“Si se adoptan niños, ¿por qué no personas mayores que tienen tiempo y pueden ayudar a una familia?”

“Si se adoptan niños, ¿por qué no personas mayores que tienen tiempo y pueden ayudar a una familia?”

¿Se imaginan una bolsa de tiempo social que compute todas las horas que aportamos durante nuestra vida a la comunidad y que las mismas nos sean devueltas cuando seamos mayores y lo necesitemos?

MIKEL MUJIKA / RUBÉN PLAZA

En su libro, 100 propuestas para la posglobalización, Goñi Zabala expone el valor de lo comunitario como motor del cambio frente a una “sociedad de mercado excesivamente individualista”. Socio fundador de la asociación Aptes de tecnología social, este doctor ingeniero industrial y profesor de másters universitarios lanza propuestas innovadoras que aportarían “mucho valor” a la economía del día a día. Habla de “nuevos tiempos y nuevos conceptos”, como la exonomía: “La economía de los intangibles. ¿Se imaginan otro mundo? ¿Quién mueve la primera ficha?

¿Qué es un futucultor?

-Los ingenieros me dicen que soy filósofo y los filósofos que soy ingeniero. En el futuro vamos a ver cosas que no vamos a comprender y va a ser necesario un aprendizaje, independientemente de que sea para pintar uñas de un dron o hacer trasplantes de cerebro a los elefantes. En vez de pensar qué hay que cambiar en el futuro, yo me pregunto: ¿De las cosas que tenemos hoy, qué podemos mantener? Un futucultor se dedica al diseño social y piensa en soluciones para las próximas generaciones, mientras los políticos trabajan para las próximas elecciones. En Suecia, por ejemplo, hay un grupo de expertos que marcan las líneas de la futura legislación.

Usted habla de pensar distinto, ser valiente e innovación social. Parece mucho pedir para una sociedad que vive colgada del WhatsApp.

-Mi propuesta es hacerlo a pequeña escala. Elegir los puntos clave para el cambio y que el viento haga el resto. Hay que buscar espacios para el desarrollo comunitario. O sea, en una comunidad que hay familias con niños y gente mayor, que tiene tiempo libre, ¿por qué en vez de ir corriendo al trabajo y hacer malabares, no le pides al vecino que lleve los niños al colegio? Ese diálogo no existe. La comunidad se destruye, porque vivimos en una sociedad muy individualista.

En los 80 éramos un poco así.

-La asociación es fundamental. Que los niveles medios de organizaciones que tienen el mismo propósito, tengan una relación continua, sistemática y de confianza es importante. Por ejemplo, en el barrio de Egia: la farmacéutica, la jefa de enfermería del ambulatorio, la responsable de servicios sociales del Ayuntamiento y el del polideportivo. Todos tienen el mismo fin, que es mejorar el día a día de las personas, pero no se conocen entre sí. Nadie les dice, oye, vamos a juntarnos. ¿Y si esa farmacéutica resulta que sabe que el polideportivo está lanzando programas de ejercicio para gente mayor? Activar esas conexiones es de una sociedad inteligente, pero esos activos están aletargados.

¿Nos ha llevado la tecnología a perder esos valores comunitarios?

-La tecnología avanza a unas velocidades tremendas y, sin embargo, la adaptación social a los problemas que tenemos ahora es lenta. Estamos enfrentándonos a unos problemas nuevos con unas herramientas viejas. Es como si te presentas en la playa de La Concha con un carro de bueyes y una pala y te dicen:el futuro está allí, en la isla. Venga, vete.

¿Y por eso es necesaria la innovación social?

-Yo reivindico un cambio en la parte de cómo vivimos, con el envejecimiento, por ejemplo. Cada vez la población es más vieja porque vivimos más. ¿Alguien ha considerado decirle al alcalde de Donostia, vamos a poner un sistema de adopción de abuelos? Si se adoptan niños, ¿por qué no personas mayores, que viven solas y tienen que enfrentarse a la soledad? Ahí hay un espacio para desarrollarlo. No hablo de personas con discapacidad, claro, sino de gente que tiene unas capacidades;de ayudar, acompañar. Personas que tienen un montón de horas libres, muchas más que una persona de 35 que tiene una familia y va a trabajar a diario. Y esa persona mayor le podría aportar algo que quizás el joven echa de menos.

Cosas que no contempla el PIB, pero que valen mucho, ¿no es así?

-Una cosa es la economía productiva, que es la fábrica, y luego hay otra economía que es la de atender necesidades, una economía de calidad. Hay un espacio enorme de trabajo con personas para que la sociedad sea más amable.

Una cosa que me llamó la atención en su libro es lo que denomina Índice Social de Calidad de la Vivienda.

-En un país cualquiera, en el que la calidad de la vivienda es una preocupación de primer orden, los servicios sociales podrían elaborar y publicar un índice que se aplicase a cada comunidad de vecinos y que se revise anualmente valorando el clima de relaciones sociales entre los vecinos. Porque tener una casa con gente de confianza, eso es un activo social que vale. Y hay gente que estaría dispuesta a pagar más por ello.

También propone una Bolsa de Tiempo Social en el que acumulemos el tiempo dedicado a la comunidad y este nos sea devuelto cuando lo necesitemos. Como si fuese la caja de la Seguridad Social.

-Una pareja tiene dos hijos y otra no los tiene. Llega la jubilación… ¿Tienen que tener la misma pensión? Esto es muy importante. Alguien que ha tenido hijos ha hecho una inversión social teniéndolos y educándolos y la sociedad necesita nuevos elementos que la mantengan. Por lo tanto, cada cual es libre de tener hijos, cierto, pero yo también te diré que la sociedad puede ser libre para decidir que quien más complemente, más reciba. Hay que ir a una ética de la reciprocidad. Y no a una ética de los benignos, porque esta es una ética de supremacía: yo te doy porque tú tienes menos.

¿Y si alguien no tiene recursos?

-Cuando se dice que una persona no tiene recursos, esa afirmación es falsa. Lo que no hay es ningún sistema en la sociedad actual para dar valor a ese capital. Pongamos que tiene usted 42 años y tiene ocho horas al día que puede hacer cosas. Ahora, la sociedad debería pensar cómo organizar eso en un programa.

¿Y quién tiende la primera mano? ¿Y si esa persona luego nos falla?

-Hay que trabajar bajo el concepto de una reciprocidad amable. Es un concepto en el que tienes que partir dando. Ahora, si del otro lado te dan una patada, tú tienes que devolver la patada. El trato tiene que ser recíproco. No se puede tratar desde la caridad. Yo sostengo una tesis: que pague menos quien más aporta y no que el que más tiene, porque eso lleva a ocultar.

Plantea ideas rompedoras en un escenario como el actual. Parece muy crítico con la globalización.

-Porque ha derivado en una sociedad de mercado y el pensamiento dominante es un pensamiento liberal, en que prima lo grande, y lo pequeño y lo comunitario desaparece.

¿Se puede iniciar un cambio como el que usted plantea en cualquier lugar o tiene que partir de Europa?

-Los países que no están desarrollados van a ir por el liberalismo puro y duro. Yo distinguiría Grecia, Roma y los godos. Grecia era la cultura, el arte. Luego llegaron los romanos, y cogiendo lo mejor que había, lo estandarizaron, pusieron el derecho y catapún, catapún…, crearon un imperio. Luego llegó la decadencia, y los godos, que eran unos salvajes. Y dijeron: Aquí hay recursos. Invadieron y volvieron a desmembrar todo. Mi visión es que Europa es la Grecia del siglo XXI;América es Roma y los chinos son los godos.

¿Y qué es la posglobalización?

-Es una receta identitaria ante la esta globalización. Es la revalorización de las cosas pequeñas.

Me temo que el golpe tendría que ser morrocotudo para que se abra la opción a un cambio así.

-Esta crisis no ha tenido ningún efecto en la forma de pensar. Yo hablo de la rotonda de la crisis. Estamos dando vueltas y deseando que pase la tormenta para volver al mismo sitio. ¿Pero cuál es la causa de la tormenta? Los elementos culturales. El elemento que nos conduce por este camino es el culto a la dimensión, a lo grande. Cuanto más, mejor.

¿En qué hemos fallado?

-El error del siglo XX es que tras grandes cambios sociales, desde que se consiguen las 40 horas semanales en 1985, han pasado 33 años y no ha habido apenas cambios. La tecnología nos ha liberado tiempo y lo hemos empleado en producir más. Nos hemos convertido en productores de desechos. Producimos más de lo que necesitamos y luego lo tiramos.

No le veo optimista.

-No tengo grandes esperanzas de un cambio radical. Los cambios se demoran muchísimo, pero en la historia se producen movimientos pendulares y después de la globalización viene la posglobalización. Se abre por lo menos un espacio para iniciar o experimentar iniciativas.
las claves

“La posglobalización es una receta identitaria a la globalización. Es la revalorización de

las cosas pequeñas”

“Tener una vecindad con gente de confianza es un activo social que vale y por el que algunas personas estarían dispuestas a pagar”

“Pongamos que una pareja tiene dos hijos y otra no tiene ninguno. Cuando llega la jubilación, ¿tienen que tener la misma pensión?”

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