Platero es pequeño, peludo… y curativo

Platero es pequeño, peludo… y curativo

* Zamora acoge un proyecto pionero de asinoterapia con enfermos de Alzheimer
* No cura, sólo palía los efectos o retrasa el avance

José Luis Cabrero | Zamora

La asinoterapia, la terapia con burros, no había ni siquiera nacido cuando Juan Ramón Jiménez ya apuntaba en su inmortal Platero y yo las bondades intrínsecas de un animal «pequeño, peludo y suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón».

El genial poeta no lo sabía entonces, pero hace cien años ya daba pistas a los terapeutas de los valores de una raza que ahora se ha revelado como el instrumento ideal para, por lo menos, paliar los efectos devastadores que produce una enfermedad tan dramática como el Alzheimer. «Es tierno y mimoso, igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro como de piedra».

En la localidad zamorana de Santa Croya de Tera los expertos de la Asociación Andrea han seguido los pasos de Juan Ramón para hacer del burro el principal protagonista de un tratamiento terapéutico que persigue mejorar la calidad de vida de los enfermos de Alzheimer.

Los especialistas de la asociación dejan claro que su tratamiento «no cura», sólo palia los efectos o retrasa el avance de la enfermedad gracias a la «plasticidad neuronal, o lo que es lo mismo, a la capacidad de las neuronas de regenerarse o transformase en nuevas conexiones sinápticas», explica Elsa Pérez, la psicóloga clínica de la asociación.

Los enfermos que asisten a las terapias se someten a un programa de psicoestimulación multifuncional que tiene como principal objetivo, «mantener las capacidades residuales de los pacientes».

El trabajo, explica la psicóloga, se divide en dos apartados. Una parte de los ejercicios va destinada a la mejora de las capacidades psicomotrices de los enfermos.

Paseos a pie guiando a los asnos sorteando todo tipo de obstáculos hacen del burro un «catalizador de los beneficios» del ejercicio físico dado que los enfermos no sólo tienen que estar pendiente de los obstáculos que hay en su camino, sino de llevar al animal y estar atento a sus reacciones. «Este trabajo produce una reactivación muy intensa a nivel neuronal», señala Elsa Pérez.

En un segundo plano, el trabajo con los asnos supone una «estimulación del sistema límbico-emocional», prosigue la psicóloga. La interacción con los burros despierta los sentimientos más recónditos de los pacientes, algo que no se puede conseguir en las terapias tradicionales.

El trabajo efectuado por los especialistas de la asociación Andrea en el centro de Santa Croya de Tera con los enfermos de Alzheimer, que cuenta con el apoyo económico del grupo de acción local Macoval, es pionero en España y sigue la senda iniciada en los años 50 por países del entorno como Francia, Alemania o Inglaterra.

Balance

Los pacientes se han sometido a este programa piloto durante seis meses y ahora los especialistas de la asociación están haciendo balance de los resultados obtenidos.

Entre los efectos experimentados por los participantes en esta experiencia, explica Elsa Pérez, destaca la «mejora casi inmediata» de aspectos como la ansiedad, los estados de depresión y la agresividad.

Desde las primeras sesiones, señala la psicóloga, «es evidente la mejora del estado anímico de los pacientes». Mejora que no sólo beneficia a los enfermos, sino que se extiende también a las personas que los atienden, como familiares y cuidadores.

A medio y largo plazo, la terapia con burros mejora el estado general de los pacientes y logra paliar algunos de sus efectos.

Los primeros análisis de los resultados obtenidos en este proyecto pionero apuntan a que la asinoterapia mejora todos los indicadores psicomotrices. «Está comprobado que se mejoran aspectos como la memoria, la capacidad de aprendizaje, la percepción espacial o el lenguaje», señala Elsa Pérez.

Los burros, además, y en el caso de las terapias con enfermos de Alzheimer, juegan con ventaja con respecto a otros animales puesto que la mayor parte de los pacientes proceden o tienen sus raíces en el mundo rural. «Tienen una gran capacidad para evocar en los enfermos sentimientos olvidados, material perdido que al ser reactivado pone de nuevo en uso partes del cerebro que estaban inactivas».

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/10/castillayleon/1310288738.html



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