LOS CUIDADOS, EN MI LUGAR EN EL MUNDO

LOS CUIDADOS, EN MI LUGAR EN EL MUNDO

Ana I. Esteban Presidenta de Solidaridad Intergeneracional

Hay un antes y un después de la pandemia que sacó a la luz las condiciones lamentables de cuidado que existían en las residencias públicas y privadas, -con o sin concierto-, así como los cuidados familiares en el hogar que continúan mayoritariamente siendo facilitados por mujeres, esposas e hijas, con poco o ningún apoyo profesional o de familiares varones, ni contraprestación económica, ni reconocimiento.

Por otro lado, a pesar de los esfuerzos continuamos inmersos en el incumplimiento legal de las Comunidades Autónomas (CC.AA.) que retrasan mucho más allá de los 6 meses previstos el acceso a las prestaciones, ayudas o servicios que la Ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia garantiza para el cuidado profesional o no profesional.

Éste es un derecho subjetivo de ciudadanía, igual de reclamable que el acceso universal al sistema nacional de salud, y tras 17 años de implementación se presta de forma muy desigual en las distintas CC.AA., no solo afecta al tiempo de tramitación desde la solicitud hasta el acceso, también son significativas las desigualdades en el copago que aportan las personas beneficiarias para recibir dichos apoyos. Se requiere mejor financiación pública y reparto equitativo entre servicios residenciales y los comunitarios o/y domiciliarios, ya que esta financiación es discriminatoria si se observa el coste/persona.

Envejecer es vivir, y les ocurre a todos los organismos tras alcanzar la madurez reproductiva y terminar el crecimiento, porque disminuye la energía para el funcionamiento celular. Es multidimensional e influyen tanto la salud y el mantenimiento de la autonomía, como factores sociales, económicos, psicológicos… Y asociado a la mayor edad aparecen las enfermedades crónicas y algunas de ellas derivan en necesidades de cuidados intensivos de larga duración, ya que limitan o impiden la autonomía o movilidad, como son las neurodegenerativas, etc.

En solo 72 años la esperanza de vida en el mundo ha pasado de 46 a 72 años, y se estima que llegará a 77 años de media en 2050 según la ONU. España cuenta con una población muy longeva que sigue creciendo -9,4 millones o 20,1% de la población actual y se prevé 30,4% en 2050- con una esperanza media de vida al nacer de 84 años, la más elevada de Europa-27 y una de las más elevadas del mundo, llegando una gran parte a los 70 años en buen estado de salud. Está ocurriendo ahora, y es el mayor éxito logrado por la humanidad. La vida se está alargando y ello tiene consecuencias, retos y oportunidades que hay planificar para dar respuestas acertadas a esta demografía nueva, en la que conviven cuatro o más generaciones y para ello se necesita una Sociedad Cuidadora. Necesitamos cuidados desde que nacemos y se precisan sistemas de cuidados profesionales y comunitarios que los garanticen, con la mirada puesta en la persona, y no en la enfermedad, con derechos y dignidad.

La Unión Europea en el Consejo de Asuntos Sociales de noviembre de 2023 con la participación de los 27 gobiernos nacionales, aprobó unas conclusiones que reconocen las deficiencias de la atención institucional para las personas, e invita a los gobiernos a promover reformas para garantizar el derecho de las personas a una atención comunitaria de alta calidad, centrada en la persona, y recomienda prevenir la institucionalización de personas con discapacidad y necesidades de cuidados de larga duración, que equivale a nuestra atención a la dependencia.

Suecia en los años 80 prohibió por Ley crear residencias de atención socio-sanitaria para la atención y cuidado de larga duración por las razones que todos conocemos; la sociedad española está cansada de repetir que no quiere pasar sus últimos años de su vida en una residencia “tradicional”, porque necesite cuidados. Desea vivir en su hogar, en su entorno con cuidados profesionales, además del apoyo familiar si fuese posible. 

No hay mal que por bien no venga, y en esta ocasión la pandemia vivida visibilizó el malestar de la población en relación con estos cuidados y se evidenció su rechazo a vivir institucionalizados, no solo las personas de más edad, sino también las personas con discapacidades de todas las edades, que prefieren vivir de forma independiente con los apoyos necesarios, no encerrados, sin vidas con sentido como están ahora. Está comprobado que no es más caro, y quien ha tenido la experiencia se siente más feliz siendo participe y dueño de su destino.

Por eso, los cuidados en España están cambiando de paradigma. Se está construyendo con ejemplos piloto replicables en otras zonas, otra cultura del cuidado. Se están creando las condiciones para respetar los deseos y las expectativas de las personas que hay que cuidar y mejorando la formación y las condiciones labores de las personas cuidadoras, es decir con Atención Integral Centrada en la Persona.

El gobierno prevé aprobar una Ley de Derecho al cuidado, y pronto la Estrategia de Desinstitucionalización en breve y con ello promoverá que avance este modelo con mayor ímpetu y presupuesto. Esta estrategia no significa cerrar las residencias existentes. Significa crear nuevos espacios o/y reformar lo existente para crear unidades de convivencia de grupos pequeños, apoyados por cuidadores con nombre, con respeto a su privacidad, en habitaciones individuales y espacios compartidos para convivir como en un hogar. Y también esta estrategia incentivará la creación ecosistemas o conjuntos diversos de servicios/prestaciones en la comunidad -proximidad, flexibilidad-, que faciliten la permanencia en el hogar, la continuidad de la vida en espacio públicos, con cuidados y apoyos profesionales los 7 días de la semana.

Pero para poder elegir donde vivir con cuidados, tienen que existir alternativas y para ello hay que innovar, crear servicios personalizados, servicios en la comunidad… profesionales, especializados y sostenibles, basados en evidencia científica que haya demostrado su viabilidad, su calidad y su satisfacción, porque son personas con derechos y dignidad las que los precisan y ellas tienen que manifestar su bienestar con el cuidado que reciben.

Pero ¡atención! tenemos otro reto que resolver. Las revoluciones de la longevidad, la tecnológica y la feminista, por los cambios de roles profesionales, dan como resultado la falta profesionales, -hombres y mujeres, formados y no formados- para avanzar en los cuidados especializados de calidad y está siendo una realidad en el medio rural más despoblado. La Estrategia Europea de Cuidados, estima que en 2050 se necesitaran sumar 1,6 millones de trabajadores para mantener la misma cobertura.

Se innova cada día en el desarrollo de productos tecnológicos para apoyar al binomio dependiente-cuidador/a, pero será imprescindible valorizar el trabajo del cuidado, social y económicamente, si no queremos ser atendidos solo por robots, en ese lugar donde uno siente que yo, soy yo.