17 Feb Sueño, ejercicio y alimentación: las tres claves para frenar la obesidad infantil.
Comprender e identificar cuáles son los factores relacionados con la obesidad infantil es clave para abordar este problema de salud, calificado de epidemia, desde una perspectiva multidisciplinar.
Mercé Palau
La obesidad infantil es una enfermedad que tiene como origen una cadena causal compleja, de etiología multifactorial, en la que interactúan factores individuales, genéticos, conductuales y ambientales, incluyendo estilos de vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de ella como la mayor crisis de la salud pública en el mundo. En su informe de 2014, ya se habían registrado 42 millones de niños menores de 5 años con sobrepeso. Y se estima que las cifras continúen aumentando ya que para el año 2025 se prevé que unos 268 millones de niños de entre 5 y 17 años tengan sobrepeso en todo el mundo, de los cuales 91 millones serán obesos.
La obesidad infantil está asociada a varias complicaciones de salud graves y a un riesgo de sufrir ciertas enfermedades de forma prematura, como las cardiovasculares, la diabetes o el síndrome metabólico. Otro de los principales problemas es que, si no se actúa de forma preventiva y no se hace nada en los primeros años de vida, los niños pequeños obesos tienen muchas probabilidades de continuar siéndolo en la edad adulta.
¿Por qué hay niños obesos?
Las razones son varias y las causas de la obesidad a menudo se describen como simplemente el desequilibrio de la ingesta de energía y el gasto de energía. Sin embargo, deben tenerse en cuenta las “causas de las causas” de la obesidad, entre las que se incluyen los comportamientos de alimentación, la actividad física y las conductas sedentarias de los niños. Estos determinantes deben considerarse dentro del contexto de la familia, la escuela, el entorno social del niño y los profesionales sanitarios.
Frente a este escenario, el control de la obesidad durante la infancia se ha convertido en un imperativo importante. Las estrategias de prevención requieren enfoques multidisciplinarios intensivos, centrados en el contexto vital del niño y también en su entorno, que se adapten, además, a los distintos grupos de edad.
InfaSen, una estrategia para combatir la obesidad
Teniendo en cuenta la magnitud de la obesidad y sus causas y las consecuencias para la salud, es necesario seguir avanzando en su estudio a través de métodos que permitan plantear estrategias y mecanismos apropiados para combatirla. La literatura científica ha puesto de manifiesto algunos factores clave y ha sugerido la necesidad de involucrar varios especialistas para ayudar a prevenirla.
Precisamente con el fin de abordar el problema desde una perspectiva multidisciplinar, que implique no solo los profesionales de la salud sino también la familia y la escuela, nace la estrategia InfaSEN (Sueño, Ejercicio, Nutrición), Infancia con Sentido, desarrollada por un equipo multidisciplinar de profesionales sanitarios de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos de Móstoles, Infanta Elena de Valdemoro y General de Villalba, todos ellos pertenecientes a la red pública de la Comunidad de Madrid, y los centros de Atención Primaria de sus áreas de referencia. El objetivo es desarrollar material divulgativo destinado a tres grupos de edad: de 2 a 6 años; de 6 a 12; de 12 en adelante. Este material está previsto que esté disponible en la web quironsalud.es/infasen y el Portal del Paciente y se complementará con exposiciones, charlas y jornadas divulgativas en hospitales, escuelas y centros de salud.
Con él no solo se pretende prevenir las enfermedades asociadas a la obesidad en la infancia, como el síndrome metabólico; o los trastornos psicoafectivos, como la baja autoestima; o sociales, como la exclusión escolar; sino que la prevención en la infancia sirva para evitar la futura obesidad del adulto.
Sueño, ejercicio y alimentación, los tres ejes clave de la prevención
¿Cómo aborda la estrategia InfaSEN la prevención de la obesidad? Lo hace a partir de tres ejes fundamentales. El primero de ellos es el sueño. Aunque hasta ahora no se le ha dado la importancia que requiere, se ha demostrado que hay una estrecha relación entre la obesidad y la alteración del patrón del sueño. Según los expertos del proyecto, en ocasiones “las alteraciones del sueño son causas de obesidad y, por ello, es fundamental mantener una regularidad en el número de horas que se duermen y en el horario que se lleva a cabo”. La clave sería “siempre a la misma hora, todos los días”.
La reducción de las horas de sueño ha aumentado en los últimos años, empujado sobre todo por la irrupción de los aparatos electrónicos que, según los expertos, “contaminan” el descanso de los niños y favorecen el sedentarismo.
El segundo ámbito de actuación es el ejercicio físico regular, fundamental para ayudar a prevenir la obesidad y el sobrepeso. Pero no solo eso, porque estar físicamente activo también tiene otros beneficios, como un aumento de la autoestima, una disminución de la ansiedad y la depresión, ayuda a mantener los huesos sanos, aumenta la masa muscular y, en definitiva, es clave para adoptar hábitos saludables.
La OMS recomienda, para niños y adolescentes de 5 a 17 años, un mínimo de 60 minutos al día de actividad física de intensidad moderada; cuanto más tiempo de ejercicio físico, mayores beneficios. Recomienda, además, que el ejercicio sea, en su mayor parte, aeróbico.
Por último, pero no por ello menos importante, el tercer ámbito de actuación de InfaSEN es la alimentación. Una ingesta dietética inadecuada, basada sobre todo en el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, está relacionada con una mayor incidencia de la obesidad y el sobrepeso. Y se sabe también que los comportamientos alimenticios que se establecen durante la infancia persisten en la edad adulta. Por tanto, fomentar una alimentación sana y equilibrada en esta edad, en la que se priorice el consumo de frutas y hortalizas, legumbres, azúcares simples, proteínas, hidratos de carbono y lácteos, ayudará a prevenir los casos de obesidad infantil y a que los buenos hábitos se mantengan en la edad adulta.
Cuanto más pronto los niños aprendan a reconocer cuáles son los hábitos saludables (de sueño, ejercicio y alimentación), más sanos estarán y más fáciles serán de mantener en la edad adulta.