01 Sep Mujeres que perdieron todo durante la pandemia: «Pasé mucho miedo durmiendo en la calle, pero me sacaron de ese abismo».
Un recurso pionero impulsado por el Ayuntamiento de la capital evita que personas que se han quedado sin hogar perpetúen su situación crítica al darles alojamiento y ayuda laboral.
Marta R Domingo
Después de 13 años de trabajo en residencias de ancianos de Madrid y de haberse contagiado del Covid-19 por estar en primera línea frente al virus, el pasado junio Eliana A. tuvo que tirar su ropa y enseres a la basura, salvo un par de mudas. «Me vi sin absolutamente nada de dinero y tuve que dormir en la calle», cuenta a ABC, con el sufrimiento de aquellos desagradables días en sus ojos. Tras mes y medio ingresada por una neumonía desarrollada a causa del coronavirus, esta auxiliar de enfermería de 47 años fue despedida poco después de terminar su baja laboral: «Me puse a llorar y firmé el finiquito, porque no tenía nada, vivo solo de lo que gano, todo lo que tengo se lo mando a mi familia en Colombia».
Arropada con un saco, con la cabeza apoyada en una maleta y el resto de sus pocas pertenencias entre la piernas, pasó su primera noche a la intemperie, junto a la casa de baños de la glorieta de Embajadores. «Durante la segunda noche sentí que pasaban personas a mi lado todo el rato, se notaba que consumían droga. Pensé que no podía seguir ahí, pasé mucho miedo», reconoce Eliana A., que cuando le comunicaron a través del Samur que podía acceder a un alojamiento que ofrecía el Ayuntamiento de Madrid gracias al programa «No Second Night» vio la luz en medio de tanta oscuridad. «Fue como estar a punto de ahogarte y que te dieran la mano para sacarte de ese abismo», confiesa, agradecida y emocionada.
Nuevo perfil
El confinamiento y la crisis social derivada del Covid-19 truncaron de forma abrupta la realidad y las aspiraciones de muchas personas como ElianaA. Por ello, el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social puso en marcha un recurso, con 34 plazas, exclusivo para mujeres –por ser las que están expuestas a más vulnerabilidad en las calles– que tienen un perfil que no se había detectado antes en el sinhogarismo . Cuentan con estudios y experiencia laboral, de su salario dependen sus familias en sus países de origen y de un día para otro se vieron sin nada ni nadie a lo que aferrarse.
Rosa B., de 63 años, tenía varios negocios en Venezuela, era de «clase media-alta», pero, «la crisis vino a galope» y sus prósperos proyectos quedaron reducidos a nada. «No sé si es peor el hambre al no tener dinero para comer o que si enfermas no tienes Sanidad porque el Gobierno no invierte en medicinas. Allí lo que se vive es un régimen de terror», indica esta hija de canarios, a la que tuvieron que extirpar un riñón tras detectarle cáncer. Llegó a España hace dos años, con su hijo de 16. Encadenó tres trabajos de interna para cuidar a mujeres mayores, pero el cáncer volvió a aparecer, esta vez en el pulmón. «A los hijos de la señora nunca se lo dije para no perder el trabajo, necesitaba el dinero. Ella vio mi enfermedad, vio que me hinchaba, porque estaba con quimioterapia», confiesa.
Por si no fuera suficientemente duro, llegó el confinamiento y después del primer mes prescindieron de sus servicios. «Perdí mi trabajo y pagaba una habitación para mi hijo, de la que nos botaron a los tres días de dejar de pagar», expone. En aquellos momentos, se llegó a plantear comprar un coche, con lo que le quedaba de la liquidación, para dormir con su hijo menor, pero fue un amigo venezolano quien le recomendó acudir al Samur, ya que a través de este servicio son derivadas al recurso habitacional temporal que gestiona la Fundación Luz Casanova. «Siempre he vivido en un hogar, no sabía ni que el Samur existía. Pensaba que de ahí te ibas para la calle. Y me daba miedo dormir en la calle por el cáncer», revela, con sinceridad.
Glore L., venezolana hija de portugués, también huyó de su país por razones similares. Pero su primer destino, en este caso, fue Perú, donde consiguió un buen trabajo con rapidez y le fue «muy bien». Hasta que le robaron el pasaporte venezolano. «Me quedé como desnuda, no sabía qué hacer», relata. Volver a Venezuela no era una opción y conseguir otro pasaporte venezolano, tampoco. Tras días de desesperación optó por buscar una alternativa en el país de su padre. Con lo que tenía ahorrado llegó a Madrid desde Lisboa en autobús. Pero para entonces quedaban tan solo 20 días para que se decretase el estado de alarma. «Estuve buscando trabajo esos días, pero nos encerraron y hasta julio pude pagar el alquiler, luego me echaron del piso», detalla esta madre de 52 años.
Una decena de mujeres que han pasado por el recurso han encontrado trabajo y techo
Como las demás, Raquel tampoco imaginaba lo que sucedería en España a partir del 14 de marzo. Esta joven hondureña de 22 años llegó a Madrid el 22 de enero y todo marchaba bien hasta entonces: ese mes iba a tener su primera entrevista de trabajo y estaba en otra bolsa de empleo, pero de pronto llegó el confinamiento y enfermó de Covid-19. En ese momento vivía en Canillejas, ejerciendo de interna en casa de una mujer. «Me mandaron al hospital y la señora con la que vivía me dijo que no podía volver. Como ya no tenía donde ir me mandaron a Ifema y luego a un hotel», indica.
«En esos meses decía “no me voy a rendir”. Puse todo mi esfuerzo para salir adelante, aunque no sabía cómo hacerlo. Una puede ir a sitios donde te dan comida, pero ¿a dónde la vas a cocinar? Es traumático no saber dónde vas a ir a parar y con qué tipo de personas. Ha sido muy difícil», confiesa entre lágrimas. «De los lugares de donde venimos nosotras hay mucha falta económica, desempleo y delincuencia. Venimos a España para salvar a nuestra familia», dice Raquel, consciente del efecto dominó que suponía también para sus padres no poder enviar parte de sus ingresos.
Ese mismo peso sobre sus espaldas es el que siente Eliana A., que vino a Madrid para que sus seres queridos no «perecieran». «Gracias a estos diez años en España salvé la vida de mi familia y de mis hermanos. Allá los jóvenes que no tienen oportunidad son reclutados forzosamente. Así perdí a mi hermano y sus hijos quedaron huérfanos», cuenta esta colombiana que «ama» España a pesar de lo que ha vivido aquí en los últimos meses. «He visto que tienen respeto a la vida y los seres humanos. Daría lo que fuera porque cada día este país sea mejor. Y lo voy a hacer con mi trabajo y todo lo que tenga», dice con profundo agradecimiento.
Atención integral
La pandemia arrasó con todo lo que habían construido con esfuerzo. Pero en este recurso, que no es solo un techo, se les proporciona atención social, psicológica, médica y laboral para que puedan reconstruir su vida.Gracias a ello, una decena de mujeres ya ha logrado una salida laboral adecuada con la que poder empezar una nueva vida con independencia. Como ellas, la realidad de estas cuatro mujeres ha cambiado radicalmente en apenas un mes.
El hijo menor de Rosa B. ha encontrado trabajo y una habitación donde alojarse y ella retomará su tratamiento para que la vida gane espacio al cáncer y, por primera vez, empiece a pensar en un futuro para ella. Raquel ha comenzado a trabajar como interna los fines de semana y Eliana A. empezó en su nuevo empleo el pasado miércoles. «Nos dieron ropa nueva para las entrevistas de trabajo. Te hacen sentir súper bien», afirma Eliana A. «Nos han apoyado mucho, no es sólo donde comemos y dormimos, es la parte afectiva y emocional», añade Glore L., que para ella las educadoras sociales han sido «la familia que tú no tienes cuando te sientes solo y abandonado».
«Actuar rápido es clave, el deterioro es muy rápido en los primeros días»
Trabajar con personas sin hogar es mucho más que proporcionarles un techo. El objetivo es darles nuevas oportunidades, ayudarles a superar los golpes que les han llevado a la calle. Así es como entiende el delegado de Familias, Igualdad y Bienestar Social, José Aniorte, la atención al sinhogarismo. «Para lograr esto, apostamos por modelos innovadores que ya están funcionando en otras capitales. Hemos implantado el modelo «No Second Night», un programa pionero dirigido a mujeres sin hogar que se basa en la atención temprana», indica en declaraciones a ABC el edil de Cs. «Es fundamental trabajar de forma rápida con una persona que acaba de quedar en la calle porque aumenta las probabilidades de éxito en su recuperación. El deterioro de una persona que se queda en la calle se produce de forma muy rápida en los primeros días y semanas en los que se encuentra en la calle», indica.
Este programa forma parte de las 520 nuevas plazas que se abrieron para seguir atendiendo a las personas sin hogar alojadas en Ifema y del polideportivo Marqués de Samaranch. De esta manera, junto a las 296 del centro temporal para solicitantes de asilo de Villa de Vallecas, el Ayuntamiento cuenta en total con 820 plazas más que hace un año entre las habilitadas para «No Second Night», la modalidad «Housing Led» de apartamentos compartidos, pensiones y un dispositivo de emergencia que da continuidad a la campaña del frío.