Los fallos en la semipresencialidad educativa desatan una ola de quejas de los padres.

Los fallos en la semipresencialidad educativa desatan una ola de quejas de los padres.

Las familias denuncian numerosos casos de falta de atención a los alumnos. La calidad de la enseñanza a distancia varía entre autonomías, institutos y dentro de un mismo centro.

Ignacio Zafra

Fabiola Llanos está muy preocupada por la educación de su hijo, que tiene 15 años y estudia cuarto de la ESO en un instituto público de Madrid. “Se supone que sus clases son semipresenciales, pero online no tiene. Una semana va tres días al instituto y la siguiente, que va dos, parece como si no estuviera estudiando. Trae algunos deberes para hacer en casa, pocos según él, pero no tiene una rutina. Se acuesta tarde y se levanta tarde; dice: ‘¿Para qué me voy a levantar temprano si no tengo nada que hacer?’. Es una situación un poco descontrolada. Hay alumnos a los que les sale estudiar por si solos, y a otros que no”, dice Llanos por teléfono desde su piso en Villaverde Alto, uno de los barrios con menor renta de la capital. La mujer, auxiliar administrativa en paro, está alarmada porque siempre pensó que su hijo haría el bachillerato y ahora no lo ve claro. Daniel, su hijo, cuenta: “Este curso es como si fuese fiesta un día sí y otro no. Los días que no voy al instituto no hago prácticamente nada”.

La calidad del modelo educativo semipresencial en España, otra de las novedades que ha traído la pandemia, es muy variable. Miguel Dengra, presidente de la asociación de directores de instituto de Andalucía, cree que está funcionando peor en aquellas comunidades que, como la suya, lo improvisaron en el último momento. Pero afirma que también hay diferencias entre institutos, “e incluso entre profesores de un mismo centro”.

Las quejas en Madrid han sido lo bastante numerosas como para que la federación de asociaciones de padres Giner de los Ríos haya denunciado la situación al Defensor del Pueblo. “La semipresencialidad no está funcionando adecuadamente. Nos están llamando constantemente familias muy preocupadas porque sus hijos no están recibiendo una verdadera atención educativa”, asegura su presidenta, Mari Carmen Morillas. La mayor federación de padres de Murcia ha anunciado un recurso contencioso-administrativo contra el modelo semipresencial, que en esta comunidad comienza en infantil cuando en las otras 11 autonomías que lo aplican no empieza hasta la ESO o en la secundaria postobligatoria. En Galicia, la Comunidad Valenciana y Andalucía se han convocado protestas de alumnos y padres a las puertas de los institutos. Entre los estudiantes más críticos figuran los de segundo de bachillerato, que temen llegar peor preparados a la selectividad que sus compañeros de otros centros que sí van a clase a diario. “Está habiendo problemas en todas las comunidades. Esto afecta a la igualdad de oportunidades y a la equidad”, señala Leticia Cardenal, presidenta de Ceapa, la confederación de asociaciones de padres mayoritaria en la enseñanza pública.

Aunque existe, la controversia es menor en aquellos territorios donde la semipresencialidad se ha limitado a la etapa postobligatoria, Bachillerato y FP, cuyos alumnos son más autónomos, como Cataluña, Galicia y Canarias. Y mayor en los territorios que se decantaron por ella in extremis, sin tiempo para prepararla. “En algunos lugares la semipresencialidad se ha implantado precipitadamente. En Andalucía la norma salió el 3 de septiembre por la tarde, cuando los centros ya estaban organizados para la enseñanza presencial. Tenemos el problema de las dotaciones tecnológicas, porque muchas clases no disponen de cámaras, competencias digitales muy dispares entre los alumnos y el profesorado, y otros problemas, por ejemplo el de cómo controlar verdaderamente la asistencia de los que están en casa”, afirma Dengra.

Fórmulas mejores y peores

Hay formas de llevar a la práctica la semipresencialidad mucho mejores que otras, afirma Francina Martí, presidenta de la asociación catalana de docentes Rosa Sensat: “No es lo mismo un profesor que da una clase magistral a través de la pantalla, de la que es fácil desconectar, que quien hace clases virtuales más participativas”. Martí es muy crítica con la fórmula, muy extendida, de limitar la enseñanza a distancia a mandar deberes. “Es una opción que no favorece en nada el aprendizaje, porque la mayoría de los alumnos tiene muy poca autonomía. Para poder trabajar de forma individual tienen que haberse entrenado. Y en general, lamentablemente, no se ha hecho. Los alumnos están acostumbrados a escuchar, hacer ejercicios y que el profesor los corrija. Si ahora de pronto se les deja trabajando solos, la metodología hace aguas por todas partes”.

La semipresencialidad, argumentan las comunidades, no es una opción deseable pero sí la mejor de las posibles dada la exigencia de distancia interpersonal establecida por las autoridades sanitarias y su margen presupuestario. Haber desdoblado la mayor parte de grupos de secundaria, explica un responsable educativo socialista, habría elevado la contratación de profesores “a cifras absolutamente imposibles de asumir”, y creado “un desbarajuste tremendo de espacios, con grupos de un mismo instituto repartidos en varias sedes”. La reducción de los contenidos, la flexibilización de los criterios para pasar de curso y los cambios en la selectividad para hacerla más sencilla deberían amortiguar, por otro lado, la desventaja de los alumnos con semipresencialidad. Y el hecho de haber reducido el número de alumnos que asisten cada día al instituto, por ejemplo de 1.000 a 500, agrega la misma fuente, también tiene la ventaja indirecta de reducir los riesgos de contagio.

Perder el 40% de las clases de matemáticas

Uno de los sistemas más criticados por padres y docentes es el de Murcia, cuyo Ejecutivo ha optado un modelo de semipresencialidad que no solo se aplica en secundaria, sino también en infantil y primaria. En estas etapas no puede haber más de 20 alumnos en el aula. Y en los muchos centros donde la ratio es superior cada día se queda en casa una parte de la clase, normalmente cinco. Una solución que da lugar a situaciones extrañas “En nuestro colegio lo han establecido por días fijos. Y a mi hijo, que está en sexto de primaria, le ha tocado quedarse en casa los martes, cuando tiene dos de las cinco horas de matemáticas que dan a la semana, así que se pierde el 40%. Les mandan ejercicios, pero no es lo mismo”, se queja Clara Sáenz de Tejada, miembro de la directiva de la federación de padres FAPA-RM.

Francisco García, secretario de Enseñanza de CC OO, el principal sindicato en educación, reclama “la vuelta a la presencialidad en todos los niveles” y lamenta que tampoco se hayan explorado otras fórmulas. Como reforzar las plantillas para que haya docentes dando las clases online o resolviendo las dudas de los que están en casa.

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