¿Qué nos está haciendo el smartphone?

¿Qué nos está haciendo el smartphone?

Muy rápido, en menos de 10 años, el ‘smartphone’ ha ocupado un lugar central en la vida de media humanidad. Se usa a todas horas y para miles de tareas, y está cambiando los hábitos sociales

MARTA RICART

«He llegado a recibir 2.000 mensajes de WhatsApp en cinco minutos. Los grupos son terribles. ¡Tendrías que ver los de 1.º de ESO: no paran de enviar watsaps llenos de emoticonos”, dice Jaume, de un grupo de alumnos de 15-16 años del instituto Moisès Broggi de Barcelona.

Usamos el teléfono móvil una media de 221 veces al día, analizó la consultora británica Tecmark. “Constantemente”, corrigen unos estudiantes de entre 18 y 21 años. Es la tecnología que más se utiliza, corroboraba el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de marzo; y es la preferida para conectarse al mundo digital (por el 88,3% de usuarios de internet), según la Fundación Telefónica.

Porque el móvil de hoy es multifuncional: sirve como alarma matinal, reloj, agenda, calculadora, navegador y para ver el tiempo; para escuchar música, la radio y leer prensa; para la mensajería WhatsApp y similares (se envía más mensajes escritos que se llama) y para conectarse a internet y a redes sociales como Instagram, Facebook, Snapchat, Twitter y demás; para ver una serie televisiva, podcasts y hacer y ver fotos y vídeos; para escoger restaurante, comprar, vender, realizar mil gestiones on line…

Cada uno le da usos particulares: Luis registra sus resultados cuando hace deporte; Elena reserva frecuentemente vuelos on line porque su novio vive lejos. “No sólo usamos mucho el smartphone los jóvenes, mi padre siempre está jugando, y mi abuela lo utiliza para estar en contacto con sus amigas”, añade María, otra estudiante. “Mi madre se ha hecho adicta, pero es que es sorda, y la facilidad de comunicación y el acceso a información que le da son incomparables. No todo es negativo”, dice Tamara (27 años), intérprete de lengua de signos.

El móvil facilita multitud de tareas, sí. Muchos destacan que les hace más productivos y más felices (79% y 77% en una encuesta del Pew Center de EE.UU.) Permite conectar con cualquiera y con todo; evita el aburrimiento… Por eso se vuelve indispensable para el 63% de la humanidad que lo tiene. En menos de 10 años –el iPhone de Apple se presentó en el 2007– el teléfono inteligente (táctil, conectado a internet…) ha pasado a ser una extensión de nuestro cuerpo y de nuestra identidad (fíjese que nadie lo presta) y está modificando ambas cosas, alertan los expertos.

La vista fija en la pantalla

Los efectos van más allá del usuario. Algunas ciudades hasta se plantean medidas urbanísticas, porque andar muchas personas mirando su pantalla (el 47% de los peatones lo hace, analizó el Reial Automòbil Club de Catalunya) ha favorecido un aumento de accidentes. Igual ocurre con el tráfico: el móvil ha sustituido al alcohol como primer motivo de muerte al volante entre los jóvenes estadounidenses, y las autoridades españolas lo consideran uno de los principales motivos de distracción, que es la primera causa de accidentes.

Además, quién sabe cuál será la dimensión futura del fenómeno; nadie se atreve a vaticinarla. Quizás en unos años habrán desaparecido las vallas publicitarias o los escaparates, si nadie los mira. Tal vez nuestros smartphones sean unas gafas o lentillas o bandas de grafeno pegadas al brazo, en transmisión/recepción permanente.

“Sí, la tecnología está cambiando los hábitos sociales y nuestro cerebro, y no sabemos qué efectos tendrá a largo plazo”, reconoce Nir Eyal, experto de EE.UU. en la relación entre psicología y tecnología y autor de Hooked (Enganchados). Como él, una legión de psicólogos, sociólogos, filósofos… analiza cómo nos cambia el móvil y cómo readaptar la sociedad.

Más atención que a los hijos

Entre el boom de ensayos, figura el último de Sherry Turkle, profesora de Ciencias Sociales y Tecnología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que ha estudiado el impacto en las relaciones personales –en otro libro defendía que ya no sabemos estar solos–. Lo que le resultó más “lacerante” en la investigación hecha para su libro Reclaiming Conversation (Reivindicando la conversación, que en otoño publicará en castellano Ático de los Libros) fue “que niños y adolescentes digan que nunca han dado un paseo con su padre o madre sin que estos estén sin teléfono; literalmente, sienten que nunca tienen la plena atención de sus padres”, explica por correo electrónico. Cree que el tiempo que pasamos con el móvil “lo robamos del dedicado a los demás, ya que lo llevamos encima a todas horas y a todas partes”.

En el barómetro del CIS, la mayoría de los preguntados (44%) apunta que el móvil es la tecnología que más ha cambiado la vida de su familia (sólo el 7,7% cita la televisión). Entre otros aspectos, un 67,9% piensa que ha reducido la comunicación entre padres e hijos, y el 51,5%, que ­aumenta el conflicto familiar. Hay terapeutas estadounidenses que dicen que les llegan familias que buscan ayuda para “reconectar”.

Interfiere en la pareja

Muchas relaciones amorosas también empiezan y acaban por el móvil, que está siempre presente. Facilita comunicarse, pero también controlar más a la pareja.

“Yo, si estoy con mi novio y él está todo el rato con el móvil en lugar de prestarme atención, se lo tiro por la ventana”, proclama Lucía, de un grupo de estudiantes de bachillerato artístico. Sus compañeros se ríen: admiten que muchas veces están con la pareja o entre amigos y con el móvil.

En los estudios en que se pregunta a personas si el móvil interfiere en su relación de pareja (incluido el del CIS), la respuesta mayoritaria es sí. Incluso, un 9% de los estadounidenses dijo en una encuesta haberlo usado durante las relaciones sexuales.

Un 40% menos de empatía

Turkle advierte que el móvil resta intimidad y empatía a la relación humana. En una consulta del Pew Center, el 89% de las personas dijo que usó su teléfono durante su última reunión social, y el 82% reconoció que la conversación se resintió. “Se ha demostrado que si dos personas quedan y hay un teléfono en la mesa, la charla gira en torno a temas menos importantes, y esas personas sienten menor conexión entre sí”, explica la psicóloga social del MIT. “Cuando nos volvemos hacia el móvil en lugar de hacia la otra persona, se pierden empatía e intimidad. En los últimos 20 años –subraya–, se ha constatado una disminución del 40% de la empatía entre estudiantes universitarios en todas las maneras que conocemos de medirla. El mayor descenso ha sido en la última década, lo que se atribuye al uso de dispositivos digitales. Es en la conversación cara a cara cuando nacen la empatía y la intimidad; pagamos un precio si dejamos fuera esta conversación: se pasa de la conversación a la mera conexión”.

Turkle aún tiene esperanza: “La tecnología está implicada en un asalto a la empatía. Estamos en el punto en que lo hemos visto y planteamos cómo corregirlo”.

¿Espontáneos y auténticos?

Nos resulta cada vez más difícil mantener una conversación espontánea como son las cara a cara. “La gente busca evitarla usando el móvil para no sentirse vulnerable”, dice Turkle. Pone como ejemplo a padres e hijos que discuten por WhatsApp y similares para tener las emociones bajo control. “Nos atrae la conversación on line –explica– porque podemos prepararnos, ya que tememos imperfecciones en la presentación. Nos reafirmamos si podemos escondernos tras una autopresentación”.

Entonces, ¿compartimos un yo, un mundo irreal? Nir Eyal sostiene que “desde siempre, la imagen que proyectamos tiene una parte de apariencia, no es nuevo de la tecnología”. Él cree que en los grupos de confianza sí se proyecta la imagen auténtica. “A veces las personas llegan a convertirse en su mejor versión on line; otras dejan de reconocerse en el yo digital, se sienten no auténticas y se deprimen. Es más difícil encontrar un yo auténtico”, opina Turkle.

Concebido para enganchar

Estamos enganchados al móvil, dice Eyal. En su libro explica por qué: servicios y apps están diseñados para captar la atención el máximo tiempo. Eyal es de la escuela de B.J. Fogg, gurú de la tecnología persuasiva, que estudia en su laboratorio de la Universidad de Stanford (California) los comportamientos y cómo influir en ellos. Su fórmula para captar la atención es motivación (se debe ofrecer algo que la gente desee), facilitar alguna tarea y utilizar triggers, disparadores del comportamiento que refuercen el hábito, como los likes, retuits, comentarios… Fogg predijo hace casi 15 años que el móvil se convertiría en la primera plataforma de persuasión para cambiar hábitos y comportamientos.

Los fabricantes de móviles tienen psicólogos y antropólogos que recorren el mundo observando comportamientos para ir evolucionando el producto, como se dice en la jerga: ¿dónde guarda la gente el móvil?, ¿qué comprueba la gente que no se deje? (las llaves, dinero y el móvil; y ya se implanta el pago por móvil…).

¿Adicción? Depende

Ante tal panorama, parece una lucha contra titanes plantearse limitar las horas con el móvil o cómo evitar la adicción. Sin embargo, Manuel Armayones, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (es on line), que acaba de publicar El efecto smartphone, conectarse con sentido, señala: “Todo depende de lo que uno haga en el mundo digital”. “El sentido común dice que se hace un mal uso del móvil cuando causa problemas a la persona, perjudica su relación de pareja o familiar o su sueño, su trabajo o los buenos resultados académicos… Lo importante es ser conscientes de cuándo se da ese daño”, destaca.

El profesor de Psicología avisa que entre padres e hijos “hay que hacerse a la idea de que el negociar va a ser constante: cuando ya habíais pactado el uso de Instagram (qué horas, qué es admisible compartir…), se ponen de moda Periscope y sus vídeos”. “Hay ahora un corte generacional –analiza– entre padres analógicos e hijos digitales, pero siempre habrá dos velocidades: gente más cualificada tecnológicamente o que hace un uso más intensivo y otros que no”. De todos modos, cree que los jóvenes suelen hacer un uso más sano y social del móvil que muchos adultos porque comparten charlas, fotos o vídeos con sus amigos no virtuales, que ven cada día.

Ansiosos y saturados

Claro que tres de cada cuatro jóvenes de 18 a 24 años, lo primero que hacen al despertar es consultar el móvil, según un sondeo norteamericano. “Es cierto”, corrobora un grupo de barceloneses de esta edad, aunque discrepan entre ellos sobre si tienen o no sensación de dependencia. Los anglosajones hablan, como fuente de ansiedad, del FOMO (fear of missing out), el miedo a perderse algo si no se mira el móvil. Armayones habla en su libro de “psicopaTIClogías” como el miedo a olvidar el móvil (nomofobia) o la ansiedad que genera la trilogía batería, cobertura y saldo. “No son equiparables a enfermedades mentales graves, pero nos estresan y generan ansiedad”, dice. Por no hablar de que el móvil no deja desconectar nunca del trabajo.

Igualmente, se ha visto que las redes sociales favorecen la depresión de personas que creen no tener la vida deslumbrante de quienes siguen. Otras sienten saturación ante tanta información y la presión de tener que participar. La receta de Armayones es: “Haga amigos, practique deporte, cultive alguna afición fuera de las pantallas”.

Distraídos, pero con memoria

El escritor especialista en tecnología Nicholas Carr es uno de los que proclaman que el smartphone nos hace inatentos y superficiales. Evita que los estudiantes se concentren un buen rato seguido, pero los centros educativos andan divididos sobre si permitirlo o no, en ese dilema entre que distrae pero no tenerlo crea ansiedad. “Se erige como una señal de que siempre podemos poner la atención en otra cosa. La decisión es del usuario, pero esa posibilidad nos tienta, y somos vulnerables”, razona Turkle. Urge aprender a regularse. Pero no está claro, que sepamos: entre estadounidenses consultados por el Pew Center, sólo el 30% dijo que el móvil le ata, y el 70%, que le da libertad; el 28%, que le distrae, pero el 72%, que le conecta…

Tampoco son tajantes los estudios. Unos señalan que el mundo digital cambia la memoria (el llamado efecto Google), otros, que no la atrofia. Incluso alguno defiende que la desarrolla, e idéntico debate existe en torno al pensamiento analítico. “En la sociedad actual se maneja más información que nunca, y usamos la memoria del móvil o la nube como una extensión de la nuestra, para almacenaje, pero en el cerebro seguimos guardando la importante o irreemplazable para nosotros”, opina Armayones.

La flexible intimidad

Los padres estadounidenses cuelgan on line unas 1.000 imágenes de cada hijo antes de que cumplan los cinco años, explicaba recientemente la revista Time. “Se dice que los niños y jóvenes de hoy son narcisistas, pero es que quizás aprenden exhibicionismo de los padres”, indicaba el artículo. Y añadía que hay redes sociales usadas por menores para colgar selfies sexis. Fotos parecidas a las que pueden colgar sus madres. En muchos de estos casos está claro que no se plantea la cuestión de la intimidad que en otras ocasiones se ­reclama.

“La tecnología es maravillosa, lo que se puede cuestionar es el uso que se haga de ella”, concluye Armayones. Apunta que si se extiende la moda de colgar vídeos en tiempo real, “se pueden generar situaciones complejas, social y psicológicamente”. Por eso, reclama “normas de etiqueta en el uso de móviles (y demás tecnología)”. “Si dos personas –ejemplifica– quedan para cenar y una se pone a leer un libro, se ­consideraría mala educación, pero con el móvil ocurre (el fenómeno Phubine, pasar de los otros)”. Nir Eyal también cree conveniente que la sociedad se dote de reglas en el uso de la tecnología, pero ¿quién las decide?

CONCEPTOS CLAVE

► Nunca solos. Permite contactar con cualquiera a todas horas. “Una persona se puede aislar si quiere, pero puede conectar más que nunca con mucha más gente”, dice Nir Eyal

►Distracción. La crítica más usual al móvil. Peligroso efecto cuando se usa al volante

►Controlados. Por el móvil se puede saber todo de cualquiera. Los limites de la ciberseguridad y la privacidad chocan constantemente

►Conexión total. La mayor ventaja del smartphone: acceso universal

►Ansiedad. La favorecen el tener muchos mensajes o querer tener una presencia digital activa, o los problemas de batería, cobertura y saldo

►Memoria. Se debate si almacenar datos en el dispositivo y la conexión efímera atrofian la capacidad cerebral

►Disruptor de pareja. El móvil facilita conocer a otras personas, pero su constante uso interfiere en la relación

►FOMO. Fear of missing out: el miedo a perderse algo si no se está conectado causa ansiedad

►Funny. “La vida on line promete experiencias como regalos de un hada: nunca tienes que estar aburrido, puedes presentarte como lo que querrías ser…”, dice Sherry Turkle

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