03 Ene «No estás en edad de…» es una de las frases más edadistas que se escuchan diariamente.
Esta discriminación limita la comprensión de la realidad de los mayores y tiene consecuencias.
María Bonillo
La discriminación por edad se ha convertido una de las formas más habituales de discriminación en nuestra sociedad, incluso más generalizada que el sexismo y el racismo, según indica el Ministerio de Sanidad. Más conocido como edadismo, término acuñado en la década de los 60 por Robert Butler para referirse a los estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad, este tipo de discriminación forma parte de la comprensión generalizada del propio envejecimiento, la cual está cargada de estereotipos.
Por lo general, la persona mayor no recibe el respeto que se merece. «En muchos casos, se trata a las personas mayores como si fueran niños o el pasado y ya no tuvieran la misma consideración que los demás a la hora de tener en cuenta su opinión», expresa Santiago G. Carrero, presidente de Asociación Grupo de Mayores Telefónica, a 65YMÁS.
«Todavía la sociedad está marginando a las personas mayores, no las integra en todo lo que la sociedad tiene que hacer, ni defiende los derechos de un grupo que ya representa prácticamente el 20% de la población», coincidía Juan Manuel Martínez, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA). «Es posible que la sociedad vaya cambiando, porque las personas mayores de ahora no son como las personas mayores de hace diez años ni tampoco seremos como los que serán dentro de diez años», añadía.
Todavía hay un cierto edadismo por parte de la integración y la inclusión de las personas mayores en una sociedad que «debe ser conjunta y que debe ser además parte de todos los grupos de edad«, comentaba Juan Manuel.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué existe esta discriminación? Paulatinamente, «se han ido sustituyendo valores como el conocimiento, la experiencia y el sosiego por otros como innovación, novedad e inmediatez» a favor de los más jóvenes, y lo que se ha conseguido es ir «arrinconando» poco a poco a las personas mayores.
«Estamos en una época en la que lo que no vale se tira, antes se arreglaba y volvías a utilizarlo. Hoy en día, el criterio que tiene la gente es que lo que se queda obsoleto, no se arregla, se tira. Y consideran que la gente mayor estamos obsoletos. No importa que seas doctor en ciencias y sigas trabajando, ya eres viejo y entonces se te ha puesto la etiqueta de inservible, por lo que no se te respeta», denuncia Francisco Muñoz, presidente de la Asociación de Abuelos y Abuelas de España (ABUESPA).
«No es normal»
Estos estereotipos se trasladan a nuestras actuaciones y lenguaje, y limitan la comprensión de la realidad tan diversa en la que se encuentra este rango de población que engloba a los mayores de 65 años. Por desgracia, el edadismo es un fenómeno muy extendido y son muchos los actos discriminatorios que, al ser tan sutiles y comunes, pueden llegar a pasar desapercibidos, excepto para las personas mayores.
En muchos casos, esta discriminación hacia las personas mayores se debe al desconocimiento y la desinformación, razón por la cual también pasa desapercibida en muchas ocasiones y no se le da gran importancia. «La sociedad tiene que estar formada», opina Juan Manuel, porque este trato discriminatorio «no es normal».
Podemos encontrar ejemplos de edadismo en muchas actuaciones, como por ejemplo, en algunos tratos que se están dando en los bancos a las personas mayores. Pero también en el lenguaje que utilizamos, en la publicidad que vemos en la televisión e incluso en los titulares de los medios de comunicación.
Seguramente, algunas de las frases o expresiones que utilizamos nos parezcan inofensivas, que su habitual uso nos haya hecho normalizarlas tanto que ni siquiera les damos gran importancia. Pero la realidad es que expresiones como «Eso es cosa de viejos» o «Todas las personas mayores son iguales» son edadistas y, como tal, tienen consecuencias negativas (estrés cardiovascular, percepción negativa del propio envejecimiento, depresión, aislamiento social o invisibilización) en aquellos que sufren esta discriminación.
También se puede ver en política, «cuando algunos políticos de partidos en el poder dicen que los comentarios de anteriores líderes son del pasado sin molestarse en debatir sobre argumentos. Otros han llegado a insinuar que si no votaran los mayores el mapa político sería otro bien distinto», comentaba Santiago. «Gracias a que los mayores no estamos jubilados intelectualmente, la repercusión no es la que algunos desearían», añadía.
Seguramente alguna vez habremos escuchado alguna de estas frases: »No estás en edad de…», »Ya has hecho todo lo que tenías que hacer», «Pareces una vieja todo el día quejándote» o «Que se quede el abuelo con los niños, se pasa todos los días sin hacer nada», sin que nos hayamos escandalizado demasiado, y aunque desde CEOMA creen que se dan cada vez menos, sigue siendo un «maltrato psicológico, ya no solo una discriminación».
«El problema es cuando una persona mayor dice una cosa y se le contesta: Eso es de tu época, Eso ya no se lleva, Eso era antes, Abuelo tú no estás en la onda, Eso es de tus tiempos…”. A la tercera vez que se lo dicen, esa persona no vuelve a dar una opinión delante de esa gente, ese abuelo deja de hablar. Se retrae porque se avergüenza», explica Francisco.
La sociedad no es consciente de lo que es una persona mayor
Este tipo de discriminación existe porque «no está formada la sociedad», explica Juan Manuel. «La sociedad en estos momentos no ha integrado al mayor porque no es consciente de lo que es una persona mayor. Si la sociedad hubiese sido educada y formada al respecto y supiera lo que es el envejecimiento, entonces seguramente esta situación que estamos teniendo sería distinta.
Pero se puede cambiar, «desde la escuela, formando y mentalizando«. Es más, actualmente ya se están viendo estos progresos, por pequeños que sean. «Creo que, seguramente por la cantidad de veces que ya nos están escuchando, no oyendo, a los mayores, la sociedad del futuro será más integradora con las personas mayores«, opina Juan Manuel. Y añade: «Desde CEOMA pensamos que esa formación y esa educación, que tiene que tener también la persona mayor, la tiene que haber tenido la sociedad previamente para integrarla en la manera que se merece.
Es importante que las personas mayores mantengan su relevancia en la sociedad, de manera personal y a través de asociaciones que «den cauce a nuestras inquietudes y aportaciones a dicha sociedad. Valores como el voluntariado, la vida activa y saludable, la preocupación por la política, la economía y todos los aspectos de interés de las personas, tienen que formar parte del objetivo vital de las personas durante todas las etapas de su vida y cobran, si cabe, mayor importancia en las personas mayores», explica Santiago.
Educar es la clave, en todos los ámbitos, también en los medios de comunicación, porque «los mayores no somos el problema, sino que nuestro trabajo ha ayudado al bienestar de la sociedad actual», coincide Francisco. «Así que lo menos que debe tener esa sociedad es un agradecimiento hacia esas personas mayores que han dado toda su vida para que el resto pueda disfrutar de la que tienen, en lugar de un trato discriminatorio. Si se educase desde el principio en todos los ámbitos, ese respeto sí se tendría. Sí se respetaría«.