05 May «No se debe mirar a otro lado. Hay que asumir que la vejez está ahí, antes o después nos llegará»
El encuentro «Conversaciones de Mayores» deja patente la necesidad de hacer un «plan de prevención» para que cada persona sea cuidada como le gustaría.
LAURA PERAITA
En España hay cuatro millones y medio de personas que se encargan de cuidar a sus mayores en el ámbito familiar de manera intensa, dedicando muchas horas a su atención, no solo a hacerles una mera visita semanal de cortesía.
Cuando una familia se enfrenta a esta realidad se generan situaciones muy difíciles puesto que los hijos suelen estar en una etapa en la que no tenían escrito en su guión vital que debían dedicarse casi 24 horas a otra persona, generalmente una madre, un padre o los suegros que demandan tiempo ante la imposibilidad de valerse por ellos mismos.
Cuidar a estas personas durante varios meses es duro, pero puede resultar más o menos llevadero, pero cuando los cuidados se alargan en el tiempo, durante años, la situación se complica y puede llevar a conflictos entre los propios familiares porque cada uno tiene una opinión sobre cómo deberían llevarse a cabo: trasladarle a una residencia, contratar a una persona que se ocupe en su domicilio de los cuidados, turnándose por meses en las casas de los hijos… La polémica está servida.
Este es uno de los motivos por los que ABC, en colaboración con Obra social «la Caixa», ha celebrado el espacio de debate «Conversaciones de Mayores», que se ha inaugurado esta semana bajo el título «Primero las personas: Cuidar como nos gustaría ser cuidados».
Esfuerzos insuficientes
Según Mayte Sancho, directora científica de Matia Instituto Gerontológico, «la familia nunca ha cuidado tanto a sus mayores como en la actualidad». Explica que se ha incrementado la esperanza de vida, a lo que se suma que hace años, por ejemplo, una persona sufría un ictus y solía fallecer, mientras que hoy sobrevive durante años pero con gran demanda de cuidados.
«Es imprescindible dar una mayor visibilidad a los cuidados que las personas ofrecen o reciben de otras, puesto que el 20,7% de los mayores de 65 años ya tiene dificultades para llevar a cabo actividades básicas de la vida diaria: comer, vestirse, ducharse… «Los esfuerzos realizados desde todos los ámbitos que intervienen en este complejo mundo de la dependencia son manifiestamente insuficientes: desde el sistema de protección social, la iniciativa privada, el mundo de la acción voluntaria, las asociaciones y, sobre todo, desde las familias, que intentan afrontar las necesidades de cuidados de sus seres queridos en muchas ocasiones desde la precariedad, la falta tiempo y la más absoluta impotencia. Además, –añade– en esta lucha por ofrecer bienestar, las mujeres son protagonistas puesto que suelen ser las que asumen estas funciones de cuidados, lo que afecta en gran medida tanto a su vida personal como profesional».
Sentimiento de culpabilidad
Por su experiencia personal, Marta Fernández, de 71 años y a cargo de su madre con enfermedad mórbida durante años, explica que ella asumió el papel de cuidadora porque no quería que sus hijos, que por aquel entonces tenían 14 y 15 años, se dedicaran a algo diferente a sus estudios. «Culturalmente también lo tenemos asumido, aunque sufrí mucho por el esfuerzo físico y emocional que supone estas atenciones. Cuando me di cuenta de que no podía tener una cama hospitalaria en mi casa o grúas para moverla no tuve más remedio que llevarla a una residencia. En aquel momento no sentí alivio por liberarme de tanta carga de trabajo y dedicación. Todo lo contrario, sentí mucho dolor».
Mayte Sancho añade que este es uno de los grandes problemas. «Los cuidadores, y más concretamente las mujeres, padecen un gran sentimiento de culpabilidad cuando no pueden ocuparse al cien por cien de las demandas de sus seres queridos. Es algo que se debe cambiar en nuestra sociedad. Desde bien pequeños hay que inculcar a los niños en estos cuidados, que vean cómo atienden sus padres a los abuelos, que no se les diga «tú mira para otro lado» o «vete a jugar». Deben ver la parte negativa de esta labor, pero también la positiva, porque cuidar ofrece muchas satisfacciones. De esta forma conseguiremos que, de mayores, los hombres también asuman cada vez más estas funciones, aunque las nuevas generaciones, ya se involucran más en el cuidado de sus hijos y seguro que también lo harán con sus mayores. Conozco hombres que son excelentes cuidadores», asegura.
Ismael Mielgo, de 70 años y que atendió en su propia casa junto a su mujer a su suegra enferma de alzheimer durante diez años, da fe de ello aunque insiste en resaltar que «la mujer también debe dejar hacer al hombre porque hay muchos casos en que ellas acaparan todos los cuidados porque consideran que lo hacen mejor».
Pero, en realidad, ¿en qué consiste un mejor cuidado: en lo que considera el cuidador o lo que quiere la persona cuidada? ¿Se escucha a los mayores? En este sentido, Mayte Sancho invita a todas los cuidadores a que se pongan en el lugar de la persona atendida para comprender mejor lo que necesitan y requieren. «Se trabaja muy poco esta relación quizá porque da miedo enfrentarse a oír sentimientos de miedo o debilidad ante el envejecimiento y la muerte».
En esta relación Marta Fernández también solicita que no se trate a lo mayores como niños, sino como personas. «Basta ya de acercarse a ellos diciéndoles «¿quién se va a comer esta sopita?» con un tono infantil. Aunque se haga con buena intención, no son bebés y es doloroso sentir que te tratan así». Ismael Mielgo lo corrobora y añade que para una persona es muy difícil asumir que sufre un deterioro y siente un conflicto interno muy doloroso. Saber escuchar a los mayores y entender por lo que están pasando es fundamental», puntualiza.
Plan de prevención
Para asumir estos cambios de la mejor manera posible y que cada persona pueda determinar cómo quiere ser cuidada de mayor, Mayte Sancho explica que es imprescindible plantearse un plan de prevención. «No se debe mirar a otro lado. Hay que asumir que la vejez está ahí, antes o después nos llegará. Es mejor que con antelación cada uno sea capaz de decidir con tiempo cómo quiere ser atendido cuando tenga 80 años y así se evitarán muchas situaciones desagradables de dependencia. Hay que estar preparados, reformar la casa, planificar la forma en que desea ser cuidado para vivir la vejez como una etapa dorada».
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