08 Ene Ser mujer mayor en el siglo XXI: más riesgo de soledad, pensiones bajas y peores diagnósticos.
Invisibles, infrarepresentadas, con mayor riesgo de sufrir soledad no deseada y dependencia económica. Estos son solo algunos de los problemas a los que se enfrentan las mujeres mayores en su día a día, y aunque la sociedad está cambiando, no debemos olvidar que la edad y el género son dos de las principales causas de discriminación en el mundo, haciendo que aún quede mucho por recorrer para alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres de cualquier edad.
SEMEG
Nuestros mayores son conscientes de que la discriminación que sufren por su edad se agrava en el caso de las mujeres: “Las principales dificultades y desigualdades que afrontan las mujeres mayores, guardan una estrecha relación con la interseccionalidad de la discriminación de género y la discriminación por razón de edad, lo que hace que constituyan un grupo de población socialmente muy invisibilizado”, nos comenta la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) a 65YMÁS.
Las mujeres mayores, al igual que el resto, necesitan sentirse representadas, tener voz y voto en todas y cada una de las decisiones que les afecten, y ver como la sociedad se da cuenta de todo lo que han hecho por nosotras: «Necesitamos como sociedad, favorecer la participación de las mujeres mayores, escuchar sus voces y crear herramientas y políticas públicas que establezcan medidas específicamente dirigidas a garantizar sus derechos y dignidad», apunta la asociación. Porque como nos recuerda desde el Instituto Gerontológico Matia, Nerea Almazán: «Las mujeres mayores no son un grupo homogéno. No existe una sola manera de ser mujer mayor, y por lo tanto no podemos pensar que son todas iguales. Si no somos capaces de reconocer sus necesidades y todo lo que tienen que aportar no se genera ningún tipo de acción que se corresponda con lo que ellas necesitan».
Los problemas de hoy pueden seguir siendo los de mañana si no se “crean herramientas y políticas públicas que establezcan medidas específicamente dirigidas a garantizar sus derechos y dignidad”, apunta la PMP.
Y desde la Federació d’Associacions de Gent Gran de Catalunya (Fatec) proponen que «los gobiernos revisen prácticas actuales con el fin de ingresar en su trabajo un enfoque de los derechos humanos a lo largo de la vida de las personas mayores, y que se incluya a las mujeres mayores en el centro de todas las políticas, asegurando la igualdad de género«. Para ello, se puede empezar por reflexionar sobre los problemas que se exponen a continuación.
Brecha de género en las pensiones
Esta invisibilidad se nota en todos los ámbitos de la sociedad, en especial en el terreno económico porque tal y como expone la PMP, las mujeres “sufren una mayor dependencia económica y un mayor riesgo de pobreza producto del trabajo de cuidados no remunerado a lo largo de la vida, lo que repercute en sus derechos y en los recursos económicos cuando llegan a edades avanzadas, con unas pensiones muy por debajo de la media de los hombres, dados los escasos períodos de cotización en su etapa laboral. De ahí la actual brecha de género en las pensiones”.
«A pesar de que ahora empezamos a ver más cambios de perfiles de mujeres que ya han podido trabajar fuera de casa, las pensiones de ellas siguen siendo más bajas, y en la mayoría no contributivas, aunque ya empezamos a ver contributivas», añade Ana Yecla, de la ONG, Accem.
Sobre esto último, Carmen Quintanilla, presidenta de la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Familias y Mujeres del Mundo Rural (Afammer) ha querido recordarnos que en febrero de 2021 entró en vigor el complemento para la reducción de la brecha de género –ver Real Decreto-ley 3/2021– “que buscaba acabar con el perjuicio laboral que supone para las mujeres la maternidad y el posterior cuidado de los hijos. Tras su aprobación, la brecha de género se ha reducido ligeramente, pero todavía siguen existiendo desigualdades”, nos explica.
“En las pensiones por jubilación las mujeres cobran 501 menos de media (las mujeres jubiladas reciben de media 1.078 euros, frente a los 1.478,4 euros de los hombres) Esta diferencia se debe principalmente a las amplias diferencias laborales que han sufrido durante sus carreras profesionales”, comenta Quintanilla.
Sesgo de género en sanidad
Si en medicina ya de por sí existe un sesgo de género, las diferencias entre hombres y mujeres se hacen más evidentes en este rango de edad: “La discriminación estructural de género hace que tengan menor acceso a los servicios de salud, peores diagnósticos y tratamientos inadecuados. Aún persisten muchos patrones de “normalidad” y sintomatología que se basan en datos exclusivamente masculinos. Además, con frecuencia y debido al edadismo, muchos problemas de salud se achacan a la edad y no reciben un tratamiento adecuado. También existe una gran invisibilidad de su sexualidad y al no encontrarse en edad reproductiva, son muchas veces excluidas de los programas de salud sexual”, apunta la PMP.
Una opinión respaldada por Eva Ruiz Maciá, facultativo especialista en Obstetricia y Ginecología y profesora Asociada Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández: “Desde el punto de vista médico, la mujer mayor presenta una prevalencia superior de las patologías crónicas inherentes a la edad como son la hipertensión, la obesidad, el cáncer, la depresión, la osteoporosis o la artrosis… Por eso es tan importante establecer unos hábitos de vida saludables que ayuden a mitigar dichas dolencias y potenciar los programas de prevención”, nos explica.
La doctora Marta Martínez-Reig de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, se sitúa en la misma línea que su compañera y nos explica, que a pesar de que la esperanza de vida de la mujer es mayor que la del hombre (86 años frente 80), “para ambos la esperanza de vida en buena salud es de 66 años. Por tanto, el número de mujeres mayores con necesidades de salud es mayor”.
“A la hora de ingresar en un hospital, las mujeres mayores ingresan menos que los hombres, aun siendo ellas las que presentan mayor número de enfermedades crónicas. También hay estudios que hablan de mayor tasa de tratamiento en hombres que en mujeres ante una misma enfermedad, como puede ser el infarto de miocardio o la insuficiencia cardíaca, por ejemplo. Por otro lado, hay determinadas enfermedades, más frecuentes en mujeres mayores, y en las que ha existido una tendencia a “normalizar por la edad” como puede ser la artrosis, las caídas, la incontinencia urinaria, la depresión y el deterioro cognitivo. Todas estas patologías, como hemos dicho más frecuentes en mujeres, son potencialmente discapacitantes, sin embargo, aun en muchos ámbitos se minimiza la importancia de una detección y tratamiento adecuados en las personas mayores”.
Las consecuencias de este sesgo de género son terribles: aumenta la fragilidad y la dependencia empeorando la calidad de vida de las mujeres mayores: “Para nosotros los geriatras es fundamental la prevención, prevenir la fragilidad, revertirla cuando es posible, intentar potenciar al máximo la autonomía… Los mayores, y en especial la mujer mayor, tienen un valor altísimo en nuestra sociedad: la mujer mayor no “se jubila”, sigue llevando su hogar, ejerciendo de cuidadora informal… Es importante asegurar una atención sanitaria adecuada y de calidad que les permita no alargar la esperanza de vida, sino alargar la esperanza de vida en buena salud”.
Por último, Martínez-Reig nos recuerda algo muy importante: “En medicina geriátrica no se deben tomar decisiones en función de la edad. La población mayor es una población muy heterogénea, intentar homogeneizar las decisiones y las intervenciones en esta población es habitualmente un error. Desde la Geriatría defendemos la valoración global del adulto mayor y el manejo individualizando según su situación funcional, de fragilidad, situación cognitiva y afectiva, social, etc. Esto permite diferenciar entre personas mayores robustas, potencialmente frágiles o ya dependientes, individualizando el manejo en cada una de ellas. Esta visión global y este abordaje “a la carta” marca la diferencia en la atención. Por eso cada vez más trabajamos de forma conjunta con otras especialidades médicas y quirúrgicas para incluir la valoración y manejo geriátrico en las patologías prevalentes en esta población (fractura de cadera, procesos oncológicos, cirugía digestiva, patología cardíaca, etc). De esta manera se evita caer en esa discriminación por edad y se ajustan las decisiones a la situación concreta de cada individuo y no a su edad”.
Soledad no deseada y salud mental
La soledad no deseada o la otra pandemia del siglo XXI es un problema que afecta al 13,4% de la población, según datos actualizados en 2023 por el Observatorio de la Soledad no Deseada. Por géneros, afecta a más mujeres (14,8%) que a hombres (12,1%), tal y como evidencian sus conclusiones, cuanto más mayor, más riesgo de sufrir soledad.
Desde la PMP nos recuerdan, lo mismo que anteriormente comentaba la doctora Marta Martínez-Reig: las mujeres mayores viven más, pero peor. En el caso de esta problemática social, la asociación cree que se debe a que “cuentan con menos recursos para buscar apoyo externo cuando necesitan cuidados y tienen menos acceso a las nuevas tecnologías”.
En la misma línea se sitúan desde la Asociación Mujeres para la Salud: “El mayor problema de las mujeres mayores es la soledad por varios factores: la edad y la pérdida de pareja. Personas que han vivido, 40, 50 años, provoca un deterioro emocional porque se ven solas después de una vida compartida durante mucho tiempo”, nos explica Pilar, una de las trabajadoras sociales de la asociación.
“Si a esto le sumamos que hay un porcentaje de mujeres mayores muy alto medicalizadas, por lo que nosotras llamamos malestares de género, es decir, los problemas que sufrimos las mujeres por serlo”, apunta la trabajadora. Como ejemplo, Pilar recuerda cómo muchas de las mujeres mayores de hoy en día han sufrido “maltrato económico por parte de sus maridos” porque ellas no podían trabajar, como si se puede ahora.
El malestar físico que exponían las profesionales de la sanidad anteriormente, y la violencia de género también afectan a su salud mental: “Tenemos que tener en cuenta que existen dos tipos de mujer mayor: la que no tiene problemas físicos y la que sí. Y estas últimas puede que tengan que mudarse a una residencia o con sus hijos para poder ser atendidas, y esto también les pasa factura”, aseguran desde Mujeres para la Salud. Por eso para ellas es muy importante “que se impliquen con mujeres que tengan su misma problemática”.
Desde Accem, Ana Yecla nos asegura que lo descrito anteriormente no solo es cierto, sino que además puede tener una consecuencia tan terrible como el suicidio: «Las tasas de suicidio en mayores de 65 años han aumentado un 9%. Son datos alarmantes, y aunque está más presente en hombres que en mujeres, es una de las pandemias que estamos viendo en la mujer mayor».
Desde CONJUPES también son conscientes de esta problemática, pero se muestran optimistas: “La mujer tiene más facilidad para poder integrarse en la sociedad, los hombres necesitan más empuje. En cambio, nosotras siempre intentamos recurrir a algún medio para intentar estar rodeadas de personas y asistir a cosas. Por eso creemos que lo mejor para las mujeres es tener acceso a cosas, programas y actividades para poder compartir con otras mujeres que están en la misma situación y estar el menos tiempo posible solas en casa”, nos comentan.
La mayor predisposición para pedir ayuda es algo que han detectado desde Mujeres para la Salud, que nos cuenta como sus usuarias llegan de dos maneras muy diferentes al centro: o bien les deriva la propia administración o el médico de cabecera, o porque dicen “he tocado fondo y tengo que hacer algo”. “Hay mujeres que sí que son conscientes de lo que les pasa, y otras a las que tenemos que abrirles los ojos y explicarles lo que les está pasando. De entrada nadie quiere reconocer que está sola”, asegura la trabajadora social.
Por eso es muy importante que la sociedad sea capaz de identificar estos casos, y como recuerda Ana Yecla, «no puede pensarse que por el mero hecho de ser mayores ya se justifica el estar triste. Hay mucho que trabajar en la sociedad para hacer frente esto porque no se puede normalizar que los mayores no tengan ganas de hacer nada, no salgan de sus casas o lloren por cualquier cosa. Esto no es envejecer».
La soledad a través de los ojos de una mujer mayor
Una de sus usuarias de Accem nos ha querido contar su experiencia con la soledad y cómo le ha ayudado volver a sentirse parte de la comunidad: «Me llamo S.C.G. y nací en Riosalido, anejo de Sigüenza, Guadalajara, donde resido desde el año 1990. Tengo noventa y dos años, y me encuentro muy feliz a pesar de mi soledad. Creo que estoy viviendo la mejor etapa de mi vida a pesar de mis achaques.
Me gusta hacer poemas desde que me quedé sola, cuando tenía ochenta y un años. Desde entonces empecé a acudir a los cursos que me ofrecieron, ya que antes salía muy poco de casa, ni siquiera conocía a las señoras de Sigüenza.
Cuando empecé a ir a los cursos de la Cruz Roja, un día me mandaron hacer un poema y el que llevé les gustó mucho. Por ello, me encargaron que llevara un poema cada miércoles al curso; y así lo hago. Me dan muchos aplausos y me encuentro feliz.
También voy a los cursos de Accem, donde promocionan la calidad de vida y el envejecimiento activo en el medio rural, así como a la gimnasia. Además, por las tardes voy a jugar a las cartas. Por otro lado, cuido de mis muchas macetas y mis hijos vienen los fines de semana, son muy buenos hijos.
Así, con todo ello, a pesar de mis años y de mi soledad, me encuentro feliz«.
Violencia de género
«Las mujeres mayores por el propio rol asocaciado al esteretipo de género son doblemente discriminadas. Por ejemplo, muchas de ellas son cuidadoras que no se pueden permitir el lujo de centrarse en sus dolencias y necesidades porque están cuidando a un familiar con una enfermedad muy larga», explica Yecla, quién asegura que cuando es el enfermo es un hombre, la carga es asumida prácticamente en su totalidad por la mujer, pero si fuera al revés, el núcleo familiar suele volcarse más.
«Nos seguimos encontrando casos de violencia de género e intrafamiliar que la mujer tapa porque seguimos viviendo en una sociedad donde todavía estos problemas se siguen quedando en casa. Les cuesta verbalizarlo y eso hace que no podamos ayudarlas porque no es algo que no digan y que nosotros podamos denunciar, sino que vamos llegando a ello atando cabos», asegura Yecla.
Las consecuencias de este maltrato físico y/o psicológico son terribles, tal y como recuerda la PMP: «Se enfrentan a mayores problemas crónicos de salud y tienen mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad o estrés«.
Por su parte, desde el Instituto Matia creen que a pesar de que se está avanzando mucho en la vilencia de género en pareja, «hay un sesgo muy grande», y nos recuerda que es muy importante entender el contexto de estas mujeres: «Nacieron en un contexto donde no se reconocía la violencia de género», haciendo que muchas de ellas no sean ni siquiera conscientes de que están viviendo una situación de maltrato. «Ahora hay mucha información y recursos, pero para ellas ha llegado cuando su historia de maltrato llevaba décadas». Y otra cosa muy importante: los recursos «que se han creado no responden a sus necesidades».
Las mujeres de la España rural
Las diferencias entre las personas que viven en las zonas rurales y las que lo hacen en las áreas metropolitanas son más que evidentes, y eso también repercute en la calidad de vida de nuestros mayores. Carmen Quintanilla, presidenta de Afammer nos recuerda que “las personas mayores que viven en el medio rural tienen menos accesibilidad a unos servicios públicos cercanos, y, por lo tanto, sufren más la desigualdad”.
Y en el caso de las mujeres, Quintanilla asegura que son “más propensas a sufrir enfermedades, que causan menos muertes, pero son más crónicas”.
Pero no solo es, y es que como nos comentaba al comienzo, la brecha de género en las pensiones es una realidad, y en el mundo rural es una situación que “se agudiza mucho más porque los trabajos han sido más precarios y menos rentables. ¿Cuántas mujeres en el mundo rural han trabajado, por ejemplo, en el bar de su marido, y el único que estaba dado de alta era el marido? ¿Cuántas han trabajado en las cooperaciones agrarias, llevando la contabilidad, yendo a la cosecha sin ningún derecho?”, plantea la presidenta.
El acceso a los servicios públicos y la soledad no deseada son otros de los problemas a los que se enfrentan los mayores del mundo rural, aunque este último, de nuevo, les afecta más a ellas: «En las zonas rurales, aparte de la soledad que también existe como en todos los sitios, el problema al que se enfrentan es al de no reconocer sus propios derechos, además de ser lugares donde el machismo está más arraigdo. Es uno de los problemas que todavía tenemos que solucionar y es situarla en aquel derecho que tiene, a ser igual que los demás. La paridad, que es lo que buscamos en todos», opina la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP).
“Las mujeres mayores de 65 años no son las mujeres de hace 20 años. Hoy son mujeres que han ganado tiempo a la vida. Ahora participan mucho más, quieren estar presentes y pueden liderar la igualdad de oportunidades. Por eso tenemos que garantizar que puedan tener una vida activa y de calidad a partir de los 65 años”, concluye Quintanilla.
La representación de las mujeres en el audiovisual
Dicen que la ficción sirve para reflejar la realidad y denunciar aquello que ocurre en las calles. Pero lo cierto es que, en ocasiones, es imposible identificarse con los personajes que vemos en la pequeña y gran pantalla por estar demasiado estereotipados. A las mujeres mayores les pasa, y prueba de ello es el estudio que llevaron a cabo Nazaret Martínez, Cristina de Pinedo y, Esther Santaella titulado Análisis de la presencia de las mujeres mayores en las series de televisión españolas: “A través de nuestro estudio lo que comprobamos es que, en muchos casos, los personajes femeninos mayores están asociados a la imagen de mujeres dependientes de su familia o con perfiles especialmente protectores de éstas. Suelen representar roles tradicionales, como estar relegadas a las labores domésticas, aparecen en el ámbito privado y dedicadas al cuidado de los demás, y sin metas u objetivos vitales propios. Por lo tanto, se presentan personajes muy estereotipados, encasillados en la figura de madres, abuelas, vecinas, etc”, nos explican las autoras.
“Además, en algunos casos se asocian a cualidades negativas como “cotillas” “entrometidas”, cuyo único interés reside en conocer los entresijos de las vidas de otros y en numerosas ocasiones son personajes cómicos caricaturizados, esquematizados en sus rasgos más ridículos, pensados para hacer reír al espectador, sin conseguir su apoyo e identificación. Sin embargo, lo más significativo de todo es que es muy baja la representación de las mujeres mayores en las series de televisión. Hay muy pocas mujeres y, las pocas que aparecen, en la gran mayoría de ocasiones no ocupan un papel protagonista, sino secundarios e incluso con apariciones en pantalla muy esporádicas, ya que el volumen de apariciones de personajes masculinos triplica a la de los personajes femeninos”, nos comentan.
Sobre esto último, las propias actrices séniors nos explicaban cómo a partir de los 50, la dificultad para encontrar papeles es mucho mayor por los motivos enumerados por las autoras: no hay papeles realistas, ni protagonistas: “No hay prácticamente papeles de actrices maduras protagonistas, y por supuesto, a medida que avanza la edad las posibilidades disminuyen, y los personajes son menos interesantes porque solemos ser solo la madre o la abuela, sin que nos pase nada. Entonces, parece que llegados a cierta edad, creen que ya no tenemos nada que contar, o que no nos pasa nada, y es mentira. Las mujeres maduras somos mujeres creativas, con experiencia, que tenemos amor, sexo y vivencias”, nos contaba Luisa Gavasa a 65YMÁS.
Porque no solo importa la representación, también importan sus problemas y algunos temas que les preocupan como la menopausia o la presión social por envejecer parecen ser tabú para la ficción: “Eso son temas que apenas aparecen ni se tratan en las series que hemos analizado en nuestro estudio y, si se abordan, se hace desde una perspectiva negativa o, incluso, se llegan a abordar de un modo que, en ocasiones, se ridiculizan dichos temas. Además, como decíamos anteriormente, los personajes de mujeres mayores en las series de ficción aparecen supeditados a las vidas de otras personas por lo que esto pudiera indicar que se suele considerar a las mujeres como “dependientes de otros” ante los que se encuentran subordinadas, como por ejemplo, un marido. En definitiva, la imagen de las mujeres en la ficción se presenta de una forma muy estereotipada: dependientes, inmaduras, manipuladoras, enferma, solterona, sin iniciativa, etc”.
No obstante, no todo es negativo, porque tal y como refleja el estudio, el audiovisual es el medio perfecto para cambiar la imagen que se tiene de este colectivo: “Podemos afirmar a la vista de los resultados de nuestro estudio que creemos que sí, que la ficción puede cambiar la forma de ver a las mujeres mayores, pero para ello es necesario que se produzca un cambio significativo en la forma en la que estas son representadas en la ficción hacia un modo más amable y ajustado a la realidad, más justo y equitativo”.
Porque las mujeres mayores se merecen que se las escuche, se las represente y se hagan políticas e iniciativas que les ayuden a solventar todos estos problemas.