Música para despertar los recuerdos que se lleva el alzhéimer

Música para despertar los recuerdos que se lleva el alzhéimer

Siendo un niño entre mayores, en la residencia donde trabajaba su madre, Pepe Olmedo conoció los efectos del alzhéimer. Allí descubrió que, cuando la memoria se diluye, la música permanece.

CLARA PAOLINI

Pongamos que nuestro cerebro fuera una casa, un hogar lleno de estancias interconectadas que vamos decorando con aprendizajes, amueblando con vivencias. Las ventanas tamizan los sentidos y las alfombras permiten caminar cómodamente por nuestra identidad hasta que un día, desafortunadamente, empiezan a llegar ráfagas de viento trayendo la bruma del alzhéimer. Pero en este edificio que el tiempo amenaza con la erosión hay algo que permanece inamovible: la habitación en la que guardamos las melodías. Pepe Olmedo (Granada, 1988) logra que los mayores vuelvan a adueñarse de estancias que creían olvidadas; las visita con ellos cada vez que hace sonar la música de sus vidas.

Partituras de lo que fuimos, canciones de lo que somos

Este joven granadino es el artífice de la Asociación Música para Despertar: “Nosotros les ponemos esa música, esa banda sonora que acompañó a muchos momentos de su vida”, y entonces ocurre la magia: “Notar cómo su mirada se llena de luz y cómo la persona sale hacia mí”. Olmedo asegura llevar muchos de esos instantes grabados en el alma, experiencias con gente que parecía inaccesible y que, de repente, llega a momentáneos despertares “cuando conseguimos que la persona se convierta más en lo que es; en su esencia”.

Pepe es energía y emoción, humanidad en estado puro. Al hablar, su pupila atenta hace sentir la escucha y su sonrisa sincera llena de positividad hasta los espacios más sombríos. Con su entusiasmo llega a transformar la mirada de los afectados por el alzhéimer y también de quienes les acompañan porque, “aun siendo una enfermedad muy complicada, también te da momentos muy bonitos”, asegura.

Su cara reluce al recordar a su abuela, de quien parece haber heredado su pasión por los boleros y su marcado carácter: “Mi abuela era amor puro, calidez, cercanía… Era música también”. Recuerda que con ella vivió la difícil transición de un adiós, pero también la belleza de momentos compartidos que ahora se esfuerza en reproducir con otras personas: “Cuando cantábamos una canción juntos yo notaba que algo se despertaba en ella y algo se despertaba en mí”. Fueron experiencias clave para sacar hacia delante Música para Despertar años después, aunque no solo de ella aprendió el valor de los pequeños gestos.

Su madre, que fue directora de varios centros de mayores, le llevaba con ella las tardes de su infancia en vez de dejarle en casa. Pepe se siente afortunado porque en aquellas residencias “veía que había más personas como mi abuela, más abuelos por así decirlo, que me transmitían esa sabiduría, ese cariño y ese respeto que yo creo que una persona mayor llega a transmitir”, pero también descubrió “que no todos estaban bien, que no todos estaban pasando el final de su vida de la mejor forma”.

En una de esas tardes, conoció a un señor al que le encantaba dibujar y al que también, como a él, le apasionaba la música. Cuando se ponían a pintar, era aquel niño de 8 años quien dictaba qué colores utilizar porque en su memoria se habían desvanecido, pero cuando se sentaba al piano, aquel anciano era capaz de reproducir melodías completas. Fue entonces cuando Pepe Ruido -así le llamaban en su casa debido a su pasión por la música y los sonidos- se percató de la herramienta que más tarde convertiría en vocación: “Es impresionante que no recuerde los colores, que es algo que desde pequeño estamos repitiendo, y sin embargo la música parece que sigue ahí”.

Emociones perennes

Aquella primera intuición se confirmó más tarde al trabajar como voluntario en residencias de mayores tras acabar sus estudios en Psicología Clínica. Pepe se convirtió entonces en un peculiar dj organizando sesiones en las que sonaba la música de las vidas de los internos de la residencia y redescubrió la experiencia con aquel personaje de la niñez: “Personas que a mí nunca me habían podido decir una palabra bien dicha y de repente me cantan entera la letra de Bésame mucho”. Con la melodía adecuada, la niebla se disipa; quienes estaban agitados encuentran la calma y aquellos encerrados en sí mismos logran abrir ventanas hacia el exterior.

La famosa frase de la película Casablanca, “Tócala otra vez, Sam”, adquiere ahora más significado que nunca. Cuando Ingrid Bergman la pronuncia se refiere a la canción que solía sonar en París, solicitando al pianista que recupere la melodía con la que su mente será capaz de volver al momento en el que había sido feliz. De la misma manera, los mayores como protagonistas pueden pedir a Pepe o a quienes les acompañen que hagan sonar de nuevo las bandas sonoras de sus propias películas. No es casualidad que aquellas canciones que los pacientes escucharon entre los 15 y los 30 años sean las más efectivas porque, en esos momentos, “había muchas cosas en sus vidas que estaban haciendo por primera vez, como casarse, irse de casa, el primer novio…”. Son los sonidos que encierran la emoción y devuelven la nitidez.

Reivindica el psicólogo que “la música se asocia a nuestra vida, a nuestros recuerdos, a nuestras emociones” y a través de ella podemos abrir estancias que pensábamos tapiadas: “Si intentamos comunicarnos con ellos a través de la emoción va a ser sencillo, lo vamos a poder conseguir”. Surge entonces una pregunta: ¿cuántas familias que cuidan a personas con alzhéimer en sus casas pueden beneficiarse de algo tan maravilloso como es la música y a lo mejor no lo están haciendo? Del interrogante nace la asociación con la cual Pepe difunde, forma y conciencia: “Ponte a su altura, cógele de la mano, mírale a los ojos y canta las canciones de su vida”.

Pepe Olmedo no está solo en esta gesta ya que, como él, otros muchos profesionales señalan el valor de la musicoterapia sosteniendo sus argumentos con bases científicas. A partir de resonancias magnéticas se ha podido comprobar que, efectivamente, las zonas cerebrales que se encargan de la memoria musical están menos atrofiadas en enfermedades como el alzhéimer y cada vez son más los cuidadores, familiares y profesionales que también abren la habitación de las melodías. Desde la asociación han atendido a cerca de 600 personas con enfermedades neurodegenerativas, han formado a más de 800 profesionales, familiares y cuidadores, y uno de sus vídeos supera las 25 millones de reproducciones en 170 países.

Cuando empezó el proyecto en 2013 había cerca de 600.000 personas con alzhéimer en España. A día de hoy la cifra ha llegado a doblarse y alcanza 1.200.0000 diagnosticados. Por eso, Música para Despertar tiene un doble cometido: el despertar de las personas mayores con alzhéimer, pero también el de la sociedad, para que “despertemos nuestra conciencia ante este tipo de enfermedades, ante este tipo de personas, a la fuerza y la intensidad que tiene la música con fines terapéuticos”.

Tócala otra vez, Sam. Hagámoslo todos muchas veces, porque así siempre nos quedará la música y siempre nos quedará París, el lugar en el que cada uno guardamos la felicidad. Como bien señala Pepe, a veces “buscamos herramientas innovadoras o incluso terapia farmacológica pero, a lo mejor, no le damos importancia a otras cosas más sencillas, más simples, como una canción”. La luz en la mirada que despierta la melodía de emociones olvidadas es más necesaria que nunca, así que “si tenéis personas cercanas con alzhéimer, no lo dudéis. Lo que necesitan es mucho cariño, mucho respeto, que les escuchemos, que les arropemos y que les pongamos mucha música”.

elpais.com/sociedad/2019/03/21/actualidad/1553168808_433926.html



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