02 Ago ¿ Y tú, para quién vives?
En estas fechas veraniegas tan propicias para el regreso a los pueblos muchos hombres y mujeres que abandonaron el hogar que les vio crecer para encontrar su lugar en el mundo, se producen los reencuentros con personas de la infancia, la adolescencia o juventud. Aquellas personas que siempre están en nuestra historia de vida por ser las primeras con las que compartimos confidencias o experiencias que acabábamos de descubrir.
En estos reencuentros solemos hacer un pequeño balance de la vida en relación a la familia construida, el orgullo de los hijos, el éxito profesional y económico alcanzado, las enfermedades recientes, etc. En estos balances superfluos, pero que apuntan quién somos, que pensamos, a que le damos importancia, a que dedicamos el tiempo, nos olvidamos normalmente de lo fundamental, de nosotros mismos. Volvemos a nuestras raíces porque nos reencontramos con la esencia de donde partimos.
Volvemos porque allí habita nuestra familia y/o nuestros recuerdos primeros. Volvemos más cuando nos hacemos más mayores porque regresan a nuestra mente imágenes que habíamos olvidado, y brotan las emociones que han conformado nuestro ser y son el alma de la vida.
Sabina canta “que no te vendan amor sin espinas” y la vida es eso, una rosaleda hermosa, con rosas de colores, texturas y olores inimaginables que nos hacen felices, pero tienen espinas. Espinas pequeñas y grandes, todas diferentes que hay que aprender a esquivar o afrontarlas con todas las consecuencias.
EL TIEMPO QUE TE QUEDE LIBRE, SI TE ES POSIBLE, DEDÍCALO A TI
Nos pasamos la vida luchando por sobrevivir, por lograr llegar a jubilarse, con pensión. Nos enseñan desde bien pequeños las responsabilidades, la importancia del trabajo bien hecho, el ahorro, el valor de la familia, la amistad… pero se enseña poco la importancia de lograr los sueños, de sentirse bien con uno mismo, de mirar atrás y estar satisfecho con lo vivido.
Valoramos poco lo que ya tenemos y no nos enseñan, o no queremos aprender que nos sobra casi todo lo que poseemos para ser feliz. Antes de que sea tarde hay que aprender a quererse, a valorarse y a compartir los buenos momentos, y el tiempo que nos quede libre, dedicarlo a uno mismo, para seguir soñando, aprendiendo, participando y comprometiéndose con la sociedad y con los tuyos.
Cuando ya se han cumplido los 65 se es más feliz que con 25 años, y ello se debe a que nos importa bastante me nos lo que opinen de nosotros.
Lo que importa es llenar los años de vida, y la vida es vida, y además es nuestra, hasta el último de los segundos.
BOLETÍN EXPERTOS EN VIVIR
Por Ana Isabel Esteban
Presidenta de Solidaridad Intergeneracional