03 Ene NadieSolo: el programa de voluntariado familiar y niños con discapacidad en el que todos ganan.
Las familias voluntarias, tanto los padres cómo sus hijos, comparten con estos menores salidas de adaptación al entorno, juegos al aire libre, visitas a museos, espectáculos, paseos, ludotecas, fiestas… y al mismo tiempo, tienen la oportunidad de educar a sus hijos en la solidaridad.
Carlota Fominaya
Yolanda, su marido y sus tres hijos adolescentes de 12, 14 Y 17 dejan aparcados todos sus quehaceres y acuden a casa de Sofía, una niña con discapacidad, a recogerla para pasar un rato de ocio compartido según el plan trazado para ellos por la ONG NadieSolo (Fundación Desarrollo y Asistencia). En la última jornada formaron parte de la Cabalgate de la Ilusión compuesta por familias y pajes de los Reyes Magos para entregarle el juguete que esta pequeña, que padece hidrocefalia. Es el tercer año que participan en el programa pensado por la para hacer voluntariado en familia. Se trata «de aprender haciendo juntos, no de que te lo cuenten», explica Isabel Antúnez, la directora general de la entidad.
La organización lleva en marcha más de 20 años enfocando su actividad a personas que sufren distintos tipos de soledad no deseada. «Empezamos con acompañamiento de personas enfermas, luego seguimos con personas mayores que estaban solas y que no tenían con quién compartir conversación y lo siguiente fue enfocarlo hacia los niños con discapacidad intelectual», apunta esta experta.
Estos niños, prosigue Antúnez, «tienen menos autonomía y más dificultad para relacionarse, y tener amigos les resulta más difícil. Si encima de esa vulnerabilidad que les da la discapacidad intelectual coincide con que el menor ha nacido en el seno de una familia con pocos recursos, todo se multiplica». El planteamiento del programa es que estos pequeños, añade, «puedan acceder a un ocio inclusivo, un derecho que es de todos. Qué mejor forma que compartirlo con niños de edades parecidas».
Para facilitar ese tipo de entretenimiento se seleccionan familias voluntarias «que tengan hijos de edades parecidas a los niños seleccionados por el programa y que puedan incorporar a ese niño con discapacidad a su propia familia», indica, Nosotros les facilitamos ese ocio. Puede consistir en ir todos a un parque, participar en una gymkana organizada, ir a la bolera, si conseguimos fondos van a la granja escuela… Se trata, en definitiva, de compartir el sábado juntos. De que niños con discapacidad compartan un ratito de ocio inclusivo en un entorno no forzado. Es extraordinario». «Los niños se muestran libres, felices, y sienten que los hijos de la familia voluntaria son sus “amigos” y por un rato interactúan con sus iguales y olvidan sus dificultades para relacionarse. Es brutal».
Beneficios múltiples
Las bondades del programa son numerosas, asegura Antúnez. « Es muy habitual que estos niños pertenezcan a familias desestructuradas, por lo que ese rato supone un momento de respiro para los cuidadores. Pueden descansar, o ir a trabajar con tranquilidad… y su fin de semana también se hace más corto. Para estos padres es fundamental pero para quien realmente tiene beneficios -advierte-, es para la familia usuaria, que no tiene que contar a sus hijos qué es la solidaridad, sino que lo viven en primera persona». «Lo que haces en familia tiene un valor especial aunque a veces no se reconoce a corto plazo, es una educación que cae gota a gota, pero lo que has hecho o aprendido bajo el paraguas de tu familia luego acabas proyectándolo hacia otras personas».
Así lo corrobora Yolanda, madre voluntaria: «Les sirve para aprender a valorar lo que tienen, su propio entorno, que ellos pueden por ejemplo correr… Saben que ese día no tienen partido de fútbol, ni ballet, tienen otro plan con el que aprenden a tratar a personas con capacidades distintas». «Cuando era más pequeños la implicación es más fácil. Según van creciendo hay que planificarlo y avisarles de que este sábado hay voluntariado para que no hagan ningún plan por su cuenta. Lo más complicado a veces es compaginarlo con sus actividades deportivas pero intentamos que no ocurra y si coincide, prima el compromiso con el voluntariado. Hemos notado que nuestros hijos se sienten cada día más agusto, van normalizando diferentes situaciones y teniendo en cuenta que esto le puede tocar a cualquiera». «Aporta más de lo que pensamos. Al principio te remueve, pero reconforta mucho más», reconoce esta madre. «Hay un padre voluntario que tiene mucha gracia y dice que no es un esfuerzo, que esto es una ayuda para educar a sus hijos», añade Antúnez.