31 May Siete frases que nunca has de decir a quien sufre acoso escolar.
¿Conoces la regla de las cuatro Cs? Pistas para detectar que un niño está siendo víctima de ‘bullying’.
Mayte Rius
Uno de cada cinco niños españoles afirma haber sido víctima de acoso escolar, sobre todo mediante burlas e insultos que, de manera abrumadora, se producen en el colegio. Durante esa dura experiencia, el 93% asegura haber recibido el apoyo de su padre o madre, y seis de cada diez también se sintió respaldado por sus amigos. En cambio, solo un 30 % declara haber recibido ayuda del centro educativo y un 46% de sus profesores.
Son datos del II Estudio sobre la percepción de la sociedad española sobre el bullying que presentaron esta semana la plataforma Educar es Todo y la empresa Totto, y evidencia que, aunque ha aumentado la sensibilización sobre el acoso escolar, aún existe mucho desconocimiento e incluso despreocupación entre familias y docentes respecto a este tema.
David Martín de la Morena, sociólogo y autor del estudio de IO Investigación, llamó la atención sobre el hecho de que el 44% de los padres admite no saber qué piensan sus hijos sobre el acoso escolar, más de la mitad confiesa que es muy probable que no se diese cuenta si su hijo es un acosador y un 37% admite que seguramente no detectase si su hijo está siendo víctima de bullying.
Y ello resulta especialmente relevante si se tiene en cuenta que un 10% de los chavales encuestados (de edades entre los 5 y los 18 años) asegura que si les acosaran no se lo contarían a nadie, y también son muchos los jóvenes que afirman haber visto temas de acoso escolar sin que se haga nada, lo que deja muy desprotegidas a las víctimas.
«Uno de los problemas es el gran desconocimiento que todavía hay entre padres, profesores y administración sobre el acoso y sobre cómo detectarlo», asegura Carmen Cabestany, presidenta de la asociación No al acoso escolar (NACE). Y subraya que los padres y profesores han de estar atentos y saber identificar las señales que pueden advertirnos de que un niño está siendo acosado, «y no solo en el caso de los propios hijos, sino también de otros niños, organizándose en red, actuando y dando la voz de alerta si presencian algo en un parque o en la calle…»
La regla de las cuatro Cs
Pistas para detectar el acoso escolar
Carmen Cabestany, experta en formación de padres y profesores sobre el acoso escolar, apunta que la regla de las cuatro Cs elaborada por NACE ayuda a la hora de detectar si un niño está sufriendo acoso escolar y poder diferenciar el bullying de otras actitudes entre iguales, como una pelea o una broma pesada aislada.
Cambios. Los padres u otros adultos pueden observar que pasan cosas que antes no pasaban: bajada de notas, cambio en los ritmos del sueño (dificultad para dormir, insomnio) o de la comida (a veces caen en anorexia o bulimia), pérdida o deterioro frecuente del material escolar, cambio de itinerario para ir al colegio, desinterés por salir o relacionarse, pérdida o cambio de amigos, señales en el cuerpo (moratones, arañazos…) o en la ropa (descosidos, falta de botones, extravío de prendas…), irritabilidad o mal humor en casa (protesta, no hay quien lo aguante…), llanto aparentemente injustificado…
Campanas. Hacer campanas, o hacer pellas, hacer novillos, no querer ir al colegio… Es decir, absentismo. El menor acosado presenta el síndrome del “domingo por la tarde” (dolor de cabeza o de estómago, náuseas…), que no es otra cosa que la somatización de la angustia y del miedo de tener que volver a la escuela. La intensidad de estos síntomas suele ser proporcional a la intensidad y a la duración del maltrato; y se convierte en claro indicador de la gravedad del acoso escolar que está sufriendo, explican los expertos.
Cuerpo. El niño se encoge, mira al suelo, no mira de frente, quiere pasar desapercibido, se asusta fácilmente ante cualquier gesto, pierde la alegría y el brillo en los ojos… Puede presentar también autolesiones (cortes en piernas y brazos, que intentan ocultar con mangas largas).
Costumbres. (Esta referencia está especialmente indicada para los profesores, para que sepan interpretar ciertas costumbres «sospechosas» de un alumno) Si llega el último a clase o sale el primero es para no coincidir con sus agresores. Si pide ir al lavabo fuera de la hora de patio es porque no ha querido coincidir con ellos en ese lugar donde los encierran, los mojan, les bajan los pantalones… Si no quiere salir a la pizarra es porque se siente vulnerable (se mofan por su forma de expresarse, por la ropa que lleva…). Si se acerca frecuentemente al profesor, con cualquier excusa, es porque busca su protección. «Entender el lenguaje escénico nos da pistas importantes para saber qué está sucediendo», indican desde NACE.
Pero no basta con saber identificar si un niño está siendo víctima de acoso. También es importante saber reaccionar. «Hay que actuar desde el minuto uno y tomar muy en consideración cualquier cosa que nos digan, porque las víctimas no suelen hablar y, cuando lo hacen, cuentan la mitad de la mitad», comenta Cabestany.
En este sentido, advierte que hay tomarse muy en serio el problema y cuidar cómo se reacciona y qué se dice a la víctima, porque hay frases y comentarios que a uno le pueden parecer banales pero que hacen mucho daño a los afectados.
Frases prohibidas en caso de acoso
A modo de ejemplo, desde NACE apuntan siete frases que no se deben decir nunca a quien sufre acoso.
1. Tú no hagas caso. Existen claras diferencias entre las bromas y el acoso escolar. Si el niño sufre y sus compañeros lo saben, es acoso y no juego. Y la humillación diaria no se puede soportar, así que tampoco pedir que se ignore.
2. Ya se cansarán. No es cierto, dicen los expertos. Si no se actúa, el acoso aumenta, enfatizan. Y el sufrimiento padecido en la edad temprana acompaña durante toda la vida, condiciona la propia imagen, que se vuelve pequeña e insegura.
3. No es para tanto. «Cada uno sabe qué le duele y cómo le duele, y tú no puedes cuantificar cuánto le debe doler» al niño lo que le hacen, enfatiza Cabestany.
4. Si te pegan, pega. Quién sufre acoso no se puede defender.
5. Estás exagerando. Lo normal es que el niño sólo esté contando la punta del iceberg de lo que pasa, y quitarle importancia o decirle «eso ha pasado toda la vida» solo contribuye a que la víctima se sienta aún peor, a hundir más al niño y a hacerle sentir aún más débil.
6. Es que eres… Es que tú también… La víctima no necesita reproches ni etiquetas; se siente indefenso y necesita apoyo y confianza del adulto
7. Pues se van a enterar. Hay que actuar con él, no por él, y tener claro que con el uso de la violencia no se soluciona la violencia.
El daño de la invisibilidad
Lo importante, explican los expertos en acoso escolar, es no ver las conductas de bullying como ‘cosas de críos’ y dejarlas pasar porque «si en algo coinciden quienes han sufrido acoso escolar es en que se han sentido invisibles, que cuando eran agredidos veían que había profesores, conserjes o compañeros que veían cómo les tiraban o les insultaban y no intervenían, miraban para otro lado, como si no existieran», aseguró Eloy Moreno, autor de Invisible (Nube de Tinta), que participó en la presentación del estudio de la plataforma Educar es todo y Totto con motivo del Día Internacional contra el Acoso.
Pero los resultados de dicho estudio muestran que ahí, en el terreno de la indiferencia sobre el acoso (o del encubrimiento) también queda mucho por hacer. El 74% de los padres y el 54% de los profesores creen que los centros educativos suelen tratar de ocultar los casos de bullying para evitar una imagen negativa. Y la mitad está convencida que la mayoría de veces los padres suelen ocultar o minimizar los hechos si sus hijos son los acosadores, a los que se suma un 45% que cree que lo ocultan «en alguna ocasión», de modo que un 95% de los encuestados cree que lo habitual es el encubrimiento del hijo.
Por otra parte, padres y profesores están mayoritariamente convencidos (7 de cada diez) de que los centros educativos no están preparados para afrontar los problemas de acoso escolar. En el caso de los maestros, afirman que para combatir estos casos necesitarían más apoyo de los padres (82%), de las instituciones públicas y del centro educativo.
Y es que tanto progenitores como maestros coinciden en que uno de los problemas que hay detrás del acoso escolar es que los padres suelen desautorizar a los profesores, que la profesión de maestro no tiene el respeto que merece y que cada vez se dedican menos horas a la educación en casa por falta de tiempo.
El mejor antídoto, la empatía
Luis Moya Albiol, catedrático de psicobiología de la Universidad de Valencia, asegura que, en todo caso, la mejor forma de prevenir el bullying en las escuelas y fuera de ellas es trabajar la empatía. «Tras trabajar muchos años con casos de violencia, de diagnosticar a personas violentas, de ver cómo funciona el cerebro, te das cuenta que el mejor antídoto contra ello es la empatía; cuando una persona empatiza con otra y se pone en su lugar es difícil que la agreda», relató durante su intervención en el acto de presentación del estudio, que forma parte de la campaña Dilo Todo contra el Bullying.
De ahí que su receta sea «aplicar programas de educación en empatía desde los 3 años, porque trabajando que las personas sean más empáticas no solo se consigue que muchos agresores no actúen, sino que se logra que el resto de personas, los espectadores, intervengan y denuncien».
Si una persona empatiza con otra y se pone en su lugar es difícil que la agreda
Moya Albiol subrayó que estos programas educativos son fundamentales en la primera infancia, porque la genética solo justifica un 10% de nuestra predisposición a ser más o menos empáticos, el resto depende del ambiente y los modelos con los que nos criemos «porque nuestras experiencias van a cambiar nuestro cerebro y, si crecemos con malos tratos o determinados modelos educativos, reaccionaremos con hostilidad, nuestro cerebro se dirigirá hacia la violencia».
El catedrático de psicobiología también hizo una advertencia respecto a la sobreprotección que ejercen muchos padres sobre sus hijos: «Muchas veces la sobreprotección lleva al egocentrismo y al narcisismo», rasgos que forman parte del perfil de muchos los acosadores.