TDAH: Por qué a los padres les cuesta tanto dar el paso de medicar a un niño con este trastorno.

TDAH: Por qué a los padres les cuesta tanto dar el paso de medicar a un niño con este trastorno.

Es importante que las familias entiendan en qué puede ayudar la medicación y cómo se integraría dentro de un plan de acción más amplio.

2025. ABC

Carlota Fominaya

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Cuando llega el diagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) a casa, se despiertan un montón de emociones en las familias. La mayoría suele aceptar de buena gana la terapia cognitivo-conductual, pero también es habitual que muchas otras presenten cierto rechazo o miedo a la hora de medicar al menor.

«Aceptar una terapia psicológica suele resultar más fácil, porque la perciben como algo más natural. Pero cuando se menciona la medicación, es normal que surjan dudas, incluso resistencia», admite Sonia Martinez. fundadora y directora de los Centros Crece Bien, donde tratan y ayudan a muchos niños con este tipo de dificultades.

En estos casos, explica, «lo primero que hacemos es acompañar desde la información y el respeto. No imponemos nada, ni presionamos. Les escuchamos. Les ayudamos a entender por qué el psiquiatra lo ha propuesto, en qué puede ayudar la medicación y cómo se integraría dentro de un plan más amplio. Cada decisión es personal, pero creemos que cuando se comprende bien el motivo y se siente acompañamiento, los miedos bajan mucho».

¿Cuáles suelen ser las reacciones que ven en su centro cuando llega el momento de medicar a un niño? ¿Qué miedos o dudas aparecen cuando se pone sobre la mesa la necesidad de que un menor tome medicación?

Los más frecuentes son: «¿Y si se vuelve dependiente?»; «¿Será una solución rápida, en lugar de ir al origen del problema?» «¿Y si tiene efectos secundarios graves?» Y todos esos miedos son legítimos. Lo que intentamos transmitir es que la medicación no es ni buena ni mala por sí sola, lo importante es si es adecuada para ese niño, en ese momento, y dentro de un enfoque global. No es una varita mágica, pero en algunos casos puede ser la pieza que permite al niño beneficiarse del resto de herramientas. Una «muleta» temporal.

En cualquier caso… Si un padre lee los prospectos de la medicación para el TDAH (como de cualquier otro medicamento, por otro lado), es entendible que le entre miedo.

Totalmente de acuerdo. Leer un prospecto sin el acompañamiento adecuado puede asustar a cualquiera. Por eso siempre recomendamos hablar directamente con el psiquiatra que ha hecho la pauta, resolver todas las dudas, y entender que el balance entre los posibles efectos y los beneficios reales se observa en el día a día del niño, no solo en el papel.

Y hay algo más importante: si se ha recomendado medicación, no es porque el niño «esté peor» que otros, sino porque su estado emocional o atencional necesita una ayuda extra para poder avanzar. Es como si un niño necesitara gafas para leer bien. No significa que sea menos capaz, sino que con la ayuda adecuada puede desplegar todo su potencial.

De media… ¿Cuánto suelen tardar las familias en empezar a medicar al niño, una vez está pautado por el profesional?

Depende mucho de cada familia. Algunas necesitan días para procesarlo, otras semanas o incluso meses. En general, las que se sienten bien informadas, acompañadas y escuchadas suelen decidir antes. Las que se sienten presionadas o inseguras, tardan más, y eso es totalmente comprensible. Lo importante es tomar una decisión con calma, seguridad y confianza en el equipo que acompaña al niño.

¿Cómo hay que acompañar a estas familias?

Con mucha empatía y sin juicios. Es fundamental que sientan que no están solos. A veces, solo necesitan que alguien les diga: «Es normal que tengas miedo. Estás tomando una decisión importante y estás pensando en lo mejor para tu hijo». Además, ofrecer espacios para resolver dudas, compartir experiencias de otras familias, y mantener un canal de comunicación abierto con el psicólogo, el psiquiatra y el centro educativo, les da una red de seguridad que ayuda muchísimo.

¿Suelen consultar a más de un profesional antes de tomar esa decisión de medicar?

Sí, en muchos casos sí. Y no está mal. Consultar una segunda opinión es una forma de buscar tranquilidad y confirmar que se está tomando una buena decisión. Lo que les aconsejamos es que, si lo hacen, lo hagan con profesionales de confianza y dentro de un enfoque coherente, no buscando la respuesta que desean oír, sino la más útil para su hijo.

¿Cuál debe ser el papel de la pareja, la escuela… etc.?

Es clave que todos los adultos que rodean al niño estén coordinados y remando en la misma dirección. Cuando uno de los progenitores está de acuerdo y el otro no, o si en el cole lo ven como algo negativo, el niño acaba en medio de un conflicto que le genera más inseguridad. Nuestro consejo es que se hable abiertamente entre padres, con el cole y con el equipo terapéutico. El objetivo es común: ayudar al niño a estar bien, a aprender, a relacionarse y a disfrutar de su vida. Cuanta más coherencia haya, más beneficios tendrá cualquier intervención, incluida la medicación.

A veces, llegados a cierta edad, son los propios niños los que rechazan la medicación.

Sí, y es muy importante escucharles. Muchos niños dicen cosas como «yo no quiero tomar eso», «¿es que estoy mal?», o «soy raro». Es natural. Por eso, es esencial explicarles con lenguaje claro y adaptado a su edad por qué se les propone esa ayuda, qué puede aportarles, y que no define quiénes son. Hay niños que, tras notar los beneficios, aceptan mejor el tratamiento. Otros necesitan más tiempo o ajustes. Pero lo importante es que no se sientan etiquetados ni forzados. Su participación en el proceso es fundamental.

¿Qué cambios notan los padres en sus hijos tras iniciar la medicación?

Muchos padres nos dicen cosas como: «Ahora puede escucharme hasta el final»; «se frustra menos»; «disfruta más de estar con otros niños» o «está más tranquilo por dentro.» Estos cambios, aunque sean sutiles, tienen un gran impacto en su autoestima, su rendimiento escolar y su vida familiar. También nos cuentan que los momentos de tensión bajan, y que pueden disfrutar más del día a día en familia.

¿Compensan los posibles efectos secundarios con los beneficios?

En muchos casos, sí. Hay niños que no tienen efectos secundarios, y otros que pueden notar un poco de pérdida de apetito o dificultad para dormir al principio. Pero si la pauta está bien ajustada, los beneficios suelen ser mucho mayores: mejora en la atención, el estado de ánimo, las relaciones sociales y la capacidad para aprender. Además, el seguimiento por parte del psiquiatra es fundamental. Si hay cualquier efecto no deseado, se ajusta. La medicación no es un camino cerrado, es una herramienta que se adapta al niño.

¿Cuáles son las otras terapias que aconsejan acompañar a la decisión de medicar?

Siempre recomendamos que, si se inicia medicación, se combine con intervención psicológica, especialmente si hay dificultades emocionales, de conducta o sociales. También es muy útil trabajar la reeducación emocional, enseñar habilidades sociales, y ofrecer apoyo a la familia para generar un entorno predecible y positivo. La medicación por sí sola no hace el cambio. Es el conjunto de apoyos lo que realmente ayuda al niño a crecer bien.

¿Maneja bien el sistema educativo estas situaciones?

Cada vez hay más conciencia y formación en los centros educativos, pero aún queda mucho camino por recorrer. Algunos colegios están muy implicados y trabajan en coordinación con las familias y los profesionales externos. Otros todavía tienen miedo o desconocimiento sobre estos temas. Por eso insistimos tanto en la comunicación. Cuando colegio y familia van de la mano, el niño lo nota. Y es ahí donde los verdaderos progresos se consolidan: en un entorno que le entiende, le apoya y le acompaña sin juicios.