del cuidado de un familiar dependiente.
Sin embargo, a partir de los 80 años las diferencias de género en los cuidados se reducen, y es entonces cuando hay más hombres (27.900) que mujeres (20.300) como principal cuidador dentro de la familia.
Los nuevos hogares
Hasta hace unas décadas en España era muy frecuente que las personas mayores convivieran en el hogar familiar junto a miembros de distintas generaciones. Ahora, el tamaño de los hogares es cada vez menor y los mayores que viven en familia son minoría: la mayor parte de ellos viven solos (el 23%) o en pareja (42%), que es la forma de convivencia que más ha crecido entre los mayores.
Cuidar a quien cuida
Más allá de la satisfacción personal derivada de cuidar a quien se quiere, el cuidado de personas dependientes puede tener efectos negativos sobre el bienestar de los cuidadores porque puede perjudicar sus relaciones sociales y su estado físico y emocional. Son muchas las posibles actuaciones de apoyo a cuidadores, desde las intervenciones formativas para familiares a los programas de orientación y apoyo psicológico a los cuidadores. Tan necesario como extender las redes formales de cuidado a personas mayores es fortalecer los programas de apoyo a cuidadores informales.
Los cuidados de familiares en el hogar recaen normalmente en las mujeres, pero con la edad se acortan las diferencias de género y a partir de los 80 años hay más hombres cuidadores de un familiar —generalmente de su pareja— que mujeres. Los cambios sociales y demográficos plantean nuevos retos para los servicios públicos. En particular, los hogares en los que viven dos personas mayores, una de ellas dependiente, se enfrentan a unas necesidades específicas: no solo las de la persona dependiente, sino también la de quien se encarga de su cuidado. Por eso son necesarios los programas de apoyo a los cuidadores.
PUNTOS CLAVE
Hasta los 65 años, los cuidados de familiares dentro de la familia recaen fundamentalmente en las mujeres.
Con la edad se van acortando las diferencias de género en los cuidados y, a partir de los 80 años, hay más hombres como principales cuidadores de un familiar que mujeres.
En los hogares de dos miembros, que es el tipo de hogar que más ha crecido en los últimos años entre las personas mayores, el cuidado a la pareja está muy generalizado.
Los cambios demográficos y sociales plantean nuevos retos para los servicios públicos y las familias. Los hogares de dos personas mayores presentan necesidades dobles: las de las personas dependientes, pero también las de sus cuidadores.
Si pensamos en una persona que cuida a familiares de edad avanzada, muy probablemente lo primero que se nos viene a la mente es la imagen de una mujer, de mediana edad, que cuida de sus padres o suegros. Este estereotipo se corresponde en parte con la realidad, pero lo cierto es que, cada vez más, el perfil de la persona que cuida a familiares es más diverso.
Hay cuatro elementos que dan cuenta de esta mayor diversidad. El primero: el del género, porque también hay muchos hombres cuidadores y, en algunas franjas de edad, la proporción de hombres cuidadores es incluso mayor que la de las mujeres. El segundo: el de la edad, porque cada vez hay más cuidadores de edad avanzada. El tercero: el del parentesco, porque aunque hay muchos cuidadores que se encargan de sus padres o suegros, cada vez es más frecuente que sea la propia pareja la que cuide a su compañero dependiente. Y por último: el de las direcciones de las conexiones generacionales; verticales o intergeneracionales (hijos-padres) porque son las que predominan, y las horizontales o transversales (de pareja), que empiezan a adquirir importancia.
Los cambios en los patrones de los hogares están detrás de esta creciente diversidad en los perfiles de las personas responsables del cuidado de familiares mayores. En particular, el hecho de que cada vez haya más personas mayores viviendo en hogares de dos personas, donde cuidar a la pareja es lo habitual.
Es necesario identificar las características demográficas de este grupo de población y sus necesidades específicas. Los hogares con dos personas mayores se enfrentan a un tipo de necesidades doble: no solo la de la persona dependiente, sino también la de la pareja que se encarga de su cuidado. Muchos mayores requieren cuidados y soporte, pero sus cuidadores, también.
Hogares donde viven personas mayores: ¿qué ha cambiado?
La estructura de los hogares de las personas mayores se ha transformado considerablemente en las últimas décadas. A principios de los años noventa, aproximadamente la mitad de los mayores de 65 años vivían solos o en pareja, mientras que el resto compartía su hogar con otros familiares. Con el tiempo, el tamaño de los hogares se ha reducido, por lo que son menos frecuentes los hogares con miembros de varias generaciones. Tanto es así que, en 2014, ya eran el 65% de los mayores los que vivían solos o en pareja. Hoy en día los hogares de dos personas son, de hecho, los más frecuentes entre los mayores de 65 años y los que más han crecido en los últimos tiempos.
Con la edad, se acortan las diferencias de género en los cuidados y a partir de los 80 años hay más hombres como principales cuidadores de un familiar que mujeres
En estos cambios en la estructura de los hogares tiene mucho que ver la mejora de las viviendas y la situación financiera de los mayores, pero también la caída de la mortalidad y el consiguiente aumento de la esperanza de vida. Hoy, hombres y mujeres viven en promedio más años, con más autonomía y mejor calidad de vida que en el pasado. Esto hace que las parejas vivan juntas durante más años y, por tanto, que se den apoyo y cuidados en caso de necesidad o dependencia de uno de los miembros.
El aumento de los hombres cuidadores
La idea estereotipada de una mujer de mediana edad como principal cuidadora de un familiar mayor se confirma en gran medida si consideramos los hogares españoles en general. En todos los grupos de edad hay muchas más mujeres que hombres cuidadores, sobre todo entre los 45 y los 65 años.
Por razones de edad, en esas edades intermedias los cuidadores, en su mayoría mujeres, se encargan principalmente de los padres o suegros. A medida que avanza la edad, sin embargo, el cuidado a la pareja aumenta progresivamente y es el tipo de cuidado fundamental entre las personas mayores.
En efecto, el panorama cambia considerablemente si nos centramos en los hogares de parejas. En estos hogares de dos personas, que son cada vez más frecuentes entre los mayores, el cuidado y apoyo de la pareja es especialmente relevante. En este tipo de hogares, el número de hombres y mujeres cuidadores es mucho más equilibrado: hay prácticamente el mismo número de hombres y mujeres como cuidadores.
De hecho, en hogares de dos personas a partir de los 80 años hay más hombres cuidadores (27.900 personas) que mujeres cuidadoras (20.300 personas). Parte de la explicación tiene que ver con los diferentes patrones de envejecimiento de hombres y mujeres. Las mujeres, en promedio, viven más que los hombres, pero ellas necesitan más ayuda para las actividades diarias que los hombres.
En los hogares de dos miembros, que es el tipo de hogar que más ha crecido en los últimos años entre las personas mayores, es un miembro de la pareja el que cuida de su compañero dependiente
En todo caso, es importante tener presente que la definición de cuidador en este estudio se refiere a la persona que principalmente cuida de la persona «con alguna discapacidad», entendiendo por discapacidad el reconocer dificultades en alguna de estas seis actividades básicas: cocinar, ducharse/bañarse, acostarse/levantarse, vestirse, ir a la compra, comer.
La definición, por tanto, se basa en las respuestas de las personas encuestadas. Podría darse el caso de que haya personas que sienten que ayudan a la pareja con alguna de sus limitaciones de día a día, pero o bien no identifican esas limitaciones como «discapacidad», o bien no se definen como «cuidador principal».
Con esta precisión en mente, otra forma de ver las diferencias de género en los cuidados es analizar la proporción de cuidadores y cuidadoras dentro de cada grupo de edad. La proporción de hombres y mujeres cuidadores de algún familiar se va acortando a medida que avanza la edad.
Proporcionalmente, hay muchas más mujeres hasta los 65 años, pero las diferencias disminuyen con la edad. De hecho, como se muestra en el gráfico 3, a partir de los 80 años entre los hombres hay un porcentaje mayor de cuidadores de algún miembro de la familia que entre las mujeres del mismo grupo de edad. Además, si nos centramos en el cuidado a la pareja, la proporción de hombres cuidadores es incluso más evidente. Hasta los 65 años es bastante similar, y a partir de los 65 años cada vez hay proporcionalmente más hombres que mujeres como principales cuidadores de sus parejas.
En definitiva, los datos muestran que, efectivamente, los cuidados de familiares recaen en mayor medida en las mujeres. Esto es así hasta los 65 años, tanto en números absolutos (cantidad total de cuidadores y cuidadoras en cada grupo de edad) como en proporción (porcentaje de cuidadores en cada grupo de edad).
Sin embargo, las diferencias de género en los cuidados se acortan con la edad hasta llegar a invertir la tendencia a edades avanzadas: a partir de los 80 años hay más hombres cuidadores que mujeres, para todos los tipos de hogares y en todos los tipos de cuidados.
Los servicios públicos y las familias deben tener presentes las necesidades de los hogares de dos personas mayores: no solo las de las personas dependientes, sino también las de sus cuidadores
Perfil de los principales cuidadores según el tipo de hogar
Cuidemos a los cuidadores
Cada vez son más numerosos los hogares formados por dos personas mayores en los que uno de los miembros de la pareja tiene enfermedades crónicas y el otro miembro es su cuidador. Esta tendencia no debería resultar ajena ni a las familias ni a los servicios públicos. Los mayores que viven en pareja recurren menos a los servicios públicos, y de igual modo los servicios públicos suelen priorizar las necesidades de las personas mayores que viven solas.
Sin embargo, las parejas de mayores en la que un miembro es dependiente y el otro se encarga de su cuidado no solo son grupos cada vez más numerosos, sino además muy vulnerables. En particular, en países como el nuestro, donde el cuidado informal está muy extendido y los cuidadores no cuentan con demasiados apoyos formales.
Es evidente que los mayores con enfermedades o discapacidades que limitan su autonomía requieren apoyos. Pero también los requieren sus cuidadores, que en muchos casos son personas mayores. Cuidar a un familiar en situación de dependencia puede tener aspectos positivos relacionados con la satisfacción personal. Pero no es menos cierto que también tiene muchas repercusiones negativas en el bienestar de los propios cuidadores, tanto en sus relaciones sociales como en su estado físico y emocional (Crespo y López, 2007).
Existe un amplio repertorio de actuaciones posibles de apoyo a cuidadores, que van desde las intervenciones estrictamente educativas para familiares, a los programas de orientación psicoeducativa a los cuidadores, ya sea individualizada o en grupo (Torres Egea et al., 2008). Tan necesario como extender las redes formales de cuidado a las personas mayores es poner el foco en este tipo de programas de apoyo a los cuidadores informales.
Antonio Abellán, Alba Ayala y Julio Pérez, CSIC, CCHS
Rogelio Pujol, INE
Gerdt Sundström, Universidad de Jönköping
Adaptación: María Ramos, Investigadora postdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid