04 Jul ¿Por qué una mujer soltera sin hijos no puede ser la persona más sana y feliz del mundo?
Un profesor de la London School of Economics defiende que sí lo son en su último libro, y le han llovido las críticas. Es cierto que malinterpretó unos datos, pero hay algo más.
VERÓNICA PALOMO
El profesor de Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Ciencias Políticas y Economía de Londres Paul Dolan se ha ganado muchas críticas y algún ataque personal. El motivo, defender la idea de que las mujeres solteras sin hijos son el grupo de población más sano y feliz que existe. Con razón, ya que el psicólogo utilizó en su último libro, Happy Ever After, Escaping the myth of the perfect life, los datos de una encuesta nacional estadounidense sobre el uso del tiempo para concluir que «los casados son más felices que otros grupos de la población, pero solo cuando la otra mitad está presente en la habitación. Cuando están solos y se les pregunta si son felices, dicen lo contrario». El gran problema de esta idea no fue tanto que hirió la sensibilidad de más de uno como que Dolan no interpretó correctamente la información de la encuesta. El profesor equiparó la expresión «esposo ausente» -empleada por los encuestadores para organizar los datos- con que «había salido de la habitación», cuando en realidad significa que la pareja ya no está viviendo en el hogar porque ha fallecido. Con esta interpretación, no puede uno decir que la estadística esté de su parte, pero lo airado de las reacciones que se han sucedido en el mundo anglosajón sí parece demostrar una de las conclusiones del libro: «Que no nos podemos creer que la gente que vive desemparejada pueda ser más feliz que la que sí lo está».
Según Dolan explica en su libro, «nos cuesta aceptar que haya gente que sea feliz de una manera tan diferente de lo que nos hace feliz a la mayoría». Por otra parte, la idea de que el matrimonio trae muchos más beneficios para el hombre que para la mujer es común entre los científicos que han abordado el asunto. Por si fuera poco, resulta que, cuando el matrimonio no funciona, el impacto físico y psicológico es superior en la mujer que en el hombre.
La consultora de género Laura Viñuela confirma que, en efecto, desde el punto de vista de la salud, el bienestar y el progreso profesional hay muchas más ventajas para el hombre dentro del matrimonio. «Solo hay que mirar cualquier estadística sobre usos del tiempo para ver que las tareas domésticas y los cuidados del hogar siguen siendo cosa de mujeres de forma desproporcionada, por mucho que, en la última década, suba tímidamente la dedicación de los hombres a dichas tareas. Es cierto también que la sociedad actual está en proceso de cambio, pero no existe aún un cambio profundo en las bases de todo el sistema patriarcal, todavía estamos en una capa de barniz de igualdad que, a poco que se rasca, muestra toda la desigualdad que hay debajo».
La fórmula universal de la felicidad no siempre funciona
Aunque nunca se te hayan dado bien las matemáticas, hay una fórmula que has aprendido desde que eras niño, sin querer, y que seguramente no has podido olvidar: un buen trabajo + dinero + matrimonio + hijos = felicidad. A base de las historias que nos van contando desde pequeños (vivieron felices y comieron perdices) y de convenciones sociales que se imponen a través de la cultura, las estructuras de poder, las leyes, la familia y los medios de comunicación, llegamos a adultos con esta ecuación tan aprendida que asumimos automáticamente que, si nos falta una de las variables, seremos infelices. Esa sensación llega porque nos han ido diciendo cómo debemos vivir nuestra vida para que nos sea más fácil sobrevivir, encajar en el mundo. Al fin y al cabo, de eso se trata, ¿no?
Pues quizá no. Según Dolan defiende en su último libro, la felicidad no es lo que la mayoría piensa que es. El autor explica por qué una buena educación, ganar dinero, tener éxito, casarse, ser monógamo y tener hijos no es garantía de felicidad y, además, analiza por qué tendemos a juzgar a los que no hacen lo mismo que nosotros. El autor se pregunta: ¿si ellos son felices, por qué no dejas que hagan lo que quieran? Y, lo más importante: ¿si tú eres feliz, por qué no dejas en paz a los demás? También recalca que «la sociedad pone mucho énfasis en que tengamos una educación superior, hacernos ricos y casarnos, pero que muchas personas serían realmente más felices con un curso vocacional, unos ingresos medios y sin pareja. Eso no quiere decir que uno no deba luchar por conseguir riqueza y éxito, pero tampoco tiene que ser el ideal de vida para todos».
Otra idea que se desprende de este libro es que hay ciertos comportamientos que rompen nuestros convencionalismos, pero que la sociedad acepta o entiende unos mejor que otros. Por ejemplo, no nos sorprende (o al menos no tanto) que una persona haya encontrado la felicidad viviendo con lo básico, rompiendo con su puesto de alto ejecutivo y renunciando a todo tipo de lujos; tampoco que alguien decida divorciarse tras décadas de matrimonio porque se ha dado cuenta de que no es feliz. Pero, ¿qué ocurre con esas personas que voluntariamente han decidido no tener hijos? Pues parece que esta opción de vida todavía se le atraganta a mucha gente, y aún más la conclusión de Dolan de que las mujeres solteras y sin hijos son el grupo social más sano y feliz del planeta. El autor de la obra se pregunta: ¿estas reacciones no serán, en realidad, porque los emparejados con hijos ansiamos esa otra vida?
No esperes a que los niños te den la felicidad
Toda la obra del profesor es un intento de desmontar mitos, empezando por el del matrimonio (una aventura llena de obstáculos para la intimidad), una unión que analiza desde el primer minuto: el día de la boda. Una encuesta hecha especialmente para la investigación del libro, que recopiló datos cada dos meses de una muestra de 7.000 ciudadanos alemanes, concluyó que el matrimonio es una institución que la sociedad considera importante. El 90% de los encuestados opinaron que este tipo de unión estable a lo largo de tu vida es fundamental, sin importar si eres feliz o infeliz. Y, precisamente, un símbolo de éxito que nos gusta exhibir mucho como sociedad es nuestra boda, y mucho más si hay despilfarro (cada uno en su estilo y de acuerdo con sus posibilidades). El autor reflexiona sobre los «bodorrios» y se permite dar un consejo: «No te gastes mucho».
Puede que cuanto más dinero destines a la celebración, más posibilidades tenga tu matrimonio de terminar en divorcio. Al menos es lo que dice un estudio de dos profesores de economía que, tras analizar la unión de 3.000 parejas estadounidenses, relacionaron sus gastos con la duración del matrimonio. Su trabajo concluye que comenzar la vida matrimonial con una gran deuda puede añadir cierta tensión a la convivencia en común, y que aquellas parejas que tuvieron una boda barata mostraron mayor estabilidad que las que se gastaron más de 20.000 dólares –unos 17.500 euros-. El 50% de aquellas historias de amor terminó en divorcio.
¿Y qué decir de los niños? Dolan también cuestiona la idea de que los niños traen la felicidad. «Por esa misma razón ¿les hacemos a ellos responsables de nuestra desdicha?», razona. El profesor tiene dos hijos, Poppy y Stanley, y dice de ellos en su libro que le han dado una razón más para vivir, pero que antes de que llegaran a su vida ya lo eran. La cuestión es que, «para algunas personas tener hijos es genial, pero para mucha otra gente no lo es, y la idea de que no podamos hablar abiertamente sobre ello ya es un problema», se queja el autor en las páginas de Happy Ever After. Lo que sí podemos hacer es criticar la opción de no reproducirse; ¿quién no se ha escuchado alguna vez a sí mismo criticando esta opción de vida con sentencias como esta?: «Pues no lo entiendo, ya tiene una edad, ¿y qué pretende, estar de fiesta toda la vida?»
La pregunta del millón es por qué seguimos haciéndonos ese tipo de preguntas, a lo que Viñuela responde que «aún mantenemos unos esquemas de lo que debería ser normal en el devenir de la vida de las personas y, en el caso de las mujeres, sigue siendo clave la idea de esposa y madre como proyecto exitoso de vida». Y opina: «A las personas nos gustan las certezas, nos dan seguridad, y para la mayoría de la gente es más sencillo seguir el camino establecido que tratar de buscar el que más feliz te haga. La segunda opción exige, en muchos casos, un enorme esfuerzo para hacer frente a la presión social y a las dudas internas que aparecen en cuanto alguien se sale de la ruta esperada».
La opción de no tener hijos siempre se ha visto por el resto de la sociedad como una postura egoísta por parte de personas que han elegido sus carreras y una vida llena de ocio (algo a lo que dedicar el tiempo, sorprendentemente, puede llegar a ser contraproducente) por encima de la responsabilidad familiar. «Creo que las mujeres siguen teniendo que justificar la decisión. Cuando son jóvenes, como aún queda tiempo, les dicen que ya cambiarán de idea. Si son más mayores y no tienen pareja, se justifica su decisión con el ‘es que no encontró a la persona adecuada’, y si tienen pareja y no hay ninguna razón médica para no reproducirse, esto, en el mejor de los casos, resulta sorprendente, ya que no existe aún el rol reconocido y aceptado de mujer que decide no tener hijos. Sigue siendo una rareza», explica Viñuela.
¿Hacia un mundo de parejas sin hijos?
A pesar de que pueda provocar cierta sorpresa, el número de parejas que optan por no tener hijos está aumentando. En Australia, por ejemplo, el instituto de estadística del país ha calculado que, el número de parejas sin descendencia superaran al de las que sí la tienen en la próxima década. Es una decisión muy meditada, y ya hay estudios que confirman que las personas que voluntariamente optaron por no tener hijos tienen, al menos, el mismo nivel de felicidad que las que sí los tienen. Y una investigación de la Universidad de Calgary, en Canadá, observó que las mujeres que voluntariamente no tuvieron hijos mostraron niveles más altos de bienestar en general y se definían a sí mismas como personas independientes y con un absoluto control de su bienestar, sin ningún arrepentimiento relacionado con su decisión. Según señalaron, adoptaron ese estilo de vida porque apostaron por su futuro y por un mayor control sobre la toma de decisiones de su vida. Solo fue un pequeño estudio de 72 mujeres, que habían optado por tener hijos, que involuntariamente no los tuvieron y que sí habían sido madres.
Con tan pocas participantes, el resultado es poco significativo estadísticamente, pero lo más importante es que no sabemos es lo que entendían ellas por mayor control de sus decisiones y, sobre todo, si al final esta opción de vida fue lo que finalmente les aportó la ansiada felicidad. Sea como sea, lo que sí parece que queda claro es que estas personas pueden perfectamente vivir con el peso de su decisión, siendo el resto de la sociedad a los que nos cuesta más aceptarlo. En este punto, vale la pena retomar el planteamiento que sustenta la argumentación de Paul Dolan: si les juzgamos con tanta dureza, ¿no será porque queremos ser como ellos?
elpais.com/elpais/2019/06/24/buenavida/1561379291_851721.html?id_externo_promo=enviar_email