Un análisis de sangre puede calcular la edad real de nuestros órganos y cuál está más envejecido.

Un análisis de sangre puede calcular la edad real de nuestros órganos y cuál está más envejecido.

Se puede predecir el riesgo de sufrir una enfermedad relacionada con ese órgano.

Laura Moro

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La edad cronológica la determina nuestra fecha de nacimiento y no tiene por qué coincidir con la edad biológica, que es la que realmente tiene nuestro cuerpo. Sabiendo esto, los científicos aseguran que, además de no tener por qué coincidir, la biológica podría servirnos de ayuda para predecir cómo será nuestra calidad de vida cuando nos hagamos mayores.

De hecho, una reciente investigación publicada en la revista Nature ha demostrado que con un simple análisis de sangre se puede calcular la edad biológica de cada órgano y prevenir enfermedades: «Podemos estimar la edad biológica de un órgano en una persona aparentemente sana. Eso, a su vez, predice el riesgo de que sufra una enfermedad relacionada con ese órgano», asegura el autor principal del estudio, Tony Wyss-Coray, catedrático de Neurología en Stanford Medicine.

Para llegar a esta conclusión, un equipo de investigadores estadounidenses de la institución llevaron a cabo un estudio con 5.678 personas, donde han podido comprobar dos cosas: que no todos nuestros órganos envejecen al mismo ritmo, y que el envejecimiento no tiene por qué ser igual entre dos personas de la misma edad, haciendo que el riesgo de padecer enfermedades también sea diferente. Es más, el equipo asegura que una de cada persona mayor de 50 años que están sanos, tiene al menos un órgano que envejece a un ritmo mayor que el resto.

Durante la investigación, el equipo diseñó un algoritmo propio para medir los niveles de casi 5.000 proteínas en sangre de las personas. De todas ellas, alrededor de 1.000 se originaban en un órgano y fueron capaces de relacionar los niveles anómalos de estas proteínas con el envejecimiento acelerado: «Numerosos estudios han presentado cifras únicas que representan la edad biológica de los individuos –la edad implícita en un sofisticado conjunto de biomarcadores– frente a su edad cronológica, es decir, el número real de años transcurridos desde su nacimiento», matiza Wyss-Coray.

Además, también crearon un algoritmo gracias a la Inteligencia Artificial para que fuera capaz de adivinar la edad de las personas, basándose en estos niveles de proteínas. Tal y como explican, el algoritmo elegía las proteínas que mejor encajaban con el rasgo de interés en cuestión, que en este caso era el envejecimiento acelerado.

Una de cada 60 participantes tenía dos órganos que envejecían más rápido

Por otro lado, se centraron en el corazón, grasa, pulmón, sistema inmunitario, riñón, hígado, músculo, páncreas, cerebro, sistema vascular e intestino, y midieron los niveles de proteínas específicas de cada órgano en la sangre de cada uno de los participantes.

“Cuando comparamos la edad biológica de cada uno de estos órganos para cada individuo con sus homólogos entre un gran grupo de personas sin enfermedades graves evidentes, descubrimos que el 18,4 % de los mayores de 50 años tenían al menos un órgano que envejecía significativamente más rápido que la media. Y descubrimos que estas personas corren un mayor riesgo de sufrir enfermedades en ese órgano concreto en los próximos 15 años«, comenta el autor principal.

Además, aseguran que solo una de cada 60 participantes, tenía dos órganos que envejecían a esta velocidad, lo que, en palabras de Wyss-Coray, significa que «tenían 6,5 veces más riesgo de mortalidad que alguien sin ningún órgano pronunciadamente envejecido».

Sabiendo que no todos los órganos envejecen al mismo ritmo, el equipo dio un paso más, y quiso saber la diferencia de edad entre la edad real y la estimada a partir del algoritmo. Los resultados concluyeron que había mucha diferencia en 10 de los 11 órganos, lo que se asocia con mayor riesgo de muerte (entre un 15% y un 50%) en los siguientes 15 años.

Centrándose en órganos concretos, aquellas personas con un corazón más envejecido, no tenían ninguna enfermedad o biomarcadores anormales, pero tenían un riesgo de insuficiencia cardiaca 2,5 veces mayor al de las personas con un envejecimiento normal del corazón.

En cuanto al cerebro, tenían 1,8 veces más probabilidades de sufrir deterioro cognitivo en cinco años que los cerebros no envejecidos. Y es precisamente este órgano y el sistema vascular el que podría ayudar a predecir el riesgo de tener demencia.

“El seguimiento de la salud de órganos concretos en personas aparentemente sanas nos permitirá detectar los órganos que envejecen de forma acelerada y tratar a los pacientes antes de que enfermen”, concluye el autor principal.



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