14 Ene Vamos a menos
España afronta a una tormenta demográfica perfecta: emigración, envejecimiento y baja natalidad.
A partir de 2018, se registrarán más muertes que nacimientos
Charo Nogueira
La tormenta perfecta, y sin perspectivas de que amaine. La crisis económica va a pasar una fuerte factura demográfica a España, que perderá población de forma sostenida en el medio siglo que viene: de los 46,2 millones de ahora a los 41,5 en 2052, un 10,2%. El panorama es sombrío. No solo la emigración superará con creces a la inmigración —alentada por la bonanza, fue el pulmón del crecimiento de la cifra de habitantes—. También las muertes se impondrán a los nacimientos a partir de 2018, es decir, dentro de seis años. Este paisaje de largo invierno demográfico —y no solo por el aumento del envejecimiento y el desequilibrio entre jóvenes y mayores—, quedó ayer trazado en las proyecciones de población 2012-2052 que difundió el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Las previsiones, hechas a partir de las estimaciones demográficas más recientes, proyectan en gran medida la negrura de los datos actuales hacia el futuro. Este año saldrán de España 558.175 personas, un 9,9% más que el año pasado y llegarán 376.696, un 17,7% menos. Es decir, habrá un saldo migratorio negativo de 181.479: es más del triple del registrado el año pasado —50.090—. Y así seguirán las cosas si las previsiones se cumplen: las salidas solo bajarán del medio millón en 2020 y se mantendrán por encima de las 400.000 anuales hasta 2046. En paralelo, las llegadas aumentarán a un ritmo suave hasta superar las 400.000 por año a partir de 2022 y marcarán su cénit en 2051, con 450.665.
En los próximos 30 años habrá un saldo migratorio negativo [más salidas que llegadas]. Hacia 2040 podría volverse positivo, pero aún así no compensaría el saldo vegetativo negativo [diferencia entre nacimientos y muertes]”, detalla Miguel Ángel Martínez Vidal, subdirector del INE. El declive demográfico se pinta como irremediable si no cambian las circunstancias actuales, sobre todo las económicas, que atraen o expulsan población según los expertos. Con todo, los demógrafos son cautelosos ante las proyecciones a más de diez años vista y el INE puntualiza que la validez de los pronósticos depende del mantenimiento de las tendencias de partida.
“Lo que ha cambiado radicalmente es la inmigración. En 2007 entró en España casi un millón de extranjeros”, plantea el subdirector del INE. Pero el país ha perdido su principal atractivo para los inmigrantes: el auge económico que demanda mano de obra. Con la cuarta parte de la población activa en paro, no solo vienen menos extranjeros, sino que parten cada vez más residentes, según las estimaciones del INE. Para la próxima década prevé 3,9 millones de llegadas frente a 5,2 millones de partidas. Aunque el INE no precisa nacionalidades, en sus estadísticas sobre la materia ha fijado la proporción de emigrantes que han nacido en España entre el 12% y el 14% del total. En sus proyecciones, Estadística calcula que, en los próximos 40 años saldrán de España 18,1 millones de personas y llegarán 16,7. Procederán sobre todo de la Unión Europea (4,9 millones), Sudamérica (3,7) y África (3,5).
“Las proyecciones son hijas de su tiempo y ahora se ha instaurado el pesimismo demográfico. Los resultados son impactantes, pero solo son fiables a corto plazo”, matiza Joaquín Recaño, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. “La clave, y la gran incógnita, es la emigración”, plantea. A juicio de este demógrafo, “se ha instalado un nivel de emigración difícilmente sostenible”. Considera que los datos pueden estar inflados, en parte por la limpieza de padrón —los extranjeros deben renovar su inscripción padronal, y de no hacerlo, se les da de baja—.
“Yo no me creo estas proyecciones, porque no tienen en cuenta el efecto que puede tener la propia evolución demográfica sobre el mercado laboral. Prevén, por ejemplo, que en 2052 casi haya unos nueve millones de personas menos entre 25 y 64 años. Así, no se podrían cubrir los puestos de trabajo actuales”, critica el demógrafo y economista Juan Antonio Fernández-Cordón. “Tratan la demografía como si no estuviera en contacto con la economía”, añade.
En el INE defienden sus números. “Se ha juntado un poco todo. El deterioro económico pasa factura, pero a ello se suma la estructura de la población española”, detalla Martínez Vidal. Se refiere, en gran medida, a la baja natalidad prevista. “Por una parte, la caída de los nacimientos, que tiene su origen en la crisis de fecundidad de los años ochenta y noventa del pasado siglo y que ha provocado que haya menos mujeres en edad fértil, aunque prevemos que tendrán una fecundidad algo mayor que ahora. Por otro lado, habrá un incremento de la longevidad. El envejecimiento aumentará”, apunta Martínez Vidal.
El INE pronostica “un paulatino descenso” de la natalidad. En 2021 nacerán 375.159 bebés, un 20% menos que el año pasado. La cifra remontará en 2030, pero solo durante una década. Así, en los próximos 40 años nacerán 14,6 millones de niños, casi una cuarta parte menos que en las cuatro décadas anteriores. Y pinta este escenario dando por hecho que se mantendrá la tendencia “ligeramente favorable” de la natalidad de los últimos diez años. Espera que el promedio de hijos por mujer suba del 1,36 actual al 1,51 dentro de dos décadas, y ello pese a que se mantendrá la tendencia a retrasar la edad de maternidad.
El envejecimiento está servido, y “no es ninguna sorpresa”, recuerda Recaño, pero ahora la emigración también contribuye a ello, plantea. En 2052, si se cumplen las previsiones, España tendrá casi dos millones menos de niños por debajo de los 15 años —“el deterioro económico también pasa factura a la fecundidad”, plantea Recaño—, 7,2 millones más de mayores de 64 años —serían el 37% de la población— y 9,9 millones menos de ciudadanos entre 16 y 64 años. Este desequilibrio estructural entre jóvenes y mayores, que se arrastra desde hace años, se ve empujado en parte por el saldo migratorio negativo: las mujeres extranjeras han hecho una notable aportación a la natalidad y la población extranjera, más joven, rebaja la edad media de los residentes. Así las cosas, en 2022 habrá casi seis personas potencialmente inactivas —niños o mayores— por cada 10 en edad de trabajar. Dentro de 40 años habrá casi un ciudadano en edad de trabajar por cada uno sin condiciones para hacerlo, según la previsión. Mientras, la esperanza de vida seguirá en aumento: 86,9 años para los varones al nacimiento y 90,7 para las mujeres en 2051. En los últimos años aumenta a un ritmo cercano al trimestre por año.
Los desequilibrios serán especialmente patentes en las comunidades donde las defunciones superarán a los nacimientos —ocurrirá desde ahora hasta 2021 en Galicia, Castilla y León, Asturias, País Vasco, Aragón, Extremadura, Cantabria y la Rioja—. Comunidad Valenciana, Canarias, Castilla-La Mancha, Navarra y Cataluña también se encaminan hacia esa situación. En 2022, solo tendrán más población que ahora Andalucía, Baleares, Canarias, Murcia, Ceuta y Melilla, según el INE.
“España ha dejado de ser tan atrayente como fue para los extranjeros, pero las migraciones son el termómetro más rápido de los ciclos económicos, seguidas de la fecundidad”, reflexiona Recaño. De ahí que esos datos vayan a ser un buen indicador de si realmente aparecen, o no, brotes verdes en lontananza. Y es que demografía rima con economía.
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