30 Sep Los derechos del sordo se quedan en el papel
La ley de la lengua de signos apenas se cumple cuatro años después de ser aprobada – El colectivo reclama que se agilice su desarrollo y rechaza los recortes sociales que le castigan por partida doble
JUAN G. BEDOYA
En España hay algo más de un millón de personas sordas, el 2,3% de la población. Es un tercio de los españoles con algún tipo de discapacidad, a los que la crisis económica está golpeando sobremanera. Cuando las Administraciones públicas dicen que ajustan gastos, suelen empezar por las ayudas a las organizaciones de estos colectivos. Es la queja de la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE), que celebra mañana el 75 aniversario de existencia y el Día Internacional de las Personas Sordas. El martes pasado, la CNSE lanzó un manifiesto exigiendo el cumplimiento de la legislación vigente. «Las personas sordas no podemos dar ni un paso atrás», proclama Concepción Díaz Robledo, presidenta de la CNSE y vicepresidenta de la Fundación ONCE. Es sorda, nació en Cádiz hace 40 años y se licenció en Psicología, entre otros títulos universitarios cursados en la Universidad de Granada.
Díaz Robledo no solo está preocupada por los «recortes que afectan a las personas sordas en todos los ámbitos», sino también por ajustes más generales. Dice: «Cualquier recorte en servicios básicos como la educación o la sanidad afecta con más fuerza a los colectivos más necesitados, por el simple hecho de que parten de una situación de mayor necesidad y menores recursos. Los recortes en educación suponen un retroceso importante en un ámbito estratégico del que depende el futuro de las personas sordas, necesitadas hoy más que nunca de recursos como intérpretes, docentes sordos, profesionales sordos especialistas en lengua de signos, logopedas o profesorado de apoyo».
Fundada en 1936 por Juan Luís Mallorquín, la CNSE ha evolucionado mucho. Nació como una organización puramente asistencial y hace años que ejerce un papel de reivindicación e incidencia política. Es la entidad más representativa de las personas sordas en España, con 18 federaciones autonómicas y 118 asociaciones locales.
«El movimiento asociativo CNSE quiere lanzar un llamamiento a la sociedad para reivindicar la visibilidad de nuestro colectivo, la necesidad de que se cumplan las medidas que hagan posible la igualdad de oportunidades y el acceso a la información y la comunicación, y el reconocimiento a las compañeras y los compañeros que a lo largo de tantos años han luchado por los derechos básicos de las personas sordas y han contribuido a la creación de una sociedad más respetuosa con la diversidad», dice la CNSE en el primer párrafo del manifiesto. El lugar escogido para lanzar mañana esta llamada de atención es el complejo deportivo Somontes, a las afueras de Madrid, donde habrá exposiciones sobre el bagaje histórico de este movimiento asociativo, y también sobre la llamada «cultura sorda».
Las celebraciones se mezclan con muchas decepciones y enfados, sobre todo por el lento desarrollo de la ley de la Lengua de Signos, aprobada en 2007 por las Cortes, en la que se establece la provisión de recursos para facilitar el aprendizaje de la lengua de signos, intérpretes y apoyo en los ámbitos educativo, sanitario, cultural, transportes; subtítulos en los medios de comunicación, publicidad, cine, teatros… La ley está muy poco cumplida. Esta es la queja de Pilar Lima Gozálvez: «La ley de signos no se siente. La logramos pero no se aplica como quisiéramos. La esfera privada no tiene cabida en dicha ley, y la cosa se complica cuando quieres ir a una academia privada a preparar oposiciones. ¿Quién cubre la necesidad de intérprete? O cuando vas a un concierto de Joaquín Sabina… Mi amigo sordo y yo tuvimos la suerte de tener a una amiga que se ofreció a interpretar la maravillosa letra de Sabina, pero fue en medio del público, y no en el escenario, como debía de ser».
A Lima Gozálvez, valenciana, diplomada en Trabajo Social y especialista en Lengua de Signos, le motiva principalmente trabajar para lo que llama «la comunidad sorda». Dice: «Las cosas mejoran y alcanzamos algunos sueños, pero persisten dificultades y la accesibilidad a aspectos cotidianos de nuestras vidas avanza de manera lenta. Hace un momento me echaron de una oferta laboral porque, según la orientadora, estaba incapacitada por ser sorda. ¿Qué hacer ante esto?» Su principal preocupación «o problema» es el desempleo. «Es que es un hecho palpable la reducción de subvenciones a asociaciones y federaciones. Espero que el progreso no se convierta en retroceso».
Un poco más optimista se muestra Lourdes Gómez Monterde, que se define «barcelonesa de nacimiento, madrileña por profesión y casillera -de Casillas de Ranera, Cuenca- por devoción». Es maestra de niños sordos y se ha especializado en Audición y Lenguaje, en Pedagogía Terapéutica y en Educación Infantil. Fue asesora técnica del Ministerio de Educación y hoy es jefa de estudios adjunta y tutora en el colegio público El Sol, en Madrid. Es sorda desde los 4 años. «Cuando las cosas son difíciles el orgullo de lograrlas es todavía mayor». El comentario lo hace porque, después de muchos ajetreos, ha logrado una relación «muy gratificante» con su hija de 21 años, graduada «con matrícula de honor en Educación Infantil y a punto de empezar Magisterio en la universidad».
El sueño de Lourdes Gómez es «lograr una educación de calidad para el alumnado sordo», pero le supera «el choque constante con realidades sobre las que no puede incidir (falta de dinero, falta de tiempo)». Añade: «Estamos viviendo una de esas inciertas etapas de transición. La ley que impulsó la Lengua de Signos no es que se haya hecho notar mucho, la verdad».
Pone, entre otros ejemplos, los anuncios institucionales, algunos debates parlamentarios que aparecen de pronto con una «ventanita signante», el que ya se subtitulen desde el anuncio del 2×1 del Carrefour hasta los partidos de fútbol, «pasando incluso por algunos de los profundos y sesudos debates del corazón, subtítulos estos últimos que vienen bien también a los oyentes pues a voz de grito no creo que nadie entienda lo que dicen».
La tecnología también juega a favor de los sordos. «Hace tiempo que ya no tengo que pedir a nadie que haga una llamada por mí. Internet, los móviles… La comunicación está cada vez más a nuestro alcance. No dependo de nadie para pedir una pizza, contratar un viaje o reservar unas entradas».
Otro testimonio de superación surge de la boca de Celia Martínez Mora, investigadora en el Departamento de Biotecnología y Protección de Cultivos del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA) y teniente de alcalde y concejala de Medio Ambiente, Agricultura, Parques y Jardines y Mujer e Igualdad en el Ayuntamiento de San Javier (Murcia). Con apenas ocho años (nació en 1973 en Cartagena) Celia Martínez sufrió una meningitis vírica diagnosticada tarde. Salvó la vida de milagro. Cuando despertó, «no oía nada, nada en absoluto». Pese a todo, sus estudios se desarrollaron brillantemente: EGB, bachillerato, COU, Ingeniería Técnica Agrícola, Ingeniería Agronómica… «Todo sin ayuda adicional, sin intérprete, tan solo con mi tenacidad, la fortaleza de mi familia y algunos amigos y amigas que, en momentos puntuales y a petición mía, me ayudaban. Ningún profesor fue más allá de decir: ‘siéntate en la primera fila y lee los labios’. Ni unos apuntes de apoyo, ni una hora más, ni una sola pregunta… Nada. Esto lo he vivido y luchado sola. Ha sido así y así lo he aceptado con conciencia de hacerlo», cuenta ahora.
Este fue el tema de su tesis: La investigación biotecnológica con marcadores moleculares de especies autóctonas de melocotonero y albaricoquero. En la universidad se percataron de que había una alumna sorda total, que había estudiado allí nada menos que casi siete años, doctorada en ingeniería agronómica, cuando acudió a leerla. «Fue un reconocimiento público al que siguieron otros. Llegué a darme cuenta de que lo que había hecho era extraordinario para los demás. No antes, sino a partir de ahí». Fue un hecho tan extraordinario que en 2006 fue premio Mujer Murciana del Año.
¿Problemas? Lamenta «el escaso conocimiento y difusión de lo que realmente es una persona sorda en la sociedad oyente», también el poco peso y la escasez de entidades que respalden a la comunidad sorda, como la ONCE. Sobre todo, le indigna la lenta aplicación y desarrollo de la ley estatal que impulsó la lengua de signos. «Lo siento, pero esto me parece una auténtica desvergüenza: aplicación y desarrollo mínimos, por no decir nulos. La ley debió acompañarse de servicios de intérpretes, primero en Administraciones públicas y luego en empresas privadas, un servicio subvencionado y gratuito. El desatino es tal, que abogaría por sancionar en todos aquellos casos en los que se incumple esta ley y cuando una persona sorda se sienta discriminada».
El relato de Raquel Puebla Arias en el libro Sordo ¡y qué! Vida de personas sordas que han alcanzado el éxito (editorial LoQueNoExiste. Madrid 2007) finalizaba diciendo que después de aprobar unas oposiciones comenzaba a trabajar en la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Ahí continúa, «siempre dispuesta a superar cualquier reto».
Lo que más le molesta («terriblemente») es que el acceso a la cultura (cine, teatro, conferencias…) sigue vedado para los sordos. «Solo algunos cines cuentan con subtitulado; los teatros son contados y las conferencias no se subtitulan. Esa es mi lucha ahora. Cuando veo alguna situación injusta o digna de elogio, a veces escribo cartas a los directores de periódico, con más o menos fortuna. Poco a poco se ven tímidos avances respecto al subtitulado, pero aún queda mucho camino por recorrer. Yo, al menos, pienso recorrerlo hasta donde haga falta».
Santiago Hernández Correa, diseñador gráfico, lleva 18 años trabajando como especialista de la Lengua de Signos Española en la Asociación de Personas Sordas de Valladolid (APSAVA), donde es educador. En su relato para EL PAÍS se muestra «tecleando un portátil sin oír el sonido, sino solo una vibración».
Añade: «Es curioso, pero disfruto escribiendo mis pensamientos sobre lo que siento como una persona sorda. El problema principal es la figura de educador sordo y el intérprete de la Lengua de Signos Española. Con los recortes por la crisis ha vuelto a caer otra vez la barrera de la comunicación. No del todo, pero se nota la diferencia. Hay muchas personas sordas desempleadas y cuando tenemos que hacer un curso, el problema es que hay pocos intérpretes».
La barrera se llama desconocimiento
El Ayuntamiento de Santander anunció el lunes pasado que organizará cursos de lengua de signos para los trabajadores municipales que realizan tareas de atención al público. Lo hace en colaboración con la Asociación de Sordos de Cantabria y es apenas una gota en el páramo del desconocimiento sobre cómo actuar ante las personas sordas.
Hay unanimidad en que el desconocimiento es la primera barrera a superar en la inserción social de la comunidad sorda. Pero el obstáculo mayor ahora es la crisis, que se ha llevado por delante el compromiso, incluso legal, de reservar un porcentaje de empleos a personas discapacitadas cuando una empresa supera el medio centenar de trabajadores. «Reclamamos una política de empleo en la que los servicios públicos se adapten a las necesidades de las personas sordas y aumenten al 7% la cuota de reserva de empleo», dice el manifiesto emitido el martes por la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE).
Pese a todo, al finalizar el segundo cuatrimestre de 2011 se habían cerrado 42.178 contratos a personas con discapacidad, frente a los 39.471 en el mismo periodo del 2010. Supone un 6,9% de incremento. La información la facilita mensualmente el Observatorio Estatal de la Discapacidad, de siglas OED.
En relación con la contratación general, la de personas con discapacidad presenta «un mayor dinamismo y se recupera algo mejor de la crisis, como ya ocurría en los últimos meses de 2010», afirma el OED. Así, mientras que el número de contratos realizados a personas con discapacidad aumentó un 6,9% de enero a agosto de 2011 respecto a ese mismo periodo de 2010, la contratación general lo hizo en solo un 1,4%. El incremento es mucho mayor si se comparan las cifras con las de 2009. Son las ayudas estatales y, sobre todo, la presión de la Administración para que las empresas cumplan con la reserva del 2% de la plantilla para discapacitados las que explican este fenómeno. «Quien no cumple no puede participar en concursos públicos», recuerda Javier Benavente, presidente de la Fundación Alares y pionero en programas de integración de discapacitados y en el desarrollo de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a Personas en Situación de Dependencia.
Benavente apunta un hecho curioso: «Las personas con discapacidad integradas laboralmente en equipos diversos, con una gestión adecuada de la diversidad, contribuyen a generar un mayor espíritu de innovación y conocimiento de mercados potenciales nuevos, como es el de las personas con discapacidad (más de tres millones en España). Eso ayuda a que las organizaciones que integran esa diversidad sean más competitivas y rentables».
El grupo Alares, a través de la fundación del mismo nombre, está realizando una campaña de sensibilización en empresas de seguridad, ocio, comercio o transporte, para que las personas que trabajan ante el público aprendan la lengua de signos, al menos en un nivel básico, para facilitar la igualdad de oportunidades. La publicación hace cuatro años de Sordo ¡y qué!, junto a la editorial LoQueNoExiste, fue el primer paso de ese trayecto. El libro incluía anexos con la publicación de la ley por la que se reconoce la lengua de signos, entre otras normas.
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/derechos/sordo/quedan/papel/elpepisoc/20110923elpepisoc_1/Te