02 Nov Nueve de cada 10 niños con asperger sufren acoso escolar, según las entidades.
Familias y afectados denuncian que los institutos a menudo se convierten en territorios hostiles para este alumnado.
Nuria Marrón
Las acusaciones que este martes han llegado a la Sala 6 de Menores de Barcelona son, de confirmarse en sentencia, una punta del iceberg, bestial y atroz, de algo que las asociaciones y colectivos de personas que sufren trastornos del espectro autista hace tiempo que denuncian: que nueve de cada diez menores con este tipo de afectaciones sufre ‘bullying’ sin que, de momento, ni las escuelas ni las administraciones sepan cómo hacerle frente.
Los relatos de casos bullían este martes a las puertas de la Ciutat de la Justícia, donde ha empezado el juicio por agresiones sexuales en grupo a un niño con asperger en el patio del colegio Verge del Roser de Vallirana. «Basta de agresiones dentro de los centros escolares y basta de protocolos revictimizadores», clama un cartel. «Yo no sufro autismo, sino la ignorancia de mucha gente sobre el autismo», dice otro.
Madres de menores vinculadas al Grupo de Ayuda Mutua Asperger y miembros de la Federació Catalana de Autisme, que se han acercado a los juzgados para dar apoyo a la familia de Sergi, explican que, sin auténticas políticas de prevención en los centros, los niños con este tipo de afectación se convierten en ‘víctimas perfectas‘ para el acoso. «Son altamente vulnerables, parecen extraños y no pillan los sobreentendidos -afirma Luci Marcos, del grupo de ayuda mutua-. Tampoco entienden la maldad, por lo que les cuesta detectar cuando se les está haciendo daño y les cuesta comunicarlo».
Detección y diagnósticos
Las familias denuncian la ausencia de protocolos que ayuden en la detección de los casos, así como los falsos diagnósticos. Y coinciden en que el gran ‘punto ciego’ son las niñas con asperger. «Ellas no se ajustan a los clichés con los que se suele relacionar a los varones con asperger. Ellas, de pequeñas, son tímidas e introvertidas y muy buenas imitadoras, por lo que el problema no suele aflorar hasta que se produce una explosión, normalmente en la adolescencia«, asegura Raquel Montllor, afectada y miembro de la Federació Catalana d’Autisme, quien explica que sufrió ‘bullying’ en el colegio y luego ‘mobbing en el trabajo’.
Por lo general, aseguran familias y personas afectadas, las escuelas y sobre todo los institutos se convierten en territorios hostiles para este tipo de alumnado. Durante la adolescencia, las relaciones y dinámicas se hacen más complejas y a menudo suelen quedar desplazados, relegados, del grupo. Junto a las -a menudo violentas- relaciones interpersonales, también suelen provocarles malestar y ansiedad las rutinas del aula y las dinámicas de los docentes.
«Les cuesta mucho aguantar el ruido que generan las clases con 30 alumnos, así como los trabajos en grupo, que son un suplicio para ellos», afirma Marcos. «Los centros no están preparados para ellos, demasiado a menudo no les dejan ni ir a la biblioteca cuando están en un momento de tensión», afirma Marcos.