26 Oct ¿Podemos detectar y tratar la enfermedad de Parkinson a través del intestino?.
Investigadores del VHIR estudian alteraciones en la microbiota intestinal como posibles biomarcadores de la enfermedad.
Cristina Sáez
El Parkinson es una enfermedad degenerativa para la que no existe cura y de la que se desconoce el origen. Las alteraciones motoras son, seguramente, el síntoma más conocido, pero no el único: problemas de sueño, depresión, ansiedad y trastornos gastrointestinales suelen aparecer antes de que el paciente reciba el diagnóstico.
De hecho, en 2015 se observó por primera vez que los enfermos de Parkinson presentan desequilibrios en la microbiota intestinal, el conjunto formado por miles de millones de bacterias con funciones cruciales para la vida, que acaban afectando al buen funcionamiento del organismo.
Investigadores del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR) estudian esos desequilibrios en la microbiota para comprender mejor qué papel desempeñan en la aparición y progresión de la enfermedad. “Tratamos de identificar perfiles de microbiota tanto en personas con Parkinson como en personas aún sanas, pero con riesgo elevado de desarrollar la enfermedad, para intentar ver qué relación tienen”, explica Ariadna Laguna, investigadora del grupo de enfermedades neurodegenerativas del VHIR.
“Nuestro objetivo es intentar identificar biomarcadores que permitan predecir el riesgo que tiene una persona de desarrollar la enfermedad con el tiempo -añade-. Y también tratar de comprender si esas alteraciones conducen a la enfermedad o, al revés, si es la enfermedad la que causa desequilibrios en la microbiota”.
Entender el mecanismo de la enfermedad permitirá desarrollar nuevas estrategias terapéuticas, como probióticos o trasplante fec al, para prevenir el desarrollo de la patología o ralentizar su progresión. “Cuando se diagnostica hoy en día la enfermedad, se hace demasiado tarde, en base a las alteraciones motoras que producen la muerte de las neuronas dopaminérgicas”, comenta Laguna.
Esas neuronas que se han perdido impiden conseguir una recuperación completa, porque la enfermedad en el momento del diagnóstico ya está muy avanzada. “Si pudiéramos diagnosticarla antes, eso cambiaría. Y para eso tenemos que poder identificar a los individuos con un riesgo incrementado de padecerla, por ejemplo, a través de los perfiles de su microbiota”.