Un modelo de hombre que queremos las mujeres

Un modelo de hombre que queremos las mujeres

Pocos hombres ponen sus ojos en los tuyos, escuchan y se interesan por conocer tus opiniones o propuestas y ofrecen un tiempo para hacer posible tus sueños. La mirada de Salvador Pineda era honesta, respetuosa, amable y con chispa. Escuchaba con el corazón y entregaba su experiencia, sus buenas artes para el diálogo y la cooperación, siempre que fuese para mejorar la vida de la gente del campo, de las personas jóvenes emprendedoras, de las mujeres que luchan  por su espacio público, sus derechos, sin olvidar a quien sufre discriminación sea cual sea la razón… Salvador se levantaba cada día con la ilusión de hacer feliz a la gente y a su gente.

Un día su hija Saray le dijo que el coche que había comprado, -del que Salvador estaba orgulloso por haberlo adquirido al fabricante a buen precio- le parecía horroroso y a ella el que le encantaba era un Kuga. Saray se lo recordaba a menudo y buen día Salvador pensó: si mi hija va a ser más feliz, cambio el coche.  Y lo hizo. Se deshizo del primero, perdiendo y adquirió el que le gustaba a Saray.

Salvador ofrecía una visión más atractiva, relevante y dinámica del medio rural gaditano, donde nació y creció. Una mirada alimentaria moderna para un tiempo tecnológico y globalizado. En COAG le conocí y me abrió las puertas de su Cádiz, de par en par.

Deseo destacar la confianza que le brindó la Consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía para que fuese su asesor, un apoyo incondicional, leal y honesto para que sus ojos viesen lo que ella no podía ver, algo en lo que Salvador era un especialista nato, el lenguaje no verbal. Ello puede apreciarse en otra mujer “pequeña y discreta que pasa desapercibida a los ojos de la mayoría”, pero no para Pineda que me decía “fíjate en ella, habla poco pero sabe escuchar y dar buenos consejos”. Es una gran facilitadora, nos une con lazos invisibles, es amiga de sus amigos y la compañera de vida de su amigo del alma Piri.

Hace unos años le propusimos a Salvador Pineda formar parte de un nuevo proyecto social que había surgido años atrás, Solidaridad Intergeneracional, que no pasaba por sus mejores momentos, y él dijo si, contar conmigo para apoyar a las personas mayores rurales, a sus familias cuidadoras, a las personas dependientes o con discapacidad. Son nuestra gente, de ahí venimos y nadie mejor que nosotros para ofrecerles todo lo que hemos aprendido. Desde entonces siempre ha estado a mi lado en esta tarea, sin necesitar estar delante, sin necesidad de protagonismo, ofreciendo siempre su bien más preciado, su ilusión, su esfuerzo, su compromiso.

A Salvador Pineda no solo le mató la enfermedad, también los desprecios inmerecidos, el maltrato que le ocasionó la llamada “justicia” a su familia durante demasiado tiempo. Para una persona sensible como él, le resultaba insoportable vivir viendo como lesionaban injustamente día a día a su familia, asu Carmen. Una mujer que se ha esforzado por seguir creciendo en el infortunio y que como ella dice ha tenido la fortuna de compartir 40 años con él y crear una hermosa familia.

Hombres como Pineda son los que se hacen querer y en particular por las mujeres independientes, rebeldes, luchadoras, esas que algunos gritan “las feministas” y lo único que queremos es la igualdad real. Mujeres que luchamos por abrir camino y ver la igualdad real. Mujeres que queremos a hombres como Salvador porque nos miran a los ojos y comparten la vida olvidándose de quién es hombre y quién mujer.

El dolor de la muerte temprana de un ser querido te enseña a priorizar en la vida, a vivir al día, sin dejar para mañana un te quiero, un abrazo, una llamada de WhatsApp. Tengo el dolor de una pérdida insustituible, como tantos otros amigos y familiares, y la paz de haberle dado en vida, un poco de esperanza, cariño, confianza y apoyo familiar, como tantas veces él hizo con otras personas.

Estamos hechos de recuerdos y en ellos vivirás siempre Salvador.

 

Ana Isabel Esteban

Presidenta de Solidaridad Intergeneracional



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