«Me despidieron a las cinco horas de pedir una reducción de jornada»

«Me despidieron a las cinco horas de pedir una reducción de jornada»

Adrián, de 32 años, explica que solo quería salir media hora antes de su empresa para llegar a tiempo a recoger a su hija al colegio

LAURA PERAITA

Adrián Cordellat lo ha asumido, aunque aún recuerda como una pesadilla lo que le ocurrió el pasado 31 de agosto. Aquel día, tras varios meses dándole vueltas a la cabeza y haciendo números, llegó a su empresa, una gran asociación en la que era responsable de comunicación, a entregar por escrito su deseo de tener una reducción de jornada de seis horas semanales. A las 14.30, este joven de 32 años fue despedido.

«Fueron unas horas de auténtica locura. Al llegar nadie quiso coger mi hoja de petición y todos me miraban como a un loco. Incluso me lo recriminaron. Cuando a primeras horas de la mañana le comenté a mi gestor en un estado de nervios total lo que me estaba ocurriendo me aconsejó que corriese a enviar el escrito por burofax y que grabase cualquier conversación con la empresa. «Te van a despedir», vaticinó. Le tiré por el ventana mi hoja de petición a mi mujer para que fuera a enviarla de inmediato a Correos»

De nada sirvió, su sentencia de despido estaba decidida argumentando el descenso de las subvenciones y del trabajo en su departamento de prensa.

Su «delito»

«Mi delito fue que tengo una niña que acaba de empezar el colegio y que mi mujer estaba a punto de dar a luz al segundo. Mi planteamiento a la empresa fue entrar a las 9.00 de la mañana y trabajar del tirón hasta las 15.30 para que me diera tiempo a ir a recoger a mi hija al colegio a las 16.00 horas. La respuesta fue. «si tanto te interesa tu familia haber pensado bien las cosas antes de hacerlas»».

Adrián reconoce que lo que más le dolió tras trabajar en esta organización un año y nueve meses es que los directivos sabían su situación, que su familia vive en otra ciudad y que su mujer y él estaban solos para sacar adelante a los niños. «Intentaron amenazarme por si iba a juicio, cuando en realidad yo lo que estaba haciendo era ejercer un derecho que me correspondía como empleado».

Afortunadamente su mujer trabaja en su propia empresa de servicios periodísticos relacionados con maternidad y crianza y desde que Adrián fue despedido se ha centrado también en esta labor.

Adrián tiene claro que en España queda mucho camino por recorrer en temas de conciliación. «Animaría a las empresas de nuestro país a fijarse en lo que se hace en los países nórdicos o en las empresas de aquellos países instaladas en España porque sus empleados piden excedencias y reducciones que revierten positivamente en los resultados y productividad de la compañía. Tengo muchos amigos que trabajan en este tipo de empresas y la cultura que reina en ellas es que los empleados se sienten más seguros, contentos y comprometidos con estas compañías. Rinden más que el que está amargado mirando la hora para irse. Si se puede conciliar el retorno es mayor».

Sentirse realizado

Añade que afortunadamente la sociedad va cambiando y cada vez hay más padres a la salida del colegio yendo a recoger a sus hijos. Asegura que son más numerosos los grupos de padres que entran en la esfera de los cuidados de los hijos y que se dan cuenta de lo importante que es y, sobre todo, de lo sacrificado que resulta. «A mi personalmente me hace sentir muy realizado poder compartir tiempo con mi hija, jugar con ella, ver cuentos… y sentirme parte de la crianza. Revierte en la relación con mi hija y también con mi mujer con la que mantengo un vínculo más estrecho al compartir el cuidado de nuestra hija y, en poco tiempo, también de nuestro segundo hijo».

Adrián Cordellat se mantiene optimista y confía en que nuestra sociedad cambie poco a poco en este asunto. «Ya hemos dado algunos pasos. Los abuelos apenas se ocupaban de los hijos; nuestros padres ya jugaban con sus hijos; y nuestra generación ya nos atrevemos a cambiar pañales, ir a buscarles al colegio y, cada vez más, estamos dispuestos a perder el trabajo para luchar por nuestra familia. Si no aumenta esta conciencia, nuestra sociedad acabará por estar más envejecida que lo que está».

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