¿Se puede educar el carácter? Diferencias con el temperamento.

¿Se puede educar el carácter? Diferencias con el temperamento.

Los colegios de Reino Unido y Estados Unidos nos llevan la delantera en la formación del carácter, que según algunas investigaciones tiene, entre otros muchos beneficios, el incremento del rendimiento escolar.

Laura Peraita

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«¡Menudo carácter tiene este niño!» Seguro que en algún momento esta frase ha pasado por la mente de los padres, o incluso no han podido reprimir decírsela a su hijo. Y es que, el carácter, según la RAE, es el conjunto de cualidades o circunstancias propias de una persona que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás. Según Verónica Fernández, directora del Centro de Educación en Virtudes y Valores (CEV) de la Universidad Francisco de Vitoria, hablar de carácter es hablar de las disposiciones profundas que están en el centro de lo que somos y que conforman de manera coherente nuestra forma de pensar, sentir y actuar. «Nuestro carácter es moldeado por nuestras elecciones en la vida, la gente que nos rodea, las historias que contamos, los espacios que habitamos, los altibajos de nuestra experiencia. El carácter es la esencia de lo que significa ser humano».

Este concepto es con frecuencia confundido con temperamento, pero son dos términos diferentes. El temperamento tiene origen biogenético, no se puede cambiar, está presente ya desde la niñez, es común con los animales, no hay temperamentos buenos ni malos, es un impulso o tendencia, pero no ‘obliga’. Por su parte, el carácter implica el temperamento + acciones (elección) + contexto, puede cambiar y educarse porque pone en juego la libertad de la persona, se va desarrollando a lo largo de la vida, es exclusivo de los seres humanos, hay caractéres que conducen al florecimiento de la persona y otros no, implica virtudes y pone en juego a la persona completa: razón, voluntad y afectos.

Matizadas las diferencias, la siguiente cuestión es si se puede educar el carácter. Definitivamente, sí. Al menos así lo apunta Verónica Fernández, quien asegura que no solo lo podemos cambiar, «sino que lo debemos educar. Y los primeros en hacerlo deben ser los padres».

Mala praxis

Explica que el carácter se va formando y educando por los padres desde el mismo día en que nace su bebé. «Los progenitores no son conscientes de ello, pero con todo lo que hacen, y también con lo que no hacen, se va forjando el carácter del pequeño. Por lo general intentan darle una buena educación, pero a veces hay una mala praxis, tanto por parte de los padres como de la escuela porque los colegios son subsidiarios de la familia. El problema añadido es que nos preocupamos demasiado todos por preparar a los niños para que hagan cosas y tengan éxito en el futuro, y no tanto para que sean grandes en la vida, seres íntegros enplenitud. Aún así, es curioso porque siempre queremos rodearnos de personas honestas, respetuosas…, pero si no les enseñamos, ¿cómo van a lograr serlo?», se pregunta Verónica Fernández.

En su opinión es necesario formar el carácter de los niños desde pequeños «de manera intencionada, teniendo las herramientas». Este es el objetivo en el que están trabajando en el Centro de Educación en Virtudes y Valores (CEV) al formar al profesorado, y también a las familias en este asunto para que haya una buena y acertada coordinación. «El objetivo es que no se cometan errores. Es decir, en la actualidad muchos padres educan a sus hijos como demócratas, lo que les llevará a que se comporten como dictadores. Bien es cierto que los progenitores viven actualmente mucho estrés laboral y cuando llegan a casa tienen mucho cansancio y poco tiempo para la familia por lo que suelen dar a los hijos todo lo que les piden para que les dejen tranquilos y también porque se sienten culpables de no estar más tiempo con ellos. No se les ponen límites, se les deja hacer lo que quieren, por lo que esos niños no se conocerán bien a sí mismos, no serán fuertes, valientes… Los padres deben ser conscientes de cuestiones como estas. Los progenitores no son amigos de los hijos, son la autoridad y tienen que hacer crecer a sus hijos».

Con esta idea se ha celebrado recientemente el Congreso «Los Desafíos y Oportunidades Educativos, Sociales, Políticos y Culturales para la Educación del Carácter y la Virtud en Europa» en las instalaciones de la UFV. «Este evento es muy importante para nosotros debido a su enfoque en la educación del carácter y la virtud, temas relevantes en la formación integral de los jóvenes en la sociedad actual, y porque hemos contado con expertos de distintos países europeos como de Estados Unidos», explica Verónica Fernández.

La directora del CEV matiza que Reino Unido y Estados Unidos son los lugares más avanzados en este asunto, «ya que destinan grandes esfuerzos a investigar en esta materia y, en función de sus resultados, ponen en práctica nuevas políticas educativas. En Reino Unido, los políticos ya han materializado muchos cambios en las escuelas con el objetivo de educar el carácter porque, entre otros beneficios, al educar el carácter se consigue un mayor rendimiento académico en el alumno. Es decir, que muchas veces machacamos a los niños por no obtener buenas notas cuando, a veces, es tan fácil como centrarnos en su carácter. Tanta importancia se le concede a este asunto que a los colegios que se preocupen por él en condiciones óptimas se le concede un sello de calidad».

Reconoce a ABC que la intención ahora del CEV es formar al profesorado en esta materia, «pero somos conscientes de que es un proceso lento. No creemos que exista un solo modelo. La educación del carácter debe ser moldeada por las necesidades de los niños y la comunidad a la que sirve. Consideramos que, para que sea verdaderamente transformadora, debe ser planificada, intencionada y plenamente integrada en toda la escuela u organización. Sólo entonces se puede enseñar, captar y buscar realmente el carácter».

«Preferimos ir con paso lento, pero seguro para lograr que los colegios se adapten a estas nuevas necesidades ventajosas para los estudiantes y eliminar otras que perjudican el proceso. Las escuelas, por ejemplo, no pueden ofrecer tantas actividades extraescolares; no se pueden hacer clases por hacer. Los docentes deben centrar actividades, dejar de hacer tantas labores administrativas y tener tiempo para mejorar la cercanía con el alumno. Si tienen las herramientas adecuadas, pueden educar el carácter también mientras imparten cualquier asignatura: en Historia, por ejemplo, analizando a personajes históricos y cómo influyeron siendo personas de bien; en lengua, haciendo un diario escrito de agradecimiento…».

El objetivo del CEV es que próximamente también se dote a los colegios españoles de este sello de calidad, empezando por los centros privados y continuando por los públicos. «La práctica educativa también debe incluir a las familias para cambiar ciertos esquemas mentales que no favorecen a los niños».

Entre los errores más comunes destaca que los padres siempre quieren generar felicidad en los hijos, pero escogen mal los medios: «vuelven a ser permisivos, se les da todo lo que piden, intentan no decirles ‘no’ para no dañarles ni frustrarles… y eso no les ayuda en nada en su desarrollo personal para el futuro. La felicidad es una consecuencia no una meta y no implica tener más cosas materiales que van a generar más necesidades, sino en la satisfacción de sentirse bien consigo mismo y con los demás».

Verónica Fernández insiste en que la educación del carácter es importante porque «las elecciones que toma un individuo determinan su futuro, y el propósito de desarrollar un buen carácter es la capacidad de tomar buenas decisiones. El carácter nos permite florecer como individuos y como una sociedad más amplia. Por ello, debe ser el propósito de la educación».



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