31 Ago Una ventana contra la soledad de los ancianos.
Una gran cristalera sirve a los internos de una residencia de Barcelona para mantener el contacto con sus familias.
Aldo Nicolai
Nunca pensaron que el gran ventanal que separa el patio de la residencia de la calle serviría un día para combatir la soledad. Tras meses de aislamiento de los ancianos en los geriátricos y con las visitas restringidas, los mayores que viven en la residencia Centre Parc del barrio barcelonés de Sants se sienten aliviados de contar, al menos, con una ventana para comunicarse con los suyos.
El recinto tiene un patio con una vidriera que da directamente a la calle. A través de ella, residentes y familiares pueden encontrarse, separados por apenas unos centímetros. Algunos parientes charlan largo rato con sus mayores, cara a cara, pero por el móvil; otros pasan a saludarles varias veces al día para que no se sientan solos.
Manoli Lafuente, de 64 años, es una de las personas que acude al lugar, en la avenida de Madrid. Unas tres veces por semana, desde marzo, visita a su madre siguiendo la misma dinámica. Ella, con su teléfono desde fuera, y su progenitora, dentro, al otro lado del cristal. Conversan durante casi una hora. Lafuente le enseña fotografías de su nieto. Agradece tener la oportunidad de poder verla. Ya conoce los horarios para encontrarse con ella. “Cada día nos llamamos en muchas ocasiones. Dice que el móvil es para ella como un amigo, y me llama cada vez que se acuerda de alguna cosa”, cuenta.
El centro también presta teléfonos y facilita las videollamadas
El director de la residencia Centre Parc, Eduardo Badia, explica que los familiares comenzaron a acudir espontáneamente al ventanal desde los primeros días en los que se pudo salir a la calle para dar paseos tras el confinamiento. Detalla que en el interior deben mantener ahora grupos de menos de 20 personas, así que van rotando a los residentes por los diferentes salones del inmueble. “Cada día le toca delante del ventanal a una planta. Un día sí y otro no”. El centro presta además teléfonos a los mayores para que se puedan comunicar con sus familias y también ofrece un sistema de videollamadas a quien lo necesite.
Badia menciona que los turnos no son estrictos, si alguien llama porque se le complica ir la jornada en que a su familiar le toca ventana, y prefiere ir otro día en concreto, se busca la manera de que se puedan ver: “Es muy importante para el residente continuar teniendo relación con su familia. Por no decir imprescindible. Es lo único que tienen”. El director apunta que el lunes pasado reabrieron las visitas presenciales en el jardín, siempre con cita previa. Pero muchos siguen prefiriendo los saludos, más seguros, desde la calle. “Hacemos el máximo para que ellos tengan el mayor contacto dentro de lo que la normativa nos permite”, añade.
Dolors Vila se decanta aún por la opción acristalada. Acompañada de su marido, visita a su padre, Jaume Vila, de 87 años. “De esta manera, podemos tener un hilo conductor de comunicación casi diaria, es muy importante para él”, dice. Sus hermanos, que viven fuera de Barcelona, hacen videollamadas. Vila cuenta que su padre estuvo ingresado tres meses y medio en un centro sociosanitario, hasta finales de junio, cuando llegó al Centre Parc. Durante todo ese periodo no se pudieron ver. Aunque sea con un vidrio mediante, “al menos, ahora sabemos cosas que vive y podemos explicarle asuntos que le interesan”, cuenta su hija.
Minutos después del mediodía, los mayores son llevados a otra parte del edificio. Los visitantes comienzan a despejar la zona. Mañana será el turno de otras familias.