13 Jun Síndrome del abuelo esclavo: cuando los nietos pasan factura
La falta de conciliación y la crisis les ha convertido en canguros de sus nietos, una sobrecarga que acaba afectando a la salud física y emocional.
PATRICIA LOZANO
«Todos los días recojo a mis nietos en el colegio. Me encargo de su merienda y les llevo a las extraescolares, juego con ellos y les ayudo con los deberes. Hay días en los que siento que no puedo más: estoy agotada y me duele la espalda porque el ritmo que me imponen es demasiado. Pero lo hago por ayudar a mi hija porque ella y su marido trabajan y no pueden permitirse pagar una niñera». La que habla es Manuela, de 67 años y abuela de una niña de seis y otro niño de ocho. Ella no es una excepción, no hay más que echar un vistazo a la salida de cualquier colegio para darse cuenta.
Según una encuesta realizada en 2010 por el Imserso, el 70% de los mayores de 65 años cuida de sus nietos, a los que dedican una media de seis horas diarias, lo que supone en muchas ocasiones más tiempo del que los propios padres dedican a sus hijos. Prácticamente una jornada laboral. Y, además, no remunerada. El problemas es que muchos de ellos «realizan este soporte de forma no voluntaria, porque se ven obligados a hacerlo y no tienen la capacidad de poner unos límites», explica Pilar Rodríguez, adjunta a la gerencia de la Fundación Acción, Bienestar y Desarrollo, que trabaja para mejorar la calidad de vida de los colectivos vulnerables. Es el conocido como síndrome del abuelo esclavo, «un problema silenciado porque los mayores tienen miedo de causar problemas a sus hijos o decepcionarles y callan», explica Manuel Nevado, psicólogo de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). El terapeuta coordina un centro de desarrollo cognitivo de personas mayores que cesa sus actividades desde mediados de junio hasta mediados de septiembre porque los abuelos, al cuidado de sus nietos a tiempo completo en época estival, no pueden acudir. Allí ha escuchado en más de una ocasión: «¡Es que nos tienen esclavizados!». Al menos, ahí pueden desahogarse.
Dolencias frecuentes
Llevarles y traerles, darles de merendar, encargarse de que hagan los deberes, jugar con ellos… Las tareas diarias que tienen entre manos son muchas y arduas. En numerosas ocasiones, incluso asumen el rol de los padres en cuanto a su educación. Obligaciones que suponen para muchos una sobrecarga de trabajo que en algunos países europeos ya ha sido reconocida: en Alemania, los abuelos canguros pueden desgravarse durante los 14 meses siguientes al nacimiento del niño en el caso de que el padre o madre sufran una enfermedad y el cuidador no trabaje más de 30 horas a la semana. En Portugal, los abuelos tienen derecho al 100% del sueldo si se dedican al cuidado del nieto durante el mes siguiente a su nacimiento.
Cuidar de un nieto puede ser un placer, pero también puede convertirse en una pesadilla que afecta a la salud física y emocional. De hecho, los psicólogos y geriatras están viendo cada vez más casos en consulta: «Personas mayores que sufren agotamiento, estrés y ansiedad que puede acabar derivando incluso en depresión», analiza Rodríguez. «El bienestar del nieto se acaba anteponiendo al suyo propio, por lo que los problemas de salud que ya sufrían se agravan: la hipertensión se acentúa, al igual que la artrosis. También es habitual sufrir estreñimiento y dolor crónico en las articulaciones y la espalda por el esfuerzo que les supone, así como dificultad para dormir por la noche derivada de ese dolor. Es frecuente descuidar la alimentación y estas personas tienen un riesgo de desnutrición que puede afectar a enfermedades como la diabetes», cuenta Rosa López, geriatra del SEGG, que cuenta que justo ayer dos personas le reconocían sentirse esclavizadas por la necesidad de cuidar a varios nietos a la vez. «Los abuelos ya no tienen la misma vitalidad y la movilidad que imponen los nietos es enorme: hay que cogerlos en brazos, correr detrás de ellos…», analiza Rodríguez. En definitiva, los abuelos cuidadores «tienen peor salud física que los no cuidadores y hacen un mayor uso de medicamentos junto con más visitas al médico», cuenta Sacramento Pinazo-Hernandis, profesora de Psicología Social en la Universidad de Valencia. Pero no sólo se trata del sobreesfuerzo que tienen que hacer, sino de lo que se ven obligados a dejar de lado por sus nietos, como el tiempo libre dedicado a sí mismos.
El 60% de las españolas espera a pasar los 30 para tener su primer hijo, según datos de este año de Eurostat, por lo que los abuelos que cuidan de nietos pequeños son cada vez más mayores, lo que les dificulta aún más la labor. A esto se le suma que «el aumento de la esperanza de vida ha propiciado que haya más personas mayores con más probabilidades de ser abuelos durante más tiempo», afirma Pinazo-Hernandis.
La dificultad para conciliar entre la vida personal y laboral y la crisis económica, con sueldos cada vez más bajos y la imposibilidad de contratar guarderías o cuidadoras, están detrás de esta situación. «En España no hay políticas pronatalistas y los que deciden tener hijos se encuentran con este problema», asegura López. Por ello, los abuelos «han acabado convirtiéndose en un gran ejército de reserva porque siempre están disponibles para las demandas de los hijos. Nadie les pregunta si pueden quedarse con los nietos o no, se da por hecho porque priorizamos nuestras necesidades a las suyas. En ocasiones se abusa de ellos y se les presiona para que se hagan cargo», dice Rodríguez.
La clave, según los expertos, para evitar dar más de lo que se puede está en verbalizar el problema, sugiriendo alternativas, y buscar un equilibrio. «Es necesario poner unos límites, como por ejemplo, que los fines de semana se hagan cargo los padres o que se responsabilicen de las tutorías en el colegio. Muchos se sienten culpables por decir que no a algo, pero tienen todo el derecho de vivir después de haber trabajado durante tantos años y de contar con tiempo para el ocio», cuenta Nevado.
Aspectos positivos
Sin embargo, esto no significa que compartir tiempo con los nietos no tenga beneficios. Son muchos los estudios que aseguran que de esta forma se sienten útiles tras haber llegado a la jubilación y que cuidar de ellos les aporta vitalidad, alegría, entretenimiento y compañía para combatir la soledad, mientras que estrechan vínculos afectivos y familiares. Pero no sólo mejora su estado de ánimo, ya que también les ayuda a mantenerse en mejor forma física e incrementa su rendimiento cognitivo.
De hecho, un estudio alemán publicado el año pasado por la revista ‘Evolution and Human Behavior’ asegura que aquellos que cuidan de sus nietos ocasionalmente viven cinco años más que los que no lo hacen. De acuerdo con esta investigación, el riesgo que tienen estas personas de morir en los siguientes 20 años se reduce hasta un 37%. Además, los autores del estudio explican que esta labor aumenta la esperanza de vida significativamente más que estar sano y activo.
Distintos tipos de abuelos
GENEROSOS. Están encantados con su papel de cuidadores y no les importa hacerse cargo de sus nietos todo el tiempo que sea necesario. Son personas que han dedicado su vida a cuidar a sus hijos y ahora vuelven a desarrollar ese mismo rol con el que están cómodos con los nietos. De esta forma se sienten realizados y útiles porque ven que están haciendo una labor de importancia. «Tienden a sobreprotegerles mucho y es posible que les quede un gran vacío cuando los nietos crezcan y pasen a un segundo plano», explica el psicólogo Manuel Nevado. Este perfil suele darse principalmente en las abuelas más que en los abuelos.
PASOTAS. Este modelo se impone en los países nórdicos. Se trata de aquellos abuelos que consideran que los nietos son responsabilidad única de sus padres y que son ellos los que deben hacerse cargo. Consideran que ya se han pasado toda la vida trabajando y que ahora les toca disfrutar de su merecida jubilación y aprovechar su tiempo libre para viajar, leer, hacer deporte… Por ello, no tienen problemas a la hora de decir «no». Eso no significa que no quieran pasar tiempo con sus nietos y que no disfruten de su compañía, pero en pequeñas dosis. Tampoco significa que no quieran ayudar, pero siempre de forma moderada.
ESCLAVOS. Disfrutan de la compañía de sus nietos y les encanta pasar tiempo con ellos, pero consideran que hacerse cargo cada día de ellos durante tantas horas es demasiado. Estas personas viven a expensas de los horarios marcados por sus hijos y sus nietos y sienten que no disponen del tiempo libre suficiente para dedicarlo a sí mismos y sus relaciones sociales. A pesar de ello, no lo verbalizan porque se sienten en la obligación de ayudar a sus hijos, aunque en muchas ocasiones se sienten sobrepasados por la dura tarea que les ha sido encomendada.
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