Más diversidad… y más soledad

Más diversidad… y más soledad

Los recientes modelos familiares se consolidarán, y aparecerán otros nuevos que acabarán legitimándose entre un creciente número de personas cada vez más ancianas que vivirán solas

CELESTE LÓPEZ

La Encuesta Mundial de Valores lo ha dejado claro en sus últimas ediciones: España es de los países que más han cambiado socialmente en un tiempo récord. En apenas unas décadas, los españoles han sustituido radicalmente los valores tradicionales en los que se asentaba la sociedad por otros mucho más laxos que les han permitido convertirse en un país moderno, dinámico, en los que la comprensión hacia las nuevas realidades y la moderación son sus principales señas de identidad. Baste comprobar la actitud de la ciudadanía ante el divorcio, el aborto, los matrimonios homosexuales, la inmigración… “España es un país ejemplar en ese sentido”, señala el sociólogo Joaquín Arango.

Pero ¿quién o qué ha sido protagonista de ese cambio tan radical? Los expertos tienen pocas dudas: la familia, la institución social más pequeña, pero a la vez más decisiva, porque en ella se conforman los valores de la sociedad. La muerte del dictador Francisco Franco y la Constitución de 1978 son vistos por muchos analistas como el origen del cambio, pero los expertos matizan: la semilla había germinado en la familia mucho antes, propiciando una transformación de la mentalidad colectiva que impulsó el cambio que posteriormente se vio plasmado en las leyes.

Y esa transformación se ha producido para quedarse durante las próximas décadas, según los expertos. La familia de ahora, o mejor dicho, los modelos familiares diversos y plurales (el gran cambio registrado en las últimas décadas ha sido la institucionalización de modelos alternativos al tradicional padre-madre-hijos) se mantendrán, y es posible que otras fórmulas futuras sean legitimadas. Pocos sociólogos proyectan crisis dramáticas en el entorno familiar, porque, como demuestra lo acontecido en las últimas décadas, lo cierto es que la familia sigue siendo la institución más valorada por los ciudadanos, especialmente entre los jóvenes, que ven en ella un espacio de amor y de apoyo mutuo incuestionable.

En opinión de los expertos, esta consideración positiva se mantendrá.

Los hogares unipersonales representan un 23% del total

“Hay algunos aspectos en los cuales podemos decir que la familia española mantiene sus raíces en el pasado. Podemos afirmar esto por el valor que la institución familiar sigue teniendo para los ciudadanos y por la importancia que se otorga a los lazos de lealtad y obligación que unen a sus integrantes”, señalan Inés Alberdi y Pilar Escario en el estudio Los hombres jóvenes y la paternidad, publicado por la Fundación BBVA.

Pero frente a esta realidad aparece otra, apuntan, resultado del cambio registrado en los últimos años: el incremento de los hogares unipersonales, personas que viven solas, bien por viudedad, por decisión personal o porque no han tenido hijos o estos (más bien el único) no se ocupan de ellos. Las proyecciones estadísticas revelan que el número de hogares con una sola persona, que actualmente representan el 23% de todos los hogares, seguirá creciendo. Un estudio del INE señala que en el 2029 el número de hogares residentes se incrementará en 951.171 (un 5,2%), alcanzando la cifra de 19.204.058. Y ello, a pesar de la disminución de la población residente en viviendas familiares, que descenderá en 1.144.374 personas. En el 2029 se llegaría a 5,71 millones de hogares unipersonales (el 29,7% del total de los hogares), con un incremento del 27,5% (1,23 millones más) respecto a la actualidad. El número de personas que viven solas pasaría de representar el 9,7% de la población total en el 2014 al 12,7% en el 2029. Los expertos vaticinan graves problemas de soledad, de pobreza (las pensiones por parte del Estado no estarán garantizadas), depresión, aumento de los suicidios y, posiblemente, normas que legitimen el suicidio asistido.

Hay investigadores que, sin embargo, creen que la familia del futuro está por reinventarse. Cualquier previsión es susceptible de equivocación, porque los planteamientos se hacen a partir de la realidad actual, en unas circunstancias y un contexto determinados. De ahí que algunos, como el sociólogo Javier Elzo, pongan en cuarentena cualquier previsión más allá de un tiempo prudencial.“Antes o después este país se dará cuenta de la necesidad de apostar por la familia y pondrá su plena atención en los hijos, como ha hecho Francia, por ejemplo”. Los investigadores sociológicos coinciden en señalar la “necesidad imperiosa” de apoyar a la familia, máxime con el grado de envejecimiento de la sociedad española tan elevado a corto y medio plazo (en el 2052, el grupo de edad de mayores de 64 años pasaría a constituir el 37% de la población total de España, según el INE) y ante una tasa de natalidad que oscila entre 1,3 y 1,5 hijos por mujer (dentro de 40 años se prevé que la población de España se cifra- ría en 41,6 millones, un 10% menos que en la actualidad). “Desde el punto de vista económico no hay otra opción que rediseñar una política familiar completa, que permita a las parejas tener los hijos que desean”, señalan.

En lo que sí coinciden todos es en que el modelo actual de familias seguirá siendo un motor fundamental de la sociedad, como lo ha sido desde finales del siglo XX. Y recuerdan cómo en la familia española se aglutinan todos los elementos del cambio social que ha dibujado la España actual y que dibujará la venidera. “El futuro se construirá desde las peculiaridades que la familia ya cuenta y no desde el vacío. Y en ese sentido habrá que tener presente que su futuro arranca de los enormes cambios que ha a travesado la familia en el último medio siglo”, señala el sociólogo Cristóbal Torres en su último libro España 2015: situación social.

El s.XX, el período de la revolución social

Para dibujar ese futuro hay que viajar a un pasado cercano, origen de los cambios. Muchos son los expertos que han analizado lo ocurrido en el último tercio del siglo XX, un periodo apasionante y que desde el punto de vista social se puede considerar una verdadera revolución iniciada en los salones de unas casas –la mayoría, de alquiler– presididas por televisores en blanco y negro (quien tenía), con la radio como acompañante y en el que padres, hijos, abuelos compartían espacio. Son los tiempos de la familia extensa, donde varias generaciones vivían bajo estrictas normas casi incuestionables… hasta que se empiezan a cuestionar.

La transformación de la familia extensa a la nuclear (formada por padres e hijos) se produce en los años sesenta, cuando se registran los grandes desplazamientos de población, tanto los orientados al interior, a las regiones más industrializadas y a las grandes ciudades, como los que se dirigieron a otros países de Europa. Una de las consecuencias más importantes de ese movimiento migratorio fue que España dejó de ser un país eminentemente rural para convertirse en una sociedad urbana moderna, industrial y tecnológica. En consonancia con ello, las formas familiares vinculadas con la vida rural tendieron a la extinción, en especial la familia extensa, y decayeron algunos de sus rasgos más distintivos, como la preeminencia de los varones y de los primogénitos, la relegación de la mujer, la autoridad de los ancianos y la pronta transición de la infancia a la vida adulta, tal y como explican Salustiano del Campo y María del Mar Rodríguez-Brioso, en La gran transformación de la familia española durante la segunda mitad del siglo XX, publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas. Así, el tamaño medio familiar pasa de cuatro miembros en 1960 a 2,51 en el 2014 (INE).

Una nueva realidad urbana que modifica las normas que hasta entonces regían los hogares, en gran medida, impulsada por unas mujeres que empiezan a controlar su natalidad (en 1978 se despenaliza la venta de los anticonceptivos), que aumentan su formación, que salen al mercado laboral, para las que tener un marido no es el objetivo prioritario de la vida, que se casan más tarde, que entienden que el matrimonio no es para toda la vida (ley del divorcio de 1981), que quieren hijos deseados (primera ley del aborto de 1985) y, muchos, al margen del matrimonio (hoy en día, el 39% de los nacimientos se produce fuera del marco legal del matrimonio)… Todo esto y lo que conlleva modifica la organización interna de las familias, en especial el modo en que se reparten y comparten las responsabilidades económicas y las tareas de cuidado.

Uno de cada cinco matrimonios es una segunda unión para al menos uno de los cónyuges

Algunos indicadores sociodemográficos ayudan a apreciar la dimensión de esos cambios recientes. La edad media del primer matrimonio ha aumentado casi ocho años desde 1980 hasta el 2012 –pasó de 23,9 a 31,7 años entre las mujeres y de 26,2 a 33,8 años entre los hombres–, y la cohabitación está desplazando rápidamente al matrimonio como vía de formación de pareja entre las generaciones más jóvenes. La tasa de divorcio se ha duplicado en la última década –pasando de 0,9 divorcios por 1.000 habitantes en el 2000 a 2,4 en el 2012–, y actualmente se sitúa ligeramente por encima de la media europea. A las cifras de divorcios habría que añadir también las separaciones de parejas de hecho, para las que no existe un registro oficial. En paralelo al incremento de rupturas conyugales, se ha producido un notable aumento de segundas uniones.

Actualmente, uno de cada cinco matrimonios (22%) es una segunda unión para al menos uno de los cónyuges, y esta cifra sólo capta parcialmente la incidencia de segundas uniones, ya que las personas que han experimentado una ruptura conyugal son más propensas a optar por una pareja de hecho que un matrimonio como segunda unión, resumen las investigadoras Teresa Castro y Marta Seiz, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. Toda una serie de cambios que se acompañan con otros no menos importantes en los ámbitos sexuales y en las relaciones entre los miembros familiares, mucho más democráticos y con mejor grado de entendimiento, tal y como resalta Javier Elzo. También por la secularización de las relaciones familiares.

En definitiva, cambios que rompieron, en muy pocos años, con el modelo tradicional familiar imperante durante largos años y que modifican sustancialmente el panorama familiar actual, hasta tal punto que ya no se puede hablar de familia como un conjunto homogéneo sino de modelos familiares diversos y plurales: familias tradicionales, reconstituidas, homosexuales, monoparentales, uniones de hecho, familias multiculturales, con hijos adoptados o acogidos…

Un extraordinario puzle que, sin embargo, no ha deteriorado la institución familiar como algunos expertos habían augurado desde el siglo pasado.

“Se habla mucho de la crisis de la familia. Pero si hay crisis es de éxito, de exigencia. La familia es la institución social, junto a la Iglesia, que más tiempo perdura entre nosotros, la más antigua. Porque somos seres sociables y queremos compartir nuestra vida con otra persona. No queremos vivir solos. Queremos vivir con otra persona. Y queremos vivir felices con otra persona. Muchos queremos además que nuestro amor no sólo perdure sino que se traslade a nuestros hijos”, señala Javier Elzo.

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