Los niños que han sufrido ‘bullying’ tienen el triple de riesgo de sufrir trastornos mentales.

Los niños que han sufrido ‘bullying’ tienen el triple de riesgo de sufrir trastornos mentales.

El estrés postraumático, los trastornos de personalidad, las obsesiones y la ansiedad son las enfermedades más comunes.

Sonsoles Echavarren 14/09/2023

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Acoso escolar. Dos palabras que erizan la piel a niños, adolescentes, profesores y familias. Porque nadie desea que la lacra del ‘bullying’ alcance a sus hijos o alumnos. Que los desestabilice hasta el punto de provocarles trastornos mentales graves y, en el peor de los casos, hacerles barajar la idea del suicidio. Nadie. Pero lo cierto es que este tipo de acoso físico o virtual (el llamado ciberbullying) cada vez es más frecuente y afecta a escolares de todas las edades. Casi a la mitad. Según el último estudio sobre esta realidad presentado por el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra el pasado junio, el 48,4% de los alumnos de Primaria, ESO, Bachillerato o Formación Profesional (6-20 años) asegura haber sufrido ‘bullying’ presencial en el último año. De estas cifras se hablará hoy y mañana en un curso de verano de la UNED que aborda ‘El impacto del trauma y sus tratamientos’. Y cómo estar traumatizado por un hecho grave en la infancia convierte a los menores en más vulnerables y más susceptibles de sufrir acoso escolar. Tanto como víctimas como agresores. Dirigido por la doctora en Psicología y profesora del centro Olatz Ormaetxea Ruiz, el curso se dirige a todo el público interesado (no necesariamente profesionales de psicología) y acogerá a más de un centenar de personas. Junto a ella, intervendrán las profesoras del Departamento de Psicología y Criminología del Centro Nahikari Sánchez-Herrero y Alexia Barcos Gracia y su colega de la Universidad del País Vasco (UPV) Íñigo Ochoa de Alda. Los escolares que han sufrido ‘bullying’ (uno de los temas que se abordarán) acumulan el triple de riesgo de sufrir enfermedades mentales graves, como estrés postraumático,  trastornos de personalidad, obsesiones, estrés postraumático o ansiedad.

Las ponentes coinciden en que hay que diferenciar “tener un trauma” (puede pasar a cualquier persona) o “estar traumatizado o tener un trauma activo”, lo que, asegura, “reactiva los traumas de la infancia”. ¿Y qué puede provocar esa sensación? Las profesores enumeran, entre otros motivos, haber vivido en un piso de acogida, haber sufrido el duelo migratorio de niños, una separación o divorcio conflictivos de los padres, las ausencia de uno de los progenitores, haberse criado con los abuelos, haber presenciado catástrofes naturales (terremotos, incendios…) o sucesos traumáticos (guerras…).
“La diferencia entre tener un trauma o estar traumatizado es como tener una herida cicatrizada o abierta. En el segundo caso, te roza más. Al ser más vulnerable, surgen problemas con más facilidad (acoso escolar, ser víctima o causante de delitos, tener más riesgo de adicciones…)”, insiste Alexia Barcos.
AUTOLESIONES O SUICIDIOS
Los escolares víctimas de acoso escolar presencial o virtual tienen también más problemas de relación con otras personas y mayor riesgo de autolesiones o suicidio. “Pero hay que trabajar en el trauma. A veces, en las terapias nos centramos en el ‘bullying’, en que hay que practicar la socialización pero puede que los menores no sean capaces porque están traumatizados y, a veces, no pueden confiar en un adulto”, subraya Barcos. Quienes experimentan un trauma activo, aclara, pueden ser víctimas o agresores. “Se construyen una coraza para sobrevivir y, a veces, atacan por miedo a ser atacados. Todos son víctimas”.
FAMILIAS DE MENORES ADOPTADOS
Que la familia biológica abandone a un niño o adolescente es un duelo para el menor con el que, habitualmente, se carga en la edad adulta. O no. Todo depende de cuál sea “la mochila” que se acarree o de la edad en la que llegan a su familia adoptiva o de acogida (permanente o temporal). La doctora en Psicología Olatz Ormaetxea Ruiz, coordinadora del curso de verano sobre el trauma, asegura que estos menores son más vulnerables y presentan un riesgo mayor de padecer patologías psíquicas o de somatizarlas físicamente en el cuerpo. “Aunque hay que lanzar un mensaje positivo: ‘El contexto de mayor reparación es el de una familia sana”, explica. Y el duelo será menor cuanto más pequeños sean adoptados o acogidos.
Muchos de estos menores, explica Ormaetxea, tienen baja autoestima y sufren más estrés que la media. “Una situación que también afecta a sus padres, por la presión social”. Hay familias, recalca la psicóloga experta en terapia familiar, que previamente a la adopción o al acogimiento, también han vivido su propio duelo (al no poder ser padres), además del llamado ‘duelo genético’ (no tener hijos biológicos).
Ormaetxea insiste en la importancia de la formación en inteligencia emocional para padres adoptivos. “No se puede generalizar pero muchos hombres sufren alexitimia (dificultad para expresar sus sentimientos) y las mujeres tienden a somatizar esa ansiedad en el cuerpo con dolores de cabeza, estómago…”.
La diferencia entre la adopción y el acogimiento radica en que la primera es para siempre y la segunda puede ser permanente o temporal (los niños siguen teniendo a sus padres biológicos aunque no les pueden atender). “A pesar de que las familias de acogida sean intermitentes, siempre serán mejor que un centro de menores. Hacen falta más”.