14 May Niños rurales, confinados con privilegios pero también con carencias en la España despoblada.
El coronavirus pone aún más sobre la mesa las dificultades de las familias en los pueblos, sobre todo por las comunicaciones.
Efe
El confinamiento frente al COVID-19 convierte la infancia en las zonas rurales en un privilegio en apariencia, pero también acentúa las carencias tecnológicas y la necesidad de reforzar los servicios para que los niños sigan creciendo en la España despoblada.
«En un pueblo todo el mundo se conoce, las casas tienen parcela o jardín, y como no hay nadie los niños ni contaminan ni se contaminan», afirma el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR), Secundino Caso, alcalde de Peñarrubia y padre de dos hijos (11 y 12 años).
Pero el coronavirus pone aún más sobre la mesa las dificultades de las familias en los pueblos, sobre todo por las comunicaciones, tal y como declaran una ganadera de la cordillera Cantábrica, una gestora de proyectos Leader de la Unión Europea (UE) en el Pirineo catalán, ambas madres, y un maestro en el Maestrazgo de Aragón.
Covid-19 en la montaña
«Mis hijas son unas privilegiadas», asegura María Gómez Arredondo, ganadera de La Revilla, en Soba, a pesar de que su familia ha pasado miedo y altibajos, porque su padre, el abuelo de las chicas, estuvo hospitalizado por la COVID-19. Gómez tiene una explotación de 170 vacas lecheras en un pueblo con tres vecinos. Sigue la profesión de sus padres y defiende que es «lo mejor» para sus dos hijas, de 11 y 7 años.
Las niñas acompañan a Gómez a ordeñar vacas y, en paralelo, escriben con tiza sus deberes de inglés o matemáticas en tanques de leche. Se comunican con el maestro por WhatsApp, a través del móvil de la madre, lo que dificulta a veces que responda a llamadas laborales; pero ella recuerda que hay niños en peor situación, sin wifi y con riesgo de «quedarse descolgados».
El colegio, ahora cerrado, tiene 45 escolares. Está en La Gándara, población que cuenta con escuela-hogar; las niñas no pernoctan allí, porque la parada del autobús que las transporta está «cerca», a un kilómetro de casa. Reclama unos «precios justos» para el agricultor o ganadero y asegura que ha tenido suerte con su leche, respecto a productores afectados por el cierre de la hostelería.
Escuela en los Pirineos
«Veo más pros que contras; no imagino a mis hijos en otro sitio», señala Marián Rius desde Ribera de Cardós (Lleida), localidad de 80 habitantes donde teletrabaja para el Consorcio Leader Pirineo Occidental, gestionando proyectos de desarrollo rural. Sus hijos, de 6 y 9 años, viven en el mismo edificio que los abuelos, que se dedican a la ganadería, salen a alimentar a los animales y están acostumbrados a no ver niños por la calle.
El coronavirus le hace apreciar aún más la escuela a la que van 47 alumnos, «centro social del pueblo». Allí, los escolares reciben «una atención personalizada», aprenden de una forma distinta, conviviendo varias generaciones, y tienen servicio de comedor escolar, con cocinera propia.
Sin embargo, admite carencias como la falta de comunicaciones, la deficiente conexión a internet, la lejanía de un hospital o el envejecimiento de la población. Los grupos de acción local de Cataluña, que llevan a cabo a programas Leader, aplican un proyecto para niños de primaria, con el fin de potenciar retos empresariales en «clave rural».
Así trabaja un maestro rural
Patxi Artigot da clase a 8 alumnos con edades entre los 3 y 12 años en Allepuz (Teruel), aula adscrita al Centro Rural Agrupado (CRA) de Cedrillas. Sus alumnos se han habituado a trabajar por internet, con una reunión diaria por Skype y la colaboración del Ayuntamiento, al que envía el material y que el alcalde reparte de inmediato, además de la cooperación de los padres, la mayoría agricultores o ganaderos.
En Allepuz, donde viven cien personas, los niños llevan el confinamiento «mejor que los mayores», según Artigot. Enumera, entre las ventajas de la educación rural, la atención individualizada y remarca que, para un maestro, da unos conocimientos que no enseñan en la carrera.
Entre los inconvenientes, con tantos niveles educativos juntos, a veces es difícil conseguir que los niños no se distraigan, pero «están acostumbrados»; por otra parte, la rotación es frecuente y cada año tienen que aprender con un maestro diferente. En la misma línea, el presidente de REDR solicita incentivos para que los maestros (y médicos) rurales tengan una mayor promoción profesional.