«No participar socialmente tras la jubilación te envejece».

«No participar socialmente tras la jubilación te envejece».

El programa ‘Hablemos de… Participación social y voluntariado’, impulsado por Fundación ”la Caixa” en colaboración con ABC, anima a los mayores a ser activos en la sociedad por los grandes beneficios que les aporta a ellos mismos y al bien común.

2024. ABC

Laura Peraita

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El envejecimiento forma parte de la condición humana y varía según la época en la que se vive y las circunstancias personales de cada uno -la trayectoria vital, la condición socioeconómica, el género…-. Así lo apunta Mercè Pérez Salanova, Doctora en Psicología especializada en envejecimiento en la Universidad Autónoma de Barcelona. Explica que para una persona que hoy cumple 65 años, el proceso de envejecimiento se presenta con diferencias sustanciales respecto al de sus padres. «La forma de vida, el contexto, la situación social y política lo condicionan de manera distinta. En la actualidad -matiza- las expectativas de vida son más amplias al gozar de una salud y fortaleza que van en aumento, lo que nos hace percibir la vejez sea muy dispar a la de nuestros abuelos».

Asegura, dentro del programa ‘Hablemos de… Participación social y voluntariado’, impulsado por Fundación «la Caixa» en colaboración con ABC, que «estamos en un momento de la historia en el que confluye una visión tradicional de las personas mayores en combinación con una nueva mirada en la que priman valores como el consumo y el individualismo, lo que sostiene un concepto de la vejez más hedonista. Es decir, «hay una tendencia a pensar, ‘yo ya he cumplido mis obligaciones laborales, familiares, sociales… ahora me toca centrarme en mí’. Es una forma de ver la vejez que no surge en la actualidad, pero que ahora está muy extendida. A la vez emergen otras visiones enfocadas al desarrollo de este grupo de población como ciudadanos implicados».

Añade que cuando se habla de participación social de la población mayor a veces se banaliza pensando que consiste en tener la agenda llena de actividades. «Esa imagen, en ocasiones, impide que se consideren a sí mismas como parte de un entorno –barrio, pueblo, ciudad…– dejando de lado sus aportaciones al bienestar mediante relaciones de solidaridad, apoyo, etc., para construir una sociedad más igualitaria. En resumen: se pierden posibilidades de aportar al bien común».

Según señala esta Doctora en Psicología, hay investigaciones que advierten que a las personas cercanas a la jubilación les gustaría participar socialmente «pero con grupos de edad más jóvenes» y llevar a cabo iniciativas en áreas de interés compartido, como el cambio climático, la sostenibilidad… «Manifiestan que antes de ofrecerles actividades, prefieren que nazca de ellas el planteamiento tomando el protagonismo en la definición de dichas acciones en función de sus propias inquietudes. Es un signo de transición importante. Lo que está claro es que la capacidad de pensar y aprender no se jubila con los años».

Aún así, el problema yace en las personas mayores que no valoran su potencialidad o no es reconocida por la sociedad. «Tienen grandes capacidades que se ven apocadas porque en su entorno predomina una mirada edadista que interiorizan bajo pensamientos como ‘yo ya no puedo’ o ‘no debo’. Tienen una visión sesgada de su capacidad pero, en realidad, disponen de una posición que sirve de palanca para que afloren sus fortalezas e ilusiones construyendo, al mismo tiempo, un importante legado para las generaciones siguientes».

Para cambiar este tipo de pensamientos edadistas, les invita a explorar oportunidades de participación social o acciones de voluntariado. «Quizá al principio crean que no pueden, que no son capaces, pero cuando avancen un poco podrán sentir gran satisfacción por el bien generado hacia los demás y, en consecuencia, hacia ellas mismas».

No obstante, esta experta matiza que el grupo de población mayor es muy heterogéneo y que resulta imprescindible tener en cuenta la perspectiva de género. «Existe la idea extendida de que las mujeres son buenas cuidadoras por naturaleza y, por tanto, son las responsables de estas tareas. Esta visión alimenta la desigualdad, se convierte en una barrera, a menudo sutil, para la participación social y cívica de las mujeres mayores condicionando su disponibilidad de tiempo y de energías. De la misma manera influye, con frecuencia, en el tipo de actividades de voluntariado que las entidades sociales proponen a las mujeres mayores y no a los hombres».

No es el caso particular de María Saiz, una enfermera jubilada a punto de cumplir 85 años. Antes de jubilarse, ya miraba al futuro como un tiempo disponible para aportar a la sociedad. «Fui directora de una parroquia de Cáritas. Más tarde conocí Espacio Fundación “la Caixa” Murcia donde, entre otras actividades, aporto mis conocimientos de informática a los presos de tercer grado a través de AMUVIM, la Asociación Murciana de Voluntarios de Informática de Mayores. Una o dos veces por semana les enseño a utilizar el ordenador, mandar un correo electrónico, etc. Los presos se quedan muy extrañados de que una persona mayor como yo les enseñe a manejar la tecnología. Les llama mucho la atención», confiesa.

La motivación para su participación social «la saco de mi convicción de servicio a los demás. Tengo salud y quiero devolver a la sociedad todo lo que me ha dado a mí. Aún así, recibo mucho más de lo que doy».

A los que miran a la jubilación como unas ‘vacaciones eternas’ les dice que «si no hacen nada se envejece más pronto, se aíslan. Hay que ser útiles, aportar, hacerse voluntario. Tenemos por delante un tiempo extraordinario para nosotros mismos, pero también para los demás. No hay que perder la oportunidad de hacerlo. No faltan organizaciones a las que acudir, hace falta que la gente quiera ir, que tengan iniciativa».

Desde que se jubiló María Saiz y tuvo oportunidad de dedicarse a los demás explica que ha ganado en muchos aspectos como el hecho de sentirse útil, «de adquirir un compromiso con los demás que me enriquece y me hace sentir realizada, por socializar y conocer personas de diferentes edades e intereses, por salir de casa con un motivo… Y porque me lo paso bien».

No parar en seco

Al igual que María Saiz, José Antonio Barba, de 67 años, no ha parado desde que se jubiló hace seis años tras trabajar toda su vida en el sector de la banca. Entró en contacto con AMUVIN, donde ha ocupado distintos puestos y actualmente es tesorero. Desde que contactó con Espacio Fundación “la Caixa” Murcia es voluntario y, entre otras actividades, imparte clases de informática a personas privadas de libertad, tutorías para que logren su plena integración… «Tenía muy claro que quería seguir activo y contribuir a la sociedad porque comencé a trabajar a los 17 años y no podía parar en seco y quedarme encerrado en casa».

Entre sus razones para hacer voluntariado destaca que siente la necesidad de devolver a la sociedad lo que le ha dado a todos los niveles. «Compartir la experiencia adquirida en mi etapa profesional me hace sentir muy útil para otras personas de mi entorno, tanto jóvenes como mayores. También me ayuda a conocer gente con diferentes inquietudes y me aporta una gran satisfacción porque me siento integrado socialmente».

Asegura que las personas en esta etapa vital tienen grandes posibilidades de contribuir al bien común. «Hay muchos espacios a los que se pueden acudir». Lamenta, no obstante, que haya quienes no entienden la razón de hacer el bien a los demás de manera gratuita. Les invito a que lo intenten porque es una gran experiencia en todos los sentidos».