Recomendaciones para que los niños no pasen frío en clase.

Recomendaciones para que los niños no pasen frío en clase.

Con ventanas abiertas y temperaturas bajas es difícil alcanzar el confort térmico necesario para trabajar en el aula.

Cristina Bisbal Delgado

Tras unos días en los que enero se ha teñido de primavera, al menos desde el punto de vista climatológico, el invierno parece que va a volver a asomar por la puerta de febrero. Un febrero sumido en la tercera ola de una pandemia que obliga a los colegios a mantener las ventanas abiertas para que la posibilidad de contagiarse del virus SARS CoV-2 sea muy baja. Pero claro, nadie duda de que la presencialidad es esencial, tanto para los niños como para sus padres.

Ante esta perspectiva, la ropa que los críos vistan para asistir a los centros educativos pasa a ser una prioridad si no quieren pasar frío en las aulas. Los expertos parecen tener algunas de las claves para hacerlo bien. Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría, AEP, apuesta por “aumentar el número de capas de ropa, porque es más eficiente que el grosor de las mismas. Es recomendable empezar por una camiseta pegada a la piel, mejor si es térmica, e ir aumentando capas finas que puedan ir quitándose para tener la movilidad que les permita trabajar”.

En cuanto a los materiales, María del Campo, médico de familia de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, semFYC, recomienda la lana: “Es un buen aislante térmico, ayuda a absorber la humedad y permite que la piel transpire. Sin embargo, hay que tener cuidado con la ropa de algodón porque no conservan el calor corporal al convertir el sudor en frío cuando hay humedad”. Teresa Cenarro, vicepresidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, AEPap, está de acuerdo, pero con una salvedad: “La lana abriga, pero en pieles atópicas o delicadas puede provocar picor e irritación. En este caso las prendas de algodón serían las indicadas”.

En lo que no hay duda es en la importancia de “llevar las manos, la cabeza y los pies protegidos y abrigados para conservar el calor corporal”, afirma del Campo. Para Cenarro es buena idea: “Cubrir las manos con guantes finos para poder escribir y usar el teclado. Y la cabeza con capuchas, para permitir oír mejor al profesor”. No hay que olvidar que en los niños pequeños, proporcionalmente es más grande. En cualquier caso, “debe ser ropa cómoda para facilitar el movimiento y en caso de los niños más pequeños, que ellos puedan quitársela o ponérsela para facilitar el trabajo de los maestros, ya bastante complicado este curso escolar”, concluye la vicepresidenta de AEPap.

María del Campo sugiere otros dos interesantes trucos: “Hacer comidas frecuentes y en pequeñas cantidades, pero de alto poder energético como por ejemplo frutos secos (teniendo en cuenta la edad del niño) y fruta”. De esta manera se consigue poner en funcionamiento el sistema metabólico y aumenta la temperatura corporal. En ese sentido puede ser buena idea que no solo puedan comer en el recreo, sino una pequeña porción entre clase y clase. También sugiere que antes de comenzar cada clase se practique algo de ejercicio: “Levantarse de la silla, dar un paseo por el aula, hacer algún tipo de estiramiento”, evitando así el sedentarismo y generando calor.

El caso es conseguir poco a poco que los niños alcancen el confort térmico, que Ortega define como sensación “ni de frío ni de calor, temperatura neutra.”. Algo que difícilmente se consigue por debajo de 13ª C. “Los niños lo alcanzan a partir de los 15 ó 16 grados, porque necesitan menos temperatura que los adultos. Con menos grados no es posible mantener una actividad académica dentro del aula”. Por eso para Ortega es esencial mantener la calefacción puesta a pesar de tener las ventanas abiertas.

Y ojo, aunque reitera que “la ventilación natural continua y constante es insustituible y el mejor método para reducir la presencia de virus”, avisa de que no es necesario tener las ventanas abiertas de par en par, como se hace en muchos colegios. “Generalmente basta con abrirlas unos 15 centímetros, quizás 20. Y teniendo en cuenta que, si hace viento, con 7 centímetros sería suficiente. Para saberlo con mayor exactitud, es necesario contar con un sensor de CO₂ para comprobar que esté siempre por debajo de 500 ppm (partes por millón)”. Los estudios hablan de que un aumento de 200 ppm supone la pérdida de un día de clase por alumno y clase, incluso sin covid-19.

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