24 Jul MEMORIA, FUENTE DE VIDA
Autor: Ana Isabel Esteban.
Presidenta de Solidaridad Intergeneracional
En la mitología griega, Mnemósine era la personificación de la memoria y su posesión daba poder a reyes y poetas para hablar con autoridad.
La memoria es nuestra gran aliada y como la salud, le damos la importancia que merece cuando comenzamos a perderla. Es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y evocar la información aprendida del pasado. Surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas que a su vez crean redes neuronales. Por tanto la memoria o los recuerdos son la expresión de que ha ocurrido un aprendizaje, vital para nuestra adaptación, porque esta habilidad mental nos permite adquirir hábitos, desarrollar habilidades, forjar actitudes e ideales.
Es bueno saber que el cerebro humano contiene más o menos 100.000 millones de neuronas, que especialmente se multiplican en los 3 primeros años de vida que es cuando existe mayor capacidad de aprendizaje, aunque ésta no se pierde nunca. La memoria que se almacena en las neuronas que van quedando, está diseminada por distintas localizaciones especializadas en ambos hemisferios en los que se divide el cerebro.
Aprender no solamente consiste en memorizar información, es necesario también realizar otras operaciones cognitivas que implican: conocer, comprender, aplicar, analizar, sintetizar y valorar. El aprendizaje conlleva un cambio en la estructura física del cerebro. Las experiencias vividas lo moldean creando así variabilidad entre los individuos y construyen los procesos de cambio que se realizan a lo largo de toda la vida. Cada 10 años renovamos todas nuestras células, incluidas las células madre que tenemos en el cerebro. Podemos aprender si estamos motivados. Podemos cambiar, si así lo deseamos y nos ponemos manos a la obra.
Para un buen almacenaje de conocimientos, primero hay que recepcionarlos, etiquetarlos, posteriormente se registran y guardan para recuperar a través del recuerdo. La memoria a corto plazo, es la inmediata (donde he dejado las llaves), ésta la vamos perdiendo poco a poco, especialmente a partir de los 40 años. La curva del olvido nos indica que normalmente en unos días o semanas se olvida la mitad de lo aprendido, a no ser que lo repasemos o que el recuerdo sea muy intenso. En cambio la memoria a largo plazo es nuestro gran almacén de recuerdos vividos, imágenes, conocimiento del mundo, conceptos… Los recuerdos nos sirven para traer al presente algo o a alguien y forman parte de nuestra existencia, de nuestra experiencia. Estos recuerdos se ven favorecidos a medida que celebramos cumpleaños. Somos lo que pensamos. Somos lo que seamos capaces de recordar, de expresar.
¿Por qué olvidamos las cosas?
Porque tener un almacén atiborrado con todo lo vivido, no facilita encontrar lo fundamental cuando lo buscamos y por ello los datos caducan (si no los usamos); también puede ocurrir que no accedamos bien a ellos porque vamos demasiado rápido (estrés), no encontramos las escaleras, o las gafas, y alguna vez puede suceder que la estantería se rompa, y nos dañamos o nos dañan y la información se destruye con o sin intención.
Pero tenemos la nemotecnia, que es una gimnasia mental que trata de asociar ideas, esquemas, palabras, imágenes. Son ejercicios, repeticiones que facilita el recuerdo. Asociar de forma no común, cuanto más raro mejor, nos ayuda a recordar. Cuanto más se usa una capacidad en mejor estado se mantiene, y por tanto más disponible para cada necesidad que surja. No solo tenemos que realizar ejercicio físico para mantenernos en forma y mejorar la salud, también hay que realizar ejercicio mental para no tener la cabeza en las nubes, para, entrelazar nuevas y viejas ideas, para seguir siendo seres inteligentes, creativos, inventores, adaptables a las distintas circunstancias que la vida nos ofrece.
Dice José Antonio Marina, que “la función de la inteligencia no es conocer, sino dirigir bien el comportamiento, aprovechando la mejor información posible, gestionando las emociones, y ejecutando las decisiones”. La idea que tengamos de la inteligencia determinará la idea que tenemos de nosotros mismos, y ésta a su vez lo que realmente somos.
No gana siempre quien mejor cartas tiene, sino quien sabe jugar mejor con las cartas que la vida le da sin poder elegir (cartas genéticas, sociales, culturales). Hoy sabemos que con mayor conocimiento de nuestra propia naturaleza somos capaces de alcanzar mayores éxitos, como es vivir más, sin que mermen en exceso nuestras capacidades.
La rutina y la repetición están bien para memorizar, para crear hábitos que favorecen el aprendizaje, pero hay que salir de esta zona de confort para experimentar y producir novedades interesantes que den nuevas soluciones a los problemas que se presentan.
Para ser feliz, además de pasarlo bien, en sociedad, hay que sentirse querido y además necesitamos saber que lo que hacemos merece la pena, que vale para algo, o para alguien. Para crear hemos de tener memoria, y esta será nuestra fuente de felicidad y de vida, porque nos dará respuestas inconscientes buscando en nuestro almacén y dependiendo de lo que encuentre estas serán más o menos brillantes y/o numerosas.
Con la cabeza llena de pájaros, los ilustres que convocan los poetas para poblar los bosques, o bien con pájaros olvidados, como el gorrión, el tordo, la urraca o el estornino, cada uno con sus carta-pájaros construye su fuente de vida.