«Los médicos deberían hablar de la plasticidad del cerebro, no solo de las lesiones»

«Los médicos deberían hablar de la plasticidad del cerebro, no solo de las lesiones»

Rocío Martín cuenta la experiencia de su familia ante el nacimiento de un hijo con discapacidad en su libro «El regalo»

CARLOTA FOMINAYA – MADRID

«Mi hijo Felipe es un regalo». Así define Rocío Martín Díez, su madre, al pequeño de cuatro años, con parálisis cerebral de nacimiento. «Desde que nació, ha guiado nuestras vidas. No es casualidad que esté aquí. Ha venido a enseñarnos, y los que tenemos deberes somos nosotros», asegura esta mujer, mientras mira embelesada a su retoño. El menor es un torbellino que en su visita a ABC no para de reír, de moverse, de hablar, de pintar, de gatear, y que muestra una buena salud y una fuerza en teoría inusitada para su edad y su discapacidad. Todo ello, contra todo pronóstico. Su maravillosa historia la cuenta Rocío en su libro «El Regalo» (Editorial Isthar Luna-Sol), que presenta este viernes a las 18:00 de la tarde.

En la ecografía de la semana 20, los médicos le recomendaban abortar. Las seis lesiones cerebrales que detectaron a Felipón, que así le llama su familia, eran «incompatibles con la vida». «Nos decían que no sabían siquiera si el niño iba a poder respirar por sí mismo. Calculaban que si vivía, lo haría muy poco. De hecho con la Ley en la mano hubiera podido abortar hasta la semana 37. Pero un día al salir de la consulta del ginecólogo llamé a mi madre y me dijo una frase que me dio la paz que necesitaba: «Rocío, este niño viene dando, no quitando»».

La actitud de los médicos

Y así fue. Felipón vino al mundo hace cuatro años para romper los esquemas de estos padres, y de su atenta hermana Candela (6 años). Desde entonces, este niño con lesión cerebral «nos sorprende a todos cada día», asegura. «Ahora sé que hay que vivir la vida en el momento». Pese a todo, Rocío recuerda el calvario de médicos «que nos miraban con pena. Eso sí que fue un horror», rememora. «De verdad pienso que en la carrera de Medicina deberían estudiar asignaturas de Humanidades. Sería bueno que ante casos como este los médicos abriesen a los padres una puerta a la esperanza».

Pero la vida, asegura Rocío, «está deseando ayudarte. Y sin pedirlo, te van apareciendo las cosas o las personas que necesitas, todo de forma muy natural». Así, a las indicaciones de los galenos, ella ha unido todas las terapias que ha ido aprendiendo de forma paralela y que, a su juicio, han sido de máxima utilidad. «Aunque yo no soy nadie para recomendar una u otra. Pienso que la familia debe escoger la que ellos crean que es la mejor para sus hijos».

Ellos durante todo este tiempo han ido cambiando, y han acudido a Institutos Fay, Doman, Feldenkrais, Tomatis, a la osteopatía craneo sacral, la homeopatía, hipoterapia, han realizado un cambio de la alimentación… Y sobre todo, han apostado por la plasticidad del cerebro. «Este órgano sigue siendo el gran desconocido del cuerpo, incluso para los médicos. Estos deberían hablar de la plasticidad del cerebro, no solo de las lesiones. Nadie puede saber en realidad lo que pasa dentro de este órgano. No hay nada cerrado ni definitivo. El cerebro se busca la vida para salir adelante. Y si, a pesar de recibir toda la ayuda posible no lo hiciera, nadie debe sentirse mal por ello».

«Nosotros —prosigue—, hemos podido comprobar que, aun teniendo Felipón seis lesiones super gordas en el cerebro —un auténtico gazpacho en la cabeza, como dice con humor mi marido—, no somos nadie para poner puertas al campo. Es un milagro lo que nuestro hijo ha logrado a día de hoy a base de trabajo, y nadie apostaba por ello. Por tanto su desarrollo es, de aquí en adelante, un misterio», aventura.

La madre, la mejor terapeuta

La obra de Rocío es una invitación a que las madres de este tipo de niños, que por lo general suelen ser las principales cuidadoras, «se encuentren bien, por fuera y por dentro». «Si la madre se siente bien, el niño y la familia estarán bien». «Una madre es la mejor terapeuta y sanadora que existe, pero para ello debe estar sana emocional, mental, espiritual y físicamente. ¿Cómo? Siendo consciente de quién es y del importante papel que tiene en este mundo para poder dar amor y aportar alegría. Estos niños han venido a despertarnos el amor incondicional, y a través de ellos, sanamos todos».

No solo ella ha salido reforzada gracias a Felipón. También su matrimonio: «por supuesto que ha habido momentos de mucho cansancio, de vulnerabilidad… Pero nosotros, como pareja, nos hemos unido más, hemos hecho equipo, nos ha removido como familia, y en gran parte gracias a este niño empezamos a hablar el mismo lenguaje». «Felipe mi marido me ha respetado y me ha respaldado en todas y cada una de las decisiones que he ido dando en cuanto al tratamiento del niño, aunque en principio parecieran una locura», asegura.

Rocío está embarazada de su tercer hijo y en este momento vive con su familia en Francia, hasta donde se han trasladado debido al trabajo del padre, y donde han empezado una nueva vida. En todo este tiempo, «hemos aprendido también a no sentirnos culpables porque, curiosamente, las cosas que no son perfectas son, sin embargo, necesarias», concluye. «Cosas como esta hacen que uno se sienta conectado a la vida por algo superior. Gracias a Felipón, se nos ha abierto un nuevo camino».

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