La edad dorada de la sexualidad

La edad dorada de la sexualidad

RELACIONES | En la tercera edad

Beatriz G. Portalatín | Madrid

Dicen que la experiencia es un grado en la vida, que los años no son muertos si no los matan los recuerdos o como diría el premio Nobel de la Paz, Albert Schweitzer, «los años no arrugan la piel pero renunciar al entusiasmo sí arruga el alma». Y de sensaciones, emociones y entusiasmo, de nuestra propia sexualidad, insisten los expertos, no debemos privarnos por mucho que pasen los años. «Somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos y aunque uno no corra igual que a los 20, sigue habiendo deseo, satisfacción y sexualidad». Así de contundente lo expresa la psicóloga Cristina Martínez, del centro Alhambra de Madrid y colaboradora de la Asociación Española de Salud Sexual, AESS.

El sexo sigue y debe seguir estando presente en la edad madura, se llame tercera edad, edad dorada o como guste a cada uno.

En las charlas de sexualidad para mayores que se dan en la AESS, asegura, insistimos en la necesidad de comunicarnos con la pareja, de decir lo que nos gusta, lo que nos hace daño y nos preocupa el entorno de nuestras relaciones íntimas, porque «ellos no han tenido el mismo acceso a la información, existen muchos tabúes y complejos, más evidentes en los hombres pues les cuesta mucho ir al urólogo».

Cambios físicos y psicológicos

Esa llamada Tercera Edad se inicia a partir de los 65 años, pero los cambios físicos y psicológicos pueden incluso aparecer antes. El psicólogo y sexólogo Juan Macías Ramírez expone los principales cambios que se producen. En el hombre se tarda más tiempo en obtener una erección y el tiempo entre ésta y la siguiente es mayor. El orgasmo es más difícil de alcanzar y de menor duración, se produce menos líquido lubricante natural y el deseo tiende a disminuir.

En la mujer, indica el experto, la vagina pierde elasticidad y se acorta, la capacidad de lubricar de forma natural disminuye, los orgasmos serán menos intensos y con mayores contracciones y los ovarios se atrofian y disminuye la producción de andrógenos, lo que también puede «afectar» al interés sexual. «Es frecuente también en mujeres la falta de deseo», añade Martínez.

Las demandas, por tanto, más habituales entre los hombres, puntualiza el experto, son: la dificultad de llegar o de mantener una erección y la falta de interés en el sexo, en alrededor de un 35% de los casos. También alcanzar un orgasmo muy pronto o no llegar a él y tener ansiedad durante el acto. En el caso de las mujeres son la falta de interés (en torno al 40%), las dificultades para lubricar y el dolor.

Además de estas limitaciones propias de la edad, los cambios psicológicos y los socioemocionales ocupan también un lugar importante en esta etapa. Silvia Cintrano, directora de la Unidad de Sexología del Instituto Centta de Madrid enumera varios factores importantes que influyen en la conducta sexual. Uno es el aumento de la prevalencia de ansiedad y depresión, siendo la falta de deseo uno de los efectos secundarios de estas medicaciones. Otro de los factores es la viudedad, por lo que al faltar sus parejas, pierden «esa parte de vida sexual que muchas veces era la única que existía». Los factores sociales, culturales y, por último, la falta de privacidad, muchas veces por encontrarse en una residencia, o incluso por tener gente en casa que ayude en las tareas del hogar, también se marcan como limitaciones. Otros factores importantes, añade Macías, son la jubilación, la posible pérdida de relaciones asociadas al trabajo y el abandono de los hijos.

«Es cierto que en esta etapa hay un descenso general de la actividad sexual en ambos sexos, pero no significa que desaparezcan», asegura por su parte Cintrano. Y recalca que a pesar de que no tengamos una «pareja sexual» a nuestro lado, no significa que ésta haya acabado.

Además, hay un dato importante que quiere señalar. «Por los estudios que se están realizando en residencias y viajes de la tercera edad se ha visto que en estos últimos tiempos ha habido un aumento considerable en las infecciones de transmisión sexual en esta población». Lo que puede tener dos lecturas, una de ellas es que sigue habiendo relaciones y otra que es necesaria la educación sexual en estos centros, pues «evidentemente al no estar preocupados por un posible embarazo, realizan sus prácticas sin protección».

En la misma línea, Macías Ramírez indica, según un estudio elaborado por la Sociedad de Medicina de Familia, que un 60% de los mayores de 65 años dice tener una vida sexual satisfactoria, con una media de cuatro encuentros al mes. El 40% restante dice tener problemas para obtener satisfacción plena. «Buena parte de estos datos refleja la realidad de muchas personas viudas que han renunciado al sexo por ausencia de sus parejas, especialmente las mujeres», explica.

Claves y beneficios

La sexualidad, dicen los expertos, es un área fundamental e insuprimible en nuestra vida y el sexo es beneficioso en tanto que es fuente de salud y bienestar. Disfrutar de nuestra sexualidad, explica Cintrano, nos ayuda a tener una buena imagen de nosotros mismos, eleva nuestro estado de ánimo y ayuda a protegernos del estrés y de estados emocionales de ansiedad y depresión. Por otro lado, asegura que el sexo en esta etapa de la vida trae consigo numerosos beneficios físicos: ayuda a fortalecer la musculatura y los huesos y a mantenernos en buena forma física, mejora el sistema inmunológico, porque a través de los pensamientos positivos y el buen humor que nos genera potencia la acción de los leucocitos.

Asimismo, contribuye a disminuir la hipertensión arterial y a mejorar la salud cardiovascular. El sexo contribuye a «reducir el dolor» -sea cual sea- porque durante la actividad sexual se liberan endorfinas, sustancias que actúan en el cerebro proporcionándonos placer. «En los hombres además, reduce el riesgo de cáncer de próstata y en las mujeres ayuda a mantener un buen tono de la musculatura pélvica y al buen estado de la vagina en la menopausia», recalca la experta.

No hay que olvidar entonces, que es una etapa más de nuestro desarrollo evolutivo y que tan sólo hay que adaptarse a las circunstancias, pero «es posible una vivencia plena, satisfactoria y sana de la sexualidad», afirma Macías Ramírez. De hecho, algunas ventajas en esta etapa son que los juegos sexuales previos y posteriores cobran más protagonismo y ayudan a ampliar la sexualidad más allá del coito. «Se cuenta con más experiencia y madurez para las fantasías, la erótica, la expresión afectiva y la comunicación».

Y es precisamente en la comunicación, donde quiere incidir Martínez. A los hombres -como hemos mencionado- les cuesta ir al urólogo y las mujeres «no se han dado permiso para explorarse» y ceden muchas veces la responsabilidad de su propio placer al hombre. Por ello, es fundamental la comunicación, enriquecer el momento de las relaciones: que haya flexibilidad en estas, que disfruten del tiempo libre y que haya cambios que enriquezcan la rutina. «La sexualidad es como el termómetro de la pareja», dice. Ésta tiende a completar las relaciones, pero cuando hay conflictos entre las parejas interfiere de forma notable en ella.

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