Volver al trabajo y los niños sin cole: un problema de conciliación sin precedentes.

Volver al trabajo y los niños sin cole: un problema de conciliación sin precedentes.

Con las escuelas y guarderías cerradas, la reincorporación progresiva de los trabajadores a sus puestos laborales preocupa a muchos padres y madres.

Nacho Meneses

Para Rubén y Mercedes, empleados de una gran compañía y padres de dos hijos de dos y seis años, la vuelta al trabajo no será tan problemática como para muchos otros. Radicados en Vigo, y sin escuelas, guarderías o ludotecas abiertas debido a la pandemia, no tienen con quién dejar a sus hijos una vez que se produzca su reincorporación efectiva a sus puestos de trabajo, el próximo día 11. Pero al menos consiguieron que la empresa escuchara su situación y les permitiera un cambio de turno y reducción de jornada, para que los pequeños estén siempre acompañados. Otros, en cambio, no están teniendo la misma suerte, y Rubén se pregunta: “Hubo mucho interés con que los menores salieran a dar un paseo, pero ahora no veo preocupación en ningún sitio por cómo se va a conciliar. La noticia está en si abren los bares o las peluquerías, pero, si todos volvemos al trabajo, ¿con quién se quedan los niños?”

En lo que llevamos de aislamiento, en el 62 % de los hogares al menos uno de los padres ha podido permanecer en casa para teletrabajar y cuidar así de sus hijos, de acuerdo con un estudio realizado por Yoopies. Del resto, aquellos que económicamente puedan permitírselo podrían contratar a un cuidador o cuidadora. Pero, en medio de la crisis del coronavirus, ni siquiera eso es sencillo, bien porque estos han de cuidar a sus propios hijos o bien porque no quieren correr el riesgo de llevarse el virus a casa. Un dilema con el que ya están tristemente familiarizadas familias como las de los sanitarios “que, desde el primer día, tuvieron que dejar a los niños con sus abuelos, un grupo de riesgo, y llevan mes y medio sin verlos; o personas que trabajan en servicios esenciales y que han estado poniendo en peligro a sus familias sin el apoyo de escuelas ni nada, un servicio que sí ha estado disponible en otros países de Europa”, recuerda Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres.

¿Y qué hay de los colegios?

De acuerdo con el plan de vuelta a la nueva normalidad, se ha dicho que los centros abrirán para prestar apoyo de los niños hasta los seis años, en el caso de que ambos progenitores deban acudir a su puesto de trabajo. Pero ¿es siquiera esto factible? “Muchas familias que están en esas circunstancias no quieren poner en peligro a sus hijos. Se requiere que se mantenga la distancia de seguridad, pero ¿van a estar los colegios preparados para eso? ¿Somos todos conscientes de cómo son los pequeños a esa edad?”, reflexiona Baena. Una tarea virtualmente imposible para las escuelas infantiles, donde la cuidadora tiene que coger a los niños con frecuencia. Y las dudas van más allá: ¿qué ocurre con aquellos entre seis y 16 años?

La brecha de género en aumento

La perspectiva de conciliación en las semanas y meses que vienen no es para nada halagüeña, y las principales perjudicadas, de acuerdo con Baena, serán las madres, que están soportando ahora los roles de trabajadora, cuidadora y ama de casa. “Al principio del confinamiento me llegó el correo de una chica cuyo jefe le decía que había visto, a través de la plataforma, que estaba habiendo interrupciones y que no había un continuo en su jornada laboral; y que si seguía así iba a tener que volver a trabajar físicamente: “Entiendo que tienes hijos, pero tenemos que cumplir con los horarios y los objetivos… ¿Perdona?”. El cuidado, añade, va a ser más femenino que nunca, y cuando no sea posible el teletrabajo, serán las mujeres las más presionadas para renunciar, lo que podría ocasionar un retroceso en los avances conseguidos para reducir la brecha de género.

El Club de Malasmadres usó su canal de Instagram para conocer la realidad de su comunidad de seguidoras, y las muchas respuestas recibidas se dividían en tres grupos: aquellas madres que han optado por renunciar, las que intentan teletrabajar o las que recurrirán a la ayuda de abuelos o abuelas. “Ya hay mujeres que, al tener que volver físicamente a sus puestos de trabajo, están pidiendo excedencias, reducción de las horas de trabajo y, en el peor de los casos, la renuncia total al empleo. Hay quien económicamente no puede renunciar, pero que tendrá que ajustarse al máximo para subsistir como puedan”, explica Baena.

En un país donde la conciliación se apoya estructuralmente en la ayuda familiar de los mayores, también hay quienes, a pesar de los evidentes riesgos de contagio, no tendrán otro remedio que tirar de los abuelos y las abuelas, ante la alternativa de perder el trabajo y no llegar a fin de mes en circunstancias como las actuales.

Colaboración de las empresas

La conciliación, no obstante, tiene muchas aristas y es necesario abordarla desde enfoques diferentes: el gubernamental, generando medidas para los ciudadanos; el de la negociación colectiva; el de la concienciación y la presión social… Y entre esos múltiples actores, el papel de la empresa resulta fundamental: “Se trata de que se sienta concernida y comprometida con el problema, y de que ayude al Gobierno en esa tarea. Eso puede ser menos necesario en países como Dinamarca o Suecia, con un Estado del Bienestar fuerte; pero en otros como España, Italia o Latinoamérica, se requiere la colaboración público-privada”, asegura Roberto Martínez, director de la iniciativa EFR en la Fundación Más Familia.

Las más de 700 empresas que cuentan con el certificado EFR (Empresa Familiarmente Responsable) de Más Familia están empezando a generar protocolos de desescalada que tienen en cuenta a los trabajadores con hijos, a los que se va a dar unas medidas de conciliación especiales durante la pandemia. Entre ellas, “la de una incorporación sucesiva; apostando de inicio por un 20-30 %, para luego ir completando y llegar al 100 % para septiembre u octubre. Y en ese porcentaje inicial, no se incluye a las personas con hijos, para que puedan seguir trabajando desde casa”, argumenta Martínez.

Por otro lado, aquellos que no tengan más remedio que acudir presencialmente podrán elegir turno y acceder a jornadas intensivas, para facilitar la coordinación y el cuidado del menor con el otro progenitor. “Y luego, hay casos en los que no hay más remedio que optar por las reducciones de jornada; trabajo menos horas y cobro menos, pero no me desvinculo y me apaño para organizarme con mi pareja”, añade.

En muchos casos, estas empresas EFR practican lo que ellas mismas llaman “escucha activa para el bienestar emocional”, evaluando cómo están viviendo el confinamiento sus empleados a través de encuestas que les permiten conocer la realidad de cada uno. “Uno da por sentado que todos tienen un ordenador por cada miembro de la familia, que el WiFi funciona, que cada uno dispone de un pequeño espacio para trabajar… Y ahí estamos sacando ya las primeras conclusiones”, explica Martínez. “Luego viene la detección de casos puntuales (en torno al 3 o 4 %) de gente que lo está pasando francamente mal. Ahí es donde las empresas están dando un segundo paso, ofreciéndoles una ayuda más personalizada, incluso con tratamiento psicológico”.

¿Qué puede pedirse?

Para esos casos en los que sea necesario optar por una renuncia o excedencia, apunta Baena, sería necesario aportar una ayuda retribuida, y también conocer “en qué condiciones van a abrir los colegios, porque se ha hablado de clases de refuerzo para todas las edades, pero no se ha dicho ni cómo, ni cuándo, ni dónde: «Los profesores están trabajando muchísimo pero sin dirección porque no les dan medidas claras”.

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