LAS BRECHAS ATOLLAN NUESTROS DERECHOS RURALES

LAS BRECHAS ATOLLAN NUESTROS DERECHOS RURALES

El Siglo XXI se ha despertado temprano con retos y oportunidades nuevas que transformaran la vida que conocemos afectando al entorno donde habitamos y al ámbito más personal. Desde la revolución de la longevidad, pasando por el reto demográfico, la digitalización, la economía de los cuidados, el cambio climático, la descarbonización de la economía… llegamos al borde del precipicio por donde pueden hundirse los principios éticos universales, nuestros derechos,sino hacemos visibles las brechas que sufrimos en el medio rural y exigimos soluciones equitativas que garanticen la igualdad con perspectiva rural.

Las brechas rurales son antiguas grietas desgarradas, ocultas, por donde se ha filtrado lentamente el tiempo sin respuestas, la desinversión pública y la desvalorización agraria, la depreciación patrimonial,la desigualdad económica y social, la falta de oportunidades especialmente para la juventud, las mujeres y las personas mayores que allí desean seguir viviendo. Estas roturas comienzan a ser insoportables incluso para los poderes públicos, porque después de los destrozos de la despoblación, el empobrecimiento y el abandono, posiblemente no toda la vitalidad rural se pueda restablecer. Pero cierto es que en 2021 vemos desdibujados aún en el horizonte esperanzas para el medio rural al que regresa la mirada de los que se han ido y de otros nuevos que valoran otra forma de vivir, sin aglomeraciones, con espacios verdes, marrones y amarillos, lugares donde alumbrar nuevas vidas e ilusiones, que fructificaran si por fin se pasa de las palabras a los hechos y las infraestructuras incluidas las digitales llegan a cualquier rincón del medio rural para dar cobertura tecnológica imprescindible para la vida que se avecina.

La cruda realidad que está dejando la pandemia en la que estamos inmersos ha acelerado decisiones económicas y sociales que venían anunciándose, pero no terminaban de implementarse. El aislamiento y la menor movilidad social han demostrado que es posible el uso de la tecnología digital en todas las edadesy territorios, siempre que exista la infraestructura necesaria (capacidad y velocidad) y se facilite a toda la población las habilidades y competencias para su uso y el acceso universal a la red, sin dejar fuera a las personas con menos recursos. Las oportunidades que ofrece la tecnología para el trabajo en línea, tanto desde el medio rural como para prestar servicios eficientes al medio rural exigen además contar con los servicios básicos esenciales que respondan a las necesidades de las personas que allí habitan, es decir, adaptados a la realidad rural allí existente, aprovechando los recursos e innovando en la prestación de nuevos servicios inclusivos, intergeneracionales y multifuncionales que den cobertura a toda la población, sin edadismo que ocasiona daño, desventaja e injusticia, además de menoscabar la solidaridad intergeneracional.

Las brechas del medio rural – económicas, de género, accesibilidad, digitales, infradotado, envejecido, despoblado, etc.- se pueden eliminar sin tomamos conciencia de que existen y las denunciamos públicamente y no nos conformamos con palabrería porque ahora que está de moda y existen recursos económicos para revertirlas hemos de hacer un esfuerzo innovador, creativo que impulse una economía sostenible y revitalizante que sepa aprovechar los recursos que la naturaleza ofrece y las innovaciones científicas y tecnológicas, que las personas con talento que sientan el medio rural como su lugar en mundo, puedan implicarse en crear espacios rurales inteligentes que den respuesta a las demandas rurales y también a las urbanas.

La mayor parte de las personas que habitan en los miles de municipios pequeños, son personas mayores de 65 años, que no significa que sean ancianos enfermos, inactivos, o una carga social. La perspectiva de la edad nos permite valorar en su justa medida las opciones que tenemos según la esperanza media de vida. Hace tres siglos se vivían 35 años de media. Hace dos siglos se vivían 45 años y ahora en España y también en los países más ricos del mundo se viven 80-85 años, salvo que llegue una enfermedad infecciosa y los mayores sean la principal población diana. Los niños y niñas que hoy nacen en nuestro país van a vivir más de 100 años y es lógico que un joven de ventitantos no tenga prisa por quemar etapas, le queda mucho por vivir y si las próximas décadas la vida cambian como lo han hecho las dos últimas vividas, se necesitará estar aprendiendo activamente a lo largo de la vida, una carrera universitaria será poca cosa, las formas de producir se automatizaran y tener 80 años cuando aún quedan 20 por disfrutar en buenas condiciones, ser viejo o vieja va ser una etapa excesivamente larga y la contamos a partir de los 65 años como se hace ahora.

La brecha que provoca la discriminación por tener cierta edad, bien sea por ser excesivamente jóvenes a los que consideramos inexpertos, o bien por ser mayores a los que se atribuyen de forma generalizada condiciones perjudiciales como, inactivos, incapaces, enfermos, etc. a esto se le llama EDADISMO y la podemos comenzar a eliminar con el uso inclusivo del lenguaje.

Las palabras que usamos construyen nuestros pensamientos, emociones y acciones. Mientras sigamos diciendo -senil, cascado, caduco, decrépito, deteriorado, vejestorio, carcamal- estaremos creando imágenes distorsionadas de la realidad, siendo estas bien distintas si usásemos otras palabras para definir este importante y cuantioso grupo de edad,fuente de la revolución de la longevidad como: útil, capaz, válido, sabia, experimentado, solidaria, vital, necesaria…

Las brechas para eliminarlas hay que hacerlas visibles y los derechos hay que conocerlos para defenderlos. Comencemos exigiendo que los 65 años no sean referencia para catalogar a las personas en ninguna normativa. Somos seres diferentes en todas las edades y diversos como la propia naturaleza de la que formamos parte.

 

Autor: Ana Isabel Esteban Martínez

Presidenta de Solidaridad Intergeneracional