MI QUERIDO OTOÑO

MI QUERIDO OTOÑO

Te escribo en esta ocasión con la determinación de darte a conocer lo que en el planeta Tierra, sobre todo en el Hemisferio Norte, que es donde habito, se piensa o se dice sobre ti. Nada habría que me hiciese más feliz que tu respuesta ya que corren rumores entre los humanos, los animales y las plantas que has cambiado, que ya no eres el mismo, que ahora llueve de forma irregular, unas veces torrencialmente y otras veces casi nada; que las temperaturas son más suaves y las flores se confunden, como la madreselva, que ha florecido de nuevo en Noviembre, pensando que es Primavera.
A los humanos nos gusta ordenar, ordenar, ordenar, también el tiempo: los días en horas, las horas en minutos… el año en meses, y también en estaciones. Cada año comienza con el Invierno, al que sigue su hermana la Primavera donde renace visiblemente la vida, que crece y se despereza en el Verano y a continuación entras tú en escena, porque para entonces ya el Polo Norte se ha alejado lo suficiente del Sol para que las horas de luz, que tanto te molestan, sean más cortas y menos intensas. Sabemos que te vas por Navidad, que llegas justo a tiempo para recoger la miel por San Miguel.
Desde bien niños nos enseñan que aunque pisemos firme y no lo percibamos, la Tierra se mueve, gira lenta y continuamente alrededor del Sol y al mismo tiempo gira más rápido sobre si misma, como en un vals, girando, girando, recorriendo el salón de baile.
Nos gusta a los humanos compararnos contigo, sabes. Y al otoño meteorológico lo asociamos con nuestro propio otoño, la madurez. La infancia es a la Primavera lo que la Vejez, es al Invierno. En el otoño los frutos ya están maduros, frutos que nacieron en Primavera, crecieron en el Verano e hibernaron en Invierno. A ti los arboles te reciben con su mejor cara, se llenan de colores, al igual que las viñas, y sus hojas bailan cumbias, pasodobles, incluso rock and roll. Se mueven al son de tu viento, se desnudan para ti, para que les reconozcas en su esencia, sin florituras, mostrando lo que de verdad importa. Este gran esfuerzo le resta fuerza, energía, a veces ilusiones, incluso la salud. Pero el ciclo continúa y hay que renovarse, saber perder, desaprender, y así los árboles y las viñas renuevan su follaje y saben que cuando pierden sus hojas, están ganando resistencia y a esto lo llamamos sabiduría.
Siento decirte que no todos los humanos se alegran con tu visita, porque las noches son demasiado largas en soledad, porque llega el frio y a veces falta hasta el calor del hogar. Porque en el otoño de la vida nos despojamos de lo banal, casualmente de todo aquello por lo que erróneamente hemos luchado en nuestra juventud.

La generación del baby-boom, la más numerosa, ha entrado en esta edad dorada, en que no eres joven pero tampoco viejo; esa edad intermedia en que los afanes ya no existen; la comprensión es una constante; el amor un referente; la paz lo más deseado; la salud, la gran quimera que no te abandone; la amistad, ese valor maravilloso; la bondad un reto y vivir toda una ilusión.
Somos ya como esos viejos árboles, cantaba Labordeta, batidos por el viento, que azota desde el mar. Hemos perdido compañeros, paisajes y esperanzas en nuestro caminar. Vamos hundiendo en las palabras las huellas de los labios para poder besar, tiempos futuros y anhelados, de manos contra manos izando la igualdad… Vamos a hacer con el futuro un canto a la esperanza …
Ya ves mi querido Otoño, tu visita nos pone melancólicos, nos gusta encender la chimenea, taparnos con la mantita, comer castañas y setas que hemos recogido en el bosque acompañados de buena compañía y buen tinto, leer, escuchar música, ver cine…bailar…
El paso de los años, como los cambios de estación son inexorables, nadie los puede detener, por tanto, entrados en el otoño certificamos haber vivido, porque solo hay que mirar por el retrovisor de la vida, o mirarnos con gafas graduadas en el espejo, para constatar que el tiempo nos ayuda a cambiar, y solo deseo ser, mi querido otoño, como los buenos vinos que mejoran con tus repetidas visitas.
Ya sé que depende de mí, de mi voluntad, de mi perseverancia, de estar siempre adaptándome a las nuevas circunstancias, de aprender y desaprender, del color de mi mirada… por todo esto, te pregunto porque tu respuesta me ayudaría a tenerlo todo dispuesto ¿Estás cambiando? ¿Tu visita se va a prolongar? Los rumores dicen que si. Con mi cariño expuesto al sol, te saludo

Autor: Ana Isabel Esteban
Presidenta de Solidaridad Intergeneracional