Sexualidad y salud ginecológica son también derechos humanos

Sexualidad y salud ginecológica son también derechos humanos

El bienestar sexual femenino y los derechos reproductivos siguen siendo objetivos inalcanzables para muchas mujeres en el mundo.

ANNA ARNÁIZ KOMPANIETZ

Me piden un artículo sobre la salud sexual y ginecológica de las mujeres, uno de los grandes temas pendientes en buena parte del mundo que ha conocido en estas últimas cuatro décadas enormes avances, pequeños pasos y hasta retrocesos. La tarea exige, cuando menos, ilusión y coraje.

Al hablar de estos dos temas, hablamos del bienestar sexual de la persona, sujeto mujer de pleno derecho a vivir bien en su piel relacionándose con otros, sin ser tensionada en exceso ni violentada por ser del sexo que es. Las mujeres y los hombres somos sujetos de primer orden, que, al relacionarnos, podemos colaborar para crear mundos mejores en que vivir, en el respeto y la admiración mutuos, en solidaridad, justicia y humanidad. Las buenas relaciones entre las personas redundan en una mejor salud. ¡Qué duda cabe que el sufrimiento continuado por un mal trato, injusto y dañino mina la salud de las mujeres! Muchas enfermedades y muertes se evitarían si los hombres y las mujeres aprendieran a relacionarse bien, sin que un sexo sirva a otro en una irracional jerarquía. No es ético, no es justo; es nocivo, nos deshumaniza.

Las mujeres somos sujetos de pleno derecho a ser, somos cuerpos vivos, reales y, por tanto, sexuales, que crean en cada instante vivido. Somos nuestras únicas dueñas, nuestros cuerpos no son de otros, parece claro, pues de lo contrario hablaríamos de esclavitud. Es bueno que las mujeres aprendamos a respetarnos y a conocernos. El conocimiento trasciende cualquier uso que se haga de él, nos forma como sujetos, sujetos de conocimiento. Es bueno que sepamos nombrar las estructuras de nuestro cuerpo, saber su funcionamiento, sus peculiaridades. La falta de palabras que nombren puede mutilar igual que los bisturíes, porque eliminan estructuras existentes de nuestra realidad. También las palabras despectivas nos hacen daño. Es hora ya que las mujeres veamos legitimadas nuestras experiencias de ser, de existir corpóreas.

Cada mujer es una trepidante libertad existente con poder de decidir. Para comprenderse mejor a sí mismas, las mujeres necesitan manejar una información veraz sobre lo que son, sobre la sexualidad femenina, que es diferente de la masculina, ampliamente reconocida como normal. La sexualidad femenina sigue siendo silenciada e ignorada, sin embargo, es de una riqueza increíble. Las mujeres deberíamos empeñarnos en saber, porque nos comprenderíamos mejor, nos valoraríamos más y viviríamos más a gusto en nuestra sexuada piel pudiendo decidir con propiedad.

Las mujeres somos sujetos de deseo, responsables de nosotras mismas; no debemos contentarnos con ser sobre todo objetos de deseo de otros. ¿Qué es lo que deseamos las mujeres? ¿Que nos deseen signifique lo que signifique esto? ¿Nuestros deseos son de verdad nuestros o damos cuerpo a los deseos de otros? Las mujeres deseamos por encima de todo ser nosotras mismas y vivir a gusto en relación con otros, realizarnos como personas que somos sin que nos subordinen en el trato por ser mujeres.

Las mujeres podemos decir «no» y decir «sí» con propiedad, exigiendo un buen trato en la relación. El amor nunca puede servir de excusa al maltrato. Si te tratan mal no es amor; no lo debemos tolerar. Prevenir es mejor que curar y, por eso, las mujeres no debemos justificar ni consentir ningún indicio del maltrato: a las mujeres se nos debe respetar. Podemos lograrlo si nos situamos en la vida como sujetos de nuestros propios deseos y actos, y podemos hacerlo en este mismo instante y seguir en adelante así. Además de cuidar a otros debemos aprender a cuidarnos a nosotras mismas, es nuestra tarea.

Por supuesto, los sistemas sanitarios pueden y deben velar por la salud de las mujeres con una clara apuesta por la prevención. Una información veraz nos sirve para poder decidir lo que más nos conviene. La vacunación, como, por ejemplo, la vacuna contra el virus del papiloma humano previene el cáncer del cuello del útero. La amplia gama de anticonceptivos evita los embarazos no deseados, y los preservativos, las enfermedades de transmisión sexual. Los embarazos, el aborto y el parto son situaciones de riesgo para la salud femenina y precisan de una atención especial. Las revisiones ginecológicas periódicas, la enseñanza para detectar señales de alarma, como el sangrado vaginal postmenopáusico, de obligatoria consulta médica, y la autoexploración mamaria, ayudan a una detección precoz de graves patologías. Asimismo, toda mujer debería realizar a diario los ejercicios para fortalecer el suelo pélvico, que, aunque no se nombre no deja de existir por ello y de dar problemas por debilitamiento y atrofia. Son ejercicios fáciles de hacer y mejoran la calidad de vida, pues evitan problemas serios como la incontinencia urinaria, los prolapsos, la cirugía para corregirlos… No se nos dice, pero qué importante es hacerlos a diario.

El acceso a un buen sistema sanitario mejora la salud de la población y es un importante bien que cuida el mayor tesoro de cada país: su gente. Los Estados deberían apostar por su creación y mantenimiento.

(Anna Arnáiz Kompanietz es médica, sexóloga y escritora)

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