SACO: El colegio donde los niños con Síndrome de Down (u otras discapacidades) son uno más.

SACO: El colegio donde los niños con Síndrome de Down (u otras discapacidades) son uno más.

Este centro es la ONU de la educación para niños con y sin discapacidad intelectual, porque en él se dan cita todo tipo de situaciones, necesidades y circunstancias en un solo ideal: Educar y formar a las personas del mañana.

Carlota Fominaya

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En el colegio concertado de educación ordinaria Sagrado Corazón (SACO) de Chamartín (Madrid), los niños con Síndrome de Down son «uno más», advierte el orientador del centro, Antonio Nueva. «pero al igual que lo son el resto de alumnos, bien sean niños con altas capacidades, o tengan una un trastorno del espectro autista o una enfermedad rara». Ese espíritu de integración de niños de necesidades especiales cobra especial relevancia hoy, en el Día Mundial del Síndrome de Down, quizás la discapacidad intelectual más reconocible y que más simpatía y defensa concita pero, sin embargo, advierte Ramón Pinna, padre de una niña con SD escolarizada en el SACO, «en vías de extinción, porque el 98 por ciento de los embarazos no llegan a término».

Pero escondidos tras los Down y su luz, reflexiona Pinna, «o tras la preciosa iniciativa de los calcetines desparejados, conviven con nosotros otras muchas discapacidades invisibles, desconocidas, olvidadas o que impresionan más y que adornan el corazón de decenas de miles de niños en nuestra sociedad, porque son seguramente mucho más numerosas también, que necesitan de nuestro foco y de nuestra voz». «Podríamos pedirle a la ONU que ya que no puede parar la extinción del Down, que utilice su fuerza para hacer visibles al resto y comience a celebrarse, de una vez, el Día Mundial de la Discapacidad Intelectual», sugiere.

El Sagrado Corazón fue uno de los primeros centros en entender esto así. «Fue el primer gran colegio de Madrid que movió su carisma hacia la universalidad de la discapacidad intelectual sin filtros ni accesos. Su valor es que se adaptan a todos y ofrece a cada uno lo que necesitan», asegura Pinna. El SACO, resume, «es la ONU de la educación para niños con y sin discapacidad intelectual, porque en él se dan cita todo tipo de situaciones, necesidades y circunstancias en un solo ideal: educar y formar a las personas del mañana». De hecho, continúa Ana Jiménez, coordinadora de pedagogía terapeútica en Infantil, «así se lo explicamos a los padres que se acercan a conocernos: nuestro colegio es un reflejo de la sociedad. Y para ello hay que hacer una gran labor de aceptación, de sensibilización, de concienciación… Para los alumnos escolarizados aquí es algo natural compartir el aula con un niño con Síndrome de Down, por ejemplo».

Pero esa convivencia, reconoce Antonio Nueva, «se trabaja día a día. Porque en nuestro colegio surgen los mismos problemas que se pueden dar en cualquier centro escolar, o en cualquier empresa. Afloran todos los sentimientos de sobreprotección, curiosidad o de rechazo. Por eso hacemos un trabajo constante de concienciación, que les sirva luego para poder salir al paso de cualquier situación que se pueda presentar. Es una labor educativa incansable». Pero es verdad, asegura elena Salgado, coordinadora de PT de Secundaria, «que esa labor realizada desde Infantil, cuando estos menores llegan a ciclos superiores, se nota. Intentamos hacer personalidades plásticas, que tienenq ue aprender a convivir en sociedad y actuar dependiendo de la persona que tienen delante. Es curioso, pero pensamos que los adolescentes de hoy en día son muy rígidos, pero con los adultos, no con sus compañeros de pupitre con otras capacidades, a los que sí son capaces de escuchar»

No es fácil, admite Nueva, pero tampoco una quimera. «Es posible, siempre y cuando se den las condiciones adecuadas y sería bueno un acompañamiento de la Administración en medios e inversión porque las situaciones a las que nos enfrentamos son complicadas. Pero en cualquier caso, para lograr una integración real hay que hacer un seguimiento contínuo, realizar intervención si es necesario, y por supuesto mantener una actitud de entendimiento y actitud de escucha hacia quien mantiene esos sentimientos de rechazo. No se trata de ir por la vía de la imposición o de la penalización».

Implicación de todo el profesorado

Es verdad, corrobora este orientador, «que gracias a nuestro espíritu fundacional llevábamos ya mucho ganado. Es decir, mucho antes incluso de que se conocieran las instrucciones del Ministerio la inclusión estaba en nuestro ideario». Pero también es verdad que para mantener este trabajo, añade este profesional, son necesarias varias cosas. Una de ellas, apunta, es la implicación de todos los profesionales del centro: «No existe inclusión sin la implicación de los docentes de área. Se suele decir que muchas veces son los profesores de Pedagogía Terapéutica (PT) los que lo hacen posible y en parte es verdad, pero la realidad es que es el trabajo de todo el equipo del colegio hace que sea posible atender a estos niños». «Todos hablamos el mismo idioma», concluye Teresa Fernández, también orientadora del Sagrado Corazón.

Este proyecto educativo es el mayor desafío de adaptación de una educación ordinaria a las necesidades de la discapacidad por toda la diversidad que atesoran sus alumnos y, recalca Jiménez, «por poner a la persona en el centro». «La pelea es diaria mientras son niños pero tenemos muchos ejemplos de alumnos que han terminado la escolaridad a los que hemos preguntado y que afirman que una de las cosas que más valoran es la convivencia con alumnos de todo tipo. Esa es nuestra apuesta: formar a personas que van a tener un determinado talante en la sociedad», finaliza Nueva.



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