02 Ago Los riesgos de internet aumentaron para los menores durante el confinamiento.
La Covid-19 fue declarada pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud el 11 marzo de 2020, declaración a la que siguieron rápidamente drásticas medidas de confinamiento en la mayoría de los países europeos, y en España en particular con la proclamación del estado de alarma esa misma semana.
La Covid-19 fue declarada pandemia mundial por la Organización Mundial de la Salud el 11 marzo de 2020, declaración a la que siguieron rápidamente drásticas medidas de confinamiento en la mayoría de los países europeos, y en España en particular con la proclamación del estado de alarma esa misma semana. Como reacción, la transformación digital se aceleró sin precedentes en todas las edades y en todos los ámbitos de la vida social. A su vez, la pandemia afectó a la vida de la mayoría de los niños y las niñas en Europa.
El confinamiento que se declaró supuso la transferencia de la mayoría de las actividades al mundo online. Desde entonces, la escolarización, el tiempo libre, los contactos sociales y la vida familiar de niños y niñas se llevaron a cabo principalmente en el hogar, a través de medios digitales.
Adoptar nuevas herramientas y servicios, pasar una buena parte del tiempo en internet, cambió drásticamente su vida diaria. Es cierto que el mundo virtual ofrece nuevas oportunidades y nuevas posibilidades, sustituyendo las interacciones cara a cara. Sin embargo, el confinamiento abrió la puerta a riesgos bien conocidos: ciberacoso, contenidos inapropiados, pornografía, uso excesivo, discursos de odio por razones de raza, religión u orientación sexual, desinformación, mal uso de datos personales, etc.
Los peligros y los riesgos online
Probablemente, la primera preocupación de los progenitores en el confinamiento fue el tiempo que sus hijos e hijas pasaban online. Y ciertamente, su consumo ascendió a una media de entre seis y siete horas y media diarias, si bien la mitad de ese tiempo se dedicaba a actividades escolares. En todo caso, sólo una cuarta parte de los menores declararon un consumo online excesivo que les llevara a tener problemas con la comida o con menos horas de sueño.
El acoso online y offline están con frecuencia interconectados. En muchos casos, el acoso online es una continuación del acoso que se ha iniciado cara a cara, frecuentemente en la escuela.
Aquellos que están involucrados en formas de acoso online a menudo también están involucrados en formas de acoso offline.
Según datos del informe técnico de la Comisión Europea How children (10-18) experienced online risks during the Covid-19 lockdown – Spring 2020, con el confinamiento se ha acentuado el ciberacoso, y una media del 44 % de los menores que lo han sufrido dicen que el fenómeno se ha incrementado con la pandemia.
Igualmente, la exposición a discursos de odio (por motivos religiosos, ideológicos, de raza o de orientación sexual) se ha incrementado también, al menos para tres de cada diez menores.
Asimismo, aproximadamente una quinta parte ha visto más imágenes gore o violentas que antes del confinamiento.
El contenido online de autolesiones muestra unas cifras más bajas. Casi la mitad de los menores (45 %) declararon haber visitado páginas para chatear o ver formas de autolesionarse o lastimarse físicamente. Casi una quinta parte constató un aumento de este tipo de experiencias lesivas durante el confinamiento.
La mediación parental para mitigar los riesgos online
La gran mayoría de los padres habla con sus hijos e hijas sobre lo que hacen en el mundo digital, qué páginas visitan, las redes que usan, qué amigos tienen, qué actividades realizan… Su interés no difiere mucho de las preguntas que les hacen sobre su vida en el “mundo real”.
Una media del 90 % de los progenitores de los países estudiados (Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Eslovenia, España, Irlanda, Italia, Noruega, Portugal, Rumania y Suiza) también les sugieren a sus hijos e hijas las formas de utilizar Internet con seguridad.
Una mayoría de los progenitores (en torno al 85 %) limitan o prohíben el acceso a ciertos tipos de contenido (entre otros, contenido violento, gore, sobre delgadez extrema o de tipo sexual).
Sin embargo, es menos frecuente que los progenitores usen medios técnicos para bloquear, filtrar, realizar un seguimiento de los sitios web o aplicaciones que utilizan sus hijos. Entre un tercio y algo más de un cuarto en Eslovenia, Noruega y Austria. Los que están a la cola del ranking son Irlanda (9,9 %) y España (8,7 %).
El silencio de los menores
En relación con el ciberacoso, en los hogares frecuentemente prevalece el silencio de los menores porque piensan que sus progenitores les van a privar del acceso a Internet, o que, si lo denuncian, los acosadores se van a implicar con más saña o, simplemente, porque creen que no va servir de nada. Varios expertos australianos concluyeron en una investigación de 2009 que en el caso del 46 % de los estudiantes acosados cibernéticamente que se lo dijeron a un adulto su situación empeoró o no mejoró después de decirlo.