11 Mar Seguir hábitos saludables puede contrarrestar la predisposición genética a sufrir enfermedades cardíacas.
Las personas con historia familiar de enfermedad de las arterias coronarias pueden reducir hasta en un 50 % el riesgo de sufrirla a lo largo de su vida si cumplen siete pautas saludables.
Esther Samper
La enfermedad de las arterias coronarias (EAC) es la primera causa de muerte en el mundo. Esta dolencia, que evoluciona sin síntomas durante años, puede terminarse manifestándose como angina de pecho o infarto de miocardio. Cuando el daño al corazón es grave provoca, además, insuficiencia cardíaca y la muerte. Se estima que en torno a 18 millones de personas mueren cada año como consecuencia de esta enfermedad.
LA EAC está provocada en la amplia mayoría de los casos por un complejo proceso denominado aterosclerosis: una acumulación lenta y progresiva de colesterol y otros lípidos, junto a diversas moléculas y células espumosas, en la pared de los diminutos vasos sanguíneos que nutren el corazón (las arterias coronarias). Con el tiempo, las placas ateroscleróticas y los coágulos sanguíneos terminan por bloquear el flujo de sangre y el corazón sufre daños por el déficit de oxígeno y nutrientes.
Tanto factores ambientales como genéticos están involucrados en la EAC. Gracias a estudios familiares, de gemelos y de asociación de genoma completo, se estima que la genética predispone en un 40-60 % de los casos a sufrir una EAC a lo largo de la vida. En la actualidad, se han documentado en torno a 60 variantes genéticas que se asocian de forma robusta con esta dolencia, aunque la mayoría de ellas tiene un efecto modesto de forma individual.
Así, las personas con una historia familiar de EAC y que han heredado diversas variantes de genes que predisponen a esta dolencia tienen un riesgo más elevado de padecerla que la población general. Sin embargo, ¿pueden estas personas contrarrestar esta predisposición genética perjudicial si siguen hábitos saludables a lo largo de la vida?
Un reciente estudio publicado en la revista Circulation aporta datos relevantes sobre cuestión: independientemente de la genética, es posible disminuir de forma significativa el riesgo de sufrir EAC si se siguen siete pautas saludables establecidas por la Asociación Americana del Corazón (AHA). Estos siete hábitos saludables que incorporar a la vida diaria son: dejar de fumar, perder peso, comer mejor, hacer ejercicio, controlar la presión arterial y el colesterol y reducir los niveles de glucosa en sangre.
Para la realización del estudio, los científicos incluyeron a un total de 10.686 personas de 45 años o más sin EAC al comienzo de la investigación epidemiológica, que comenzó en 1987. De ellos, 8.372 personas eran blancas y 2.314 eran negras. Se les hizo un seguimiento durante décadas para ver cuánto tiempo vivían libres de esta enfermedad. El grado de cumplimiento de los siete hábitos saludables (puntuación LS7) se estableció también al inicio del estudio y se clasificó en «pobre», «intermedio» e «ideal» para la salud cardiovascular. Se definió también el riesgo poligénico de sufrir esta dolencia en «bajo», «intermedio» o «alto», a partir del análisis de más de 6 millones de variantes genéticas. Con este conjunto de datos, los autores estudiaron el riesgo a lo largo de la vida de desarrollar una enfermedad de las arterias coronarias y los años de vida libres de esta dolencia.
En general, el riesgo de padecer EAC a lo largo de la vida era del 27 %. En los individuos con una puntuación LS7 ideal este riesgo descendía al 16,6 % y, por el contrario, en aquellos con una puntuación pobre el riesgo aumentaba al 43,1 %. Los resultados fueron claros: todas las personas que cumplían de forma ideal los siete hábitos saludables tenían un riesgo significativamente menor a lo largo de la vida de padecer EAC, incluso aquellos que tenían un elevado riesgo de sufrirla por predisposición genética. De hecho, los participantes que tenían un alto riesgo poligénico y una puntuación LS7 ideal tenían entre 4,5 y 20 años adicionales libres de EAC que aquellos con alto riesgo poligénico y una puntuación LS7 pobre. No obstante, se encontraron diferencias según la ascendencia de los participantes.
Los individuos blancos con un alto riesgo poligénico de sufrir esta enfermedad, tenían un riesgo de sufrirla a lo largo de la vida de en torno a un 40 %, mientras que aquellos con un riesgo genético bajo tenían un 20 %. Si estos individuos con alto riesgo genético tenían además un cumplimiento pobre de estilos de vida saludable el riesgo de padecer EAC a lo largo de la vida ascendía al 67 %. No obstante, si tenían un seguimiento ideal de las siete rutinas saludables el riesgo descendía al 24 %.
En las personas negras seguir estilos de vida saludables tenía más influencia en evitar la EAC que la genética (4,5 años más de vida libre de esta dolencia), aunque se encontraron diferencias menos significativas según la predisposición. Los autores señalan que los estudios genéticos con personas de etnias minoritarias son reducidos, en comparación con aquellas de procedencia caucásica, lo que impide conocer con fiabilidad esta cuestión. Futuras investigaciones genéticas deberían reforzar el estudio de colectivos diversos para combatir esta atención científica desigual.
Este estudio demuestra, por tanto, la gran importancia que tiene seguir un estilo de vida saludable a la hora de prevenir enfermedades cardíacas, independientemente de nuestra genética. Aún contando con una predisposición genética desfavorable, esta no supone una condena irremediable para padecer EAC. Informar sobre este hecho a través de campañas de Salud Pública podría ayudar a incentivar la adherencia a hábitos saludables para la prevención de enfermedades entre la población general.