14 Ene Los cinco pilares para una vida saludable desde la infancia.
Un estudio encuentra que más actividad física, menos televisión, más frutas y verduras y suficientes horas de sueño disminuyen el riesgo de obesidad.
Diana Oliver
Qué complicado es hablar de alimentación. Pocos asuntos nos separan tanto. Nos incomodan tanto. Nos tocan tanto. Comer es un una necesidad fisiológica, lo es, pero también es un acto social, cultural y hasta emocional. Comer no es solo comer. Más complejo es el asunto cuando la alimentación se refiere a la infancia. Cuántos miedos, cuántos mitos, cuántas dudas. O no. Depende. Quizás hacemos complejo algo que no lo es tanto. O quizás no le damos la importancia que tiene. ¿La tiene?
Un estudio reciente, en el que han participado varias investigadoras españolas, ha tratado de analizar el impacto de los comportamientos de estilo de vida en la primera infancia sobre la obesidad y el riesgo cardiometabólico en niños sobre la base de los resultados del estudio de cohorte de nacimiento INMA. Se han analizado los cinco estilos de vida para tener un patrón más saludable: practicar más actividad física, dormir las horas suficientes, comer más alimentos de origen vegetal, comer menos alimentos ultraprocesados y ver menos horas de televisión. La principal conclusión es que aquellos niños y niñas que tenían estilos de vida más saludables mostraban menos posibilidades de tener obesidad en edades más tardías. “Parece obvio pero no es tan fácil”, dice Dora Romaguera Bosch, investigadora de ISGlobal y CIBEROBN, y una de las autoras del estudio. Su reflexión se traduce en cifras. Por ejemplo, según la OMS, si se mantiene la tendencia actual, el número de lactantes y niños pequeños con sobrepeso aumentará en el mundo a 70 millones para 2025. En España, según el informe El estado mundial de la infancia 2019: alimentación y nutrición, elaborado por Unicef, el 35% de los niños y jóvenes entre ocho y 16 años tienen exceso de peso: un 20,7% de ellos padecen sobrepeso, y un 14,2% obesidad. La clase social y el nivel socioeconómico influyen en las cifras: según el estudio NCD Risk Factor Collaboration de 2017, España se sitúa entre los países de la OCDE con mayor porcentaje de sobrepeso infantil y adolescente.
Menos pantallas, más movimiento
Sílvia Fernández, dietista-nutricionista en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y otra de las autoras del estudio que ha analizado el impacto de los comportamientos de estilo de vida en la primera infancia, señala que de los cinco estilos de vida que han analizado de forma independiente, hay uno que tiene mayor relevancia: pasar el menor número de horas delante de la televisión en edades tempranas. “El tema de las pantallas y el uso abusivo del móvil es un problema de adultos que los niños ven e imitan”, explica la investigadora. La experta lamenta que el estilo de vida actual sea la causa de que cada vez los niños jueguen menos en la calle y parques, y pasen más tiempo en casa haciendo actividades sedentarias.
Y es que, como recomienda la Asociación Española de Pediatría (AEP), a los niños y niñas no se les debería dar la opción del uso de pantallas hasta al menos los dos años, y de los dos a los cuatro lo recomendable sería limitar su uso a un máximo de una hora al día. En cuanto a la actividad física, la OMS marca en un mínimo de 60 minutos al día de actividad de intensidad moderada a vigorosa para los niños y jóvenes de cinco a 17 años. “La actividad física por un tiempo superior a 60 minutos diarios reportará un beneficio aún mayor para la salud”, añaden. El uso excesivo de pantallas no solo limita el movimiento, también afecta a las horas de sueño. Según recomienda la National Sleep Foundation, los niños de entre seis y 13 años deberían dormir de nueve a 11 horas diarias, de ocho a 10 los niños y niñas de 14 a 17 años. ¿Cuántas horas de ese sueño se llevan las pantallas?
“Todos los factores están interrelacionados y afectan a nuestra salud de forma global. Hace falta mucha educación e información a la ciudadanía, pero también intervenciones a nivel poblacional para mejorar estos hábitos”, apunta Sílvia Fernández. Es por esto por lo que considera que los resultados del estudio en el que ha participado son de especial interés: «Indican que las campañas e intervenciones para promocionar los hábitos saludables deberían ser multifactoriales (incluir actividad física, alimentación y también cuestiones como el sueño o ver la televisión), y que deberían tener en cuenta que los hábitos se adquieren a edades tempranas”.
Otro dato: la mayoría de niños y niñas que padezcan exceso de peso al llegar a la adolescencia, tendrán sobrepeso u obesidad al llegar a la edad adulta. ¿Es la obesidad en la infancia un determinante de la salud futura? Según la investigadora Sílvia Fernández cada vez se dan más casos de niños con enfermedades propias de la edad adulta asociadas a la obesidad, tales como la hipertensión arterial o la diabetes tipo 2. La cuestión no es solo que se den estas enfermedades en la infancia sino como los hábitos que adquiramos en las primeras etapas de la vida van a condicionar nuestro futuro. “A modo de ejemplo, un niño de cuatro años que no haya probado el brócoli podrá comerlo de mayor pero probablemente tratará de evitarlo de su dieta porque no tiene el hábito de comerlo”, argumenta.
Por otro lado, aunque en general los estudios hablan de obesidad o sobrepeso se pueden tener unos hábitos de vida insanos y no presentar un exceso de peso. Explica Fernández que si se siguen comportamientos insanos a lo largo de toda una vida es posible que en un principio no se tenga obesidad pero sí muchas papeletas para padecer obesidad –o cualquiera de las enfermedades asociadas– a lo largo de la vida. “Más allá de la obesidad general, se puede presentar adiposidad o incluso mayor presión arterial, como indican nuestros resultados (el consumo de ultraprocesados o de menos frutas y verduras tiene mayor efecto sobre la presión arterial que sobre el índice de masa corporal), pero aun así es perjudicial. Se puede tener un peso adecuado (no presentar ni sobrepeso ni obesidad) , pero tener mayor riesgo cardiometabólico”, insiste.
LA FAMILIA: CLAVE EN LA ADHERENCIA A UN ESTILO DE VIDA SALUDABLE
Decía el dietista-nutricionista Julio Basulto en una entrevista que en la alimentación de nuestros hijos e hijas no se trata de “imponer”, sino de “incorporar dentro de casa un patrón de dieta sana para que nuestros hijos aprendan con el ejemplo”. Y citando a Margaret Chan, la exdirectora general de la Organización Mundial de la Salud, para recordaba que “ninguno de los factores que determina la obesidad infantil está bajo el control del niño”. En esta línea, Eva María Navarrete Muñoz, del Departamento de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández de Alicante y miembro de ISGlobal y CIBERESP, que también ha participado en el estudio del impacto del estilo de vida en la primera infancia, señala que el factor más determinante de la obesidad infantil es la obesidad de la madre y del padre, por lo que los estilos de vida compartidos en el hogar parecen ser un factor clave. ¿Es la clase social y económica determinante para poder asentar las bases de una vida saludable? Responde la investigadora que las madres y padres con niveles educativos más altos suelen tener estilos de vida más saludables, mientras que la obesidad afecta a las clases sociales más bajas. “Algunos estudios realizados recientemente en nuestro país como Heart Healthy Hoods han evidenciado que las conductas sobre estilos de vida dependen del barrio en el que vivimos. Se ha visto también que tener cerca de casa lugares para practicar actividad física consigue que hagamos más actividad física o tener más quioscos de dulces cerca de los coles de los niños y niñas hace que tengan una peor dieta. Desde ISGlobal participamos en varios estudios sobre cómo el diseño de las ciudades influye en nuestros estilos de vida y en nuestra salud”.
Dado que los hábitos de vida saludables en niños dependerán de los hábitos de sus padres, la educación de la familia es clave. Sin embargo, no basta con ofrecer información o formación, el entorno también debería ser más “amigable” para facilitar el mantenimiento de un estilo de vida sano. “Tener un estilo de vida más saludable o menos depende de muchas cosas: de las políticas públicas de alimentación, de la educación en el colegio, de lo que la industria quiera, de los programas que se lancen para fomentar la actividad física, del barrio en el que vivas, del país donde hayas nacido o de la educación de tu entorno. Depende incluso de la publicidad que nos rodea. Es difícil pero no imposible: en lo individual tenemos mucho que hacer para cambiar cómo y cuánto queremos vivir”, explica Eva María Navarrete.
¿Qué podemos hacer para que nuestros niños y niñas disfruten de una infancia saludable? Dice Dora Romaguera que se le ocurren muchos ejemplos para mantener una vida saludable en la infancia: “Los niños deberían jugar más al aire libre en lugar de pasarse la tarde en casa mirando la tele o la tableta (aunque los padres nos veamos tentados a “desconectar el cerebro” infantil para poder adelantar tareas del hogar después del trabajo); merendar fruta en lugar de un zumo (aunque el zumo no se ponga malo y la fruta haya que cortarla y pelarla); y hacerlo todo antes (volver del trabajo, cenar) para poder irnos a dormir pronto: todo esto lo digo como madre y no como investigadora”. Tan fácil y tan difícil.
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