02 Mar «Todas las mujeres se enfrentan en algún momento de su vida a la falta de confianza».
La periodista Elisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne de Montarlot hablan en «El síndrome de la impostora» sobre este fenómeno, y por qué afecta más a las mujeres.
Aunque el sindrome del impostor puede sufrirlo cualquiera (ya saben, aquello de no creerse la valía propia, no sentirse lo suficientemente inteligente para realizar un trabajo, dudar de nuestras capacidades…) se suele dar con más frecuencia entre las mujeres. Por ello, desde que las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes acuñaron el término en el año 1978, la mayoría de los estudios realizados sobre ello se han llevado a cabo entre la población femenina.
«¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?» es la pregunta que se hacen la periodista Élisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne de Montarlot en «El síndrome de la impostora» (Península), un libro en el que desgranan el porqué de esa falta de confianza en sí mismas que experimentan hasta las mujeres que aparentan ser muy seguras. Buscan las causas de este fenómeno, cómo cada mujer tiene una experiencia diferente con ello y se dan diferentes tipologías de impostoras, y qué se puede hacer para llegar a buen término con este sentimiento de impostora e ir ganando confianza en una misma.
Hablamos con las autoras en ABC Bienestar sobre cómo influye la experiencia pasada en la confianza personal, qué se puede hacer para paliar la falta de confianza y cómo no solo afecta al plano profesional, sino también extiende sus tentáculos por las relaciones románticas o familiares.
¿Qué es exactamente el síndrome del impostor?
El síndrome de la impostora es una falta particular de autoconfianza que te hace temer a todo: miedo a ser expuesto o desenmascarado, miedo a fallar, miedo a no estar a la altura de la situación. Este sentimiento nos impide interiorizar nuestros logros, atribuirnos nuestros éxitos a nosotros mismos, nos da la impresión de no ser «suficientemente buenos», de usurpar un puesto sin merecerlo («¿Qué me da derecho a estar ahí?»), etc. Siempre que haces algo bueno, se explica por razones externas, como el azar o la suerte, y cuanto más éxito tienes, más dudas de lo que has logrado.
¿Todas las mujeres sufren, aunque sea un poco, el síndrome de la impostora?
Sin duda, todas las mujeres se enfrentan, si no al síndrome de la impostora, al menos a la falta de confianza en sí mismas en algún momento de su vida. Esto puede venir de nuestra infancia, de las miradas de nuestros padres o de mandatos sociales que dificultan la vida de las mujeres: eres delgada, o demasiado musculosa, estás en una relación, o no lo estás, necesitas ayuda con hijos, o no, etc.
¿Cómo influye la educación que reciben de pequeñas las mujeres en esta desconfianza en ellas mismas?
En la infancia, la idea de que no éramos lo suficientemente bonitas, de que no éramos competentes, de que éramos más débiles que nuestro hermano, por ejemplo, nos hace desarrollar creencias que nos limitan, estrategias compensatorias para ser amados y apreciados. Y esto nos envenenará en nuestra vida adulta. También hay, por ejemplo, frases asesinas escuchadas en la infancia que nos condicionan. Una mirada parental crítica o condicional en función del éxito, o el ser etiquetado y enmarcado (y encerrado) en un rol. Todos estos factores debilitan la autoestima. Pero uno puede haber tenido unos padres muy críticos y superarlo. O al contrario, uno puede haber tenido unos padres tan cariñosos que están tan convencidos de que fuimos excepcionales y por lo tanto, siempre tendremos miedo de decepcionarlos…
¿Por qué muchas mujeres tienden a disculparse constantemente, incluso cuando no es necesario?
Ah, el famoso «Lamento molestarte, pero …». Cuando las mujeres se sienten ilegítimas, fuera de lugar, constantemente se disculpan, casi como si se disculparan por vivir. O por ocupar espacio. Como las niñas pequeñas han sido entrenadas para ser sabias y comprensivas, tan pronto se salen de este papel, se disculpan.
¿Qué pequeños hábitos podemos adoptar para reapropiarse de esa confianza?
Podemos escribir una lista de todas nuestras hazañas. Al releerlo, nos damos cuenta de lo que somos capaces. También podemos practicar la política de los pequeños pasos. Si bien es difícil usar la violencia para ser atrevido, puedes dar un paso fuera de tu zona de confort todos los días. Por último, podemos rodearnos de personas afectivas y modelos a seguir que nos inspiren.
¿Cómo se traslada este sentimiento en el plano del amor?
Cuando carecemos de confianza en nosotros mismos, efectivamente esto puede afectar a nuestras relaciones. Cuesta creer que una persona pueda estar interesada en nosotros y esto lamentablemente es bastante común. Si tuvimos una infancia marcada por la crítica o una mirada condicional, la relación con uno mismo estará predispuesta a ese tipo de comportamientos: uno se sentirá indigno de ser amado. Es difícil amar a otro cuando no te amas a ti mismo. Y eso sin contar los mandatos sociales sobre la imagen corporal y los discursos históricos sobre la relación con el sexo para las mujeres. Cuando internalizamos estos discursos degradantes, tememos la privacidad.
¿Consideráis que, desde la explosión del #MeToo, se habla más de este «síndrome» y, de alguna manera, se dan más herramientas para sobrellevarlo?
La explosión del #MeToo ha destacado sin lugar a dudas el maltrato a las mujeres, ya sea por el patriarcado, la propia historia o los mandatos sociales. Y esto debe servir para liberarnos de la culpa, para hacernos comprender que la falta de confianza no es solo la expresión de la timidez o la incapacidad para reafirmarse, sino un patrimonio histórico, cultural, social o familiar. Cuando comprendes el origen de las cosas, tienes más armas para combatirlas.