Qué es el acantilado de cristal: la trampa sexista en la que las mujeres acceden a puestos de poder en situaciones de crisis.

Qué es el acantilado de cristal: la trampa sexista en la que las mujeres acceden a puestos de poder en situaciones de crisis.

En España, 4 de cada 10 puestos directivos están ocupados por mujeres, pero tras la ruptura con el techo de cristal, existen otros obstáculos sexistas a los que muchas de ellas se enfrentan todavía.

Amanda Alonso 27/09/2023

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Los techos de cristal se están quebrando poco a poco. En España, casi 4 de cada 10 puestos directivos están ocupados por mujeres, según Women in Business, que asegura que somos el segundo país de la UE con más directivas. Aunque detrás de esta realidad, hay matices invisibles.

Lo son los suelos pegajosos, que nos atan a las tareas domésticas y a las funciones feminizadas de cuidados, y también los techos de cristal, que nos impiden crecer en la esfera laboral y pública. Y cuando, a base de esfuerzo y sacrificios -que muchos hombres nunca tendrían que hacer- las mujeres rompen esos obstáculos invisibles y logran alcanzar la cima, a menudo, allí en las alturas, todo sigue cargadito de ‘trampas’. 

El acantilado de cristal

Cuando una empresa se encuentra en un momento de crisis grave; económica o reputacionalmente, a menudo surgen las oportunidades de ascender para las mujeres. Seguro que esto nos suena de algo.

Este fenómeno se conoce como ‘acantilado de cristal’, porque, cuando ellas llegan al poder, -he aquí la trampa-, la misión que se les asigna es ya tan inviable y tiene tantas probabilidades de fracasar que, puede suceder, y sucede, que no salga adelante, confirmando así la falsa creencia de que ‘las mujeres no están capacitadas para ocupar puestos de responsabilidad, y mucho menos para gestionar grandes crisis’. 

Neosexismo, ‘la trampa’ moderna de la equidad

Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Qué objetivo tienen quienes ofrecen este tipo de oportunidades ‘trampa’ a las mujeres?. La respuesta corta es el sexismo, aunque este se puede manifestar en diferentes formas, algunas más inocentes que otras.

Puede pasar, por ejemplo, que la creencia estereotipada de que la empatía, la intuición y la preocupación por el grupo sean rasgos típicos de las mujeres, y que eso las capacite para resolver crisis. Aunque, paralelamente, no se busque esas características en época de bonanza, donde se opta por cualidades ‘propiamente masculinas’ como la ambición o la contundencia.

Con más ‘mala baba’ ocurre que, cuando un grupo dominante cede el liderazgo al grupo minoritario, lo hace, a propósito, en un momento crítico, para reafirmar su superioridad, ante el fracaso del líder atípico. 

Además, escondido entre estos motivos, se encuentra, casi siempre, el neosexismo, que, afirma que los géneros ya han logrado la equidad y que la discriminación de género no existe. Por tanto, no es necesario tomar medidas para combatirlo.

La autovaloración de las mujeres, otro freno invisible

La carrera de obstáculos a la que se enfrentan las mujeres en su deseo por alcanzar una posición social, pública o laboral determinada, mina, poco a poco, su autovaloración.

Los sesgos de género e incluso, los acantilados de cristal, influyen directamente en la confianza de las mujeres, que pueden frustrarse y autolimitarse, impidiéndose a sí mismas avanzar en su carrera profesional.



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