04 Abr Los cuidados: el ejército de mujeres que sostiene tu vida
Estas mujeres cuidan, alargan la vida como el mejor oncólogo, neurocirujano, o cardiólogo juntos. Pero no ganan premios por ello, ni ocupan la portada de los medios. Por muchos milagros diarios que consigan, su trabajo es invisible.
AGNESE MARRA – MADRID
No hablan de caminar sino del «ritmo de la marcha». Te pueden enumerar tres o cuatro tipos de memoria. Recitan complicados nombres de medicaciones como quien reza un padre nuestro. Son como físicas anticipando cuándo llegará el terremoto. Cada síntoma nuevo puede ser el definitivo, el que arrase con todo. Suelen tener lumbalgia. Contractura en las cervicales. Crisis de ansiedad, en ocasiones. Y estrés: «Ese estrés que te acompaña toda la vida», nos dice una de ellas.
Son cuidadoras. El 90% mujeres, según el informe La corresponsabilidad en las tareas de cuidados, una cuestión sin resolver, del sindicato UGT presentado el pasado año. No solo cuidan sino que hacen de columna vertebral. De corazón que bombea con fuerza para que el oxígeno llegue a todo el cuerpo. El par de piernas que equilibra. El par de brazos que guía. Las manos mágicas que alivian el dolor físico. Y también el otro.
Estas mujeres cuidan, alargan la vida como el mejor oncólogo, neurocirujano, o cardiólogo juntos. Pero no ganan premios por ello, ni ocupan la portada de los medios, ni las felicitan, pocos les dan las gracias. Por muchos milagros diarios que consigan, su trabajo es invisible. Y lo que no se ve no tiene derechos. O para ser rigurosos, algunos tienen: los mínimos. Migajas de la migaja.
La invisibilidad de su labor hace que los números también sean borrosos. Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al menos 3,8 millones de personas tendrían un empleo remunerado en este sector -que incluye actividades en salud, trabajo social, educación y labores domésticas- lo que representa un quinto del empleo total de España y un tercio del femenino. De esta cifra al menos 400.000 estarían afiliadas a la Seguridad Social a través del Sistema Especial de Empleados del Hogar, y el 95,5% sería mujeres, dicen desde el ministerio de Trabajo. Estas últimas serían las que mejores condiciones tendrían por tener un empleo formal, con su contrato, su cotización a la seguridad social (muchas veces sale de sus bolsillos y no del de sus empleadores), sus vacaciones pagadas. Pero sin derecho a la prestación por desempleo, y su futura pensión entra dentro de un sistema especial que no cubre un régimen integral de la cotización en la vida laboral.
Luego están las que cuidan como empleo informal. Aquí las cifras son borrosas, decíamos. Si volvemos a los datos de la OIT, al menos diez millones de personas necesitan de cuidados en España, y según este organismo el 30% del trabajo doméstico en nuestro país formaría parte de la economía sumergida. Hagan la cuenta. No es fácil. Para ellas las condiciones laborales son aún más precarias: jornadas de 24 horas, sueldos muchas veces por debajo del salario mínimo, una situación de desarraigo (muchas están internas y alejadas de sus países), y sin derechos. «La mayoría somos inmigrantes, que venimos aquí para tener una vida mejor y el trabajo que nos toca es éste. Cuidamos para que el resto pueda trabajar».
«Dejamos de cuidar a los nuestros para cuidar a otros y eso a veces pesa mucho, genera conflictos. Por eso tenemos que politizar los cuidados, cuestionar un sistema de patriarcado que los delega en las mujeres. Cuestionar un estado que no ayuda, que nos deja solas», dice Rafaela Pimentel, presidenta de Territorio Doméstico, un colectivo feminista y mestizo de mujeres, la mayorías empleadas del hogar, que reivindican la visibilización y la reorganización social de los cuidados. Las otras mujeres de las que hablamos son las que tienen un trabajo fuera de casa, del que salen rápido para continuar la jornada en su hogar o en el de sus padres. Es el caso de Pili, que no es su verdadero nombre, y que prefiere no darlo porque no quiere que se cuente su situación como la de alguien particular: «Esto que me pasa a mí le puede suceder a cualquiera. Todos podemos vernos en esa situación».
La misma frase la repite Mariví. Ella ya no trabaja fuera de casa, se queda dentro ocupándose de su padre y de su madre. Trabajó durante 17 años hasta que una enfermedad neurodegenerativa no se lo permitió más. Pero para este otro trabajo su discapacidad no tiene efecto. Al menos, eso intenta ella, que con una enfermedad que mantiene sus músculos en tensión permanente -duerme enganchada a una máquina que le ayuda a relajarlos- se levanta a las 4.45 de la mañana todos los días para hacer sus ejercicios y ponerse a punto para cuidar. A las 7.00 levanta a su padre, le pincha la insulina, le da el resto de medicaciones, mientras la madre les prepara el desayuno.
-¿Y quién te cuida a ti Mariví?
-(Se ríe)… Mi madre me ayuda todo lo que puede, entre las dos salimos adelante.
Ellas también reciben la ayuda de la Cruz Roja con un voluntario que acompaña al padre durante cuatro horas por semana. Son 240 minutos que «pasan volando entre salir a dar un paseo y poder hablar con su madre, mirándose a los ojos, sin estar pendiente de nadie más».
Pili cuida de su madre prácticamente todo el tiempo que le queda libre: «Si pienso en horas por semana, te puedo decir que trabajo jornada completa cinco días a la semana». Se refiere al tiempo extra, que se suma al de su jornada laboral remunerada como administrativa. Pili sale a las seis de la tarde del trabajo y va directa a casa de su madre. Allí comienza la otra jornada en la que se dedica a bañarla, dejarle las pastillas puestas y ordenadas para que no se olvide, la comida hecha y lista para ponerla en el microondas. «Todavía puede vivir sola, pero ya ni sale a la calle, se olvida de cosas, no quiere bañarse, tengo que estar pendiente de todo». Muchos días duerme con ella, pero el fin de semana intenta que sea sagrado para ella y su pareja: «Mi chico es una anomalía porque me ayuda, me entiende, y él también ahora cuida de su madre con Alzheimer. Es lo que nos ha tocado e intentamos ponerle ganas y humor».
Pili se guarda alguna tarde a la semana para ella y el sábado o domingo completo. Dice que ya ha aprendido a desconectar, al menos todo lo que se puede cuando una es una cuidadora principal: «Nunca en la vida dejo que mi móvil se quede sin batería, siempre estoy alerta de una llamada que pueda ser fatal. Cuando estoy de cañas con mis amigos y de vez en cuando me pongo a mirar el teléfono, les pido que me perdonen porque mi madre se puede morir en cualquier momento», y ríe, ríe mucho cuando nos lo cuenta. El humor es junto a su «consejo de sabias» -sus amigas- lo que la mantiene en pie, alegre, con ganas. Es lo que la distrae de esos siete años que lleva con doble jornada y cuidados completos. Primero se encargó de su padre que murió de Alzheimer. Ahora es su madre, que con 86 años, los olvidos ya han empezado a morderla.
«Innato a las mujeres»
«La orientación hacia los cuidados es aparentemente innata. Los cuidados remiten a las pequeñas y grandes atenciones que las mujeres llevan a cabo para el bienestar de los miembros del hogar. Pero responden a un imperativo social cuyo objetivo, la reproducción y la sostenibilidad de la vida humana, favorece la naturalización y la ocultación de esa actividad y de quien la lleva a cabo. Todo un conjunto de imágenes que configuran los cuidados como un territorio eminentemente femenino, como una actividad que se mueve entre el placer y la obligación moral, entre la necesidad social y la responsabilidad individual y colectiva. Conformando algunos de los lugares comunes en torno a los cuidados». La que escribe es la socióloga Pilar Carrasquer en su su ensayo El redescubrimiento del trabajo de cuidados: algunas reflexiones desde la sociología.
Si le preguntamos a Pili, nos dice: «Soy hija única y mi madre es la familia que tengo no puedo hacer otra cosa. Entre el mandato de género y la hiper responsabilidad de la hija única solo puedo cuidarla y con el mayor cariño».
Mariví tiene cinco hermanos. Todos hombres. Nos dice: «Ya sabes, es lo que me toca por ser la chica. Ellos vienen algún fin de semana a visitar a mi padre y juegan con él a las cartas. Últimamente he conseguido que se encarguen cuando tienen que hacerle la prueba del azúcar, eso ha sido un gran paso». Y sin que le preguntemos pone nota a sus hermanos: «De 0 a 10, les doy un 4,5».
Si atendemos a los datos del eurobarómetro de 2017 nos dicen que el 44% de los europeos cree que el papel principal de la mujer es ocuparse del hogar y la familia y el 43% afirma que el rol del hombre es ganar dinero.
Rafaela Pimentel responde así: «No es un mandato femenino, sino una construcción social del sistema patriarcal en el que vivimos, por eso nos rebelamos, porque no es algo natural de las mujeres, es lo que nos han dejado».
En España hay 8,6 millones de personas mayores de 65 años, y según datos del INE, en 2066 serán más de 14 millones, es decir, el 34,6% de la población del país. La población envejece y cada vez vive más años, y en este país tiene una de las esperanzas de vida más altas de Europa.
Pili también nos dice: «Creo que lo más importante de todo esto es tener en cuenta que los cuidados van a ser el gran problema que tendrá que enfrentar la sociedad en los próximos años. Claro que no es algo que pertenezca a las mujeres, creo que tiene que ver con la construcción de la identidad, nosotras tenemos una identidad relacional que se construye a través de la relación con los otros. La identidad masculina es muy individual», nos cuenta esta mujer de 51 años que cita entre mucha bibliografía a Almudena Hernando y su libro «La fantasía de la individualidad», y que entre su «consejo de sabias» y sus amigos el tema de los cuidados siempre está en constante debate: «Es muy importante hablarlo, ponerlo sobre la mesa, cuestionarlo, por suerte cada vez se está haciendo más, pero queda mucho por delante».
Según el informe Care work and care jobs for the future of work (Trabajo y empleo en el sector de la prestación de cuidados para el futuro del trabajo ), 2.100 millones de personas necesitaban cuidados en 2015, incluidos 1.900 millones de niños menores de 15 años y 200 millones de ancianos. Para 2030, este número debería llegar a 2.300 millones al sumarse otros 200 millones de ancianos y de niños. Laura Adatti, una de las autoras del informe lanza esta advertencia: «La prevalencia mundial de familias nucleares y hogares monoparentales, así como el crecimiento del empleo de las mujeres en ciertos países, incrementan la demanda de cuidadores. Si no se abordan de manera adecuada los déficits actuales en la prestación de cuidados y en su calidad, se generará una crisis del cuidado global insostenible y aumentarán aún más las desigualdades de género en el mundo del trabajo».
Este año al igual que el pasado la huelga feminista del 8M pone la cuestión de los cuidados como una de las banderas. El mapa con los puntos de cuidado en el que los hombres se encargan de las diversas tareas que suelen tocar a las mujeres es apenas una de las actividades para poner luz sobre el problema.
Sigue Pilar Carrasquer: «Las mujeres no nacemos enseñadas para cuidar. La prueba está que no todas las culturas cuidan de la misma manera. Es algo socialmente construido. Esto hay que tenerlo clarísimo y a partir de aquí, hay que hacer tareas de sensibilización y poner medios para que no sean las mujeres siempre las protagonistas. Hace falta cambiar mentalidades, disponer de recursos».
210 años para acabar con la brecha de género
La Ley de Dependencia de 2006 en la que se esperaba que el Estado protegiera el derecho de todo ciudadano a ser cuidado, ocupándose de las necesidades básicas de las personas no autónomas sobre todo ha sufrido recortes. En 2018 murieron 80 personas al día sin recibir la ayuda que necesitaban, un total de 30.000 dependientes, denunciaba un informe que presentó el pasado mes el Observatorio de la Dependencia elaborado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales: «La financiación actual mantiene los recortes de 2012 y el escenario que se abre es de alta incertidumbre y peligro de un nuevo frenazo al sistema», denuncia el documento.
Sin ayudas muchas mujeres optan por dejar sus empleos para cuidar a sus familiares. De las excedencias tomadas en 2018 para atender a algún familiar, el 90,5% fueron pedidas por una mujer, según datos del ministerio de Trabajo.
La OIT advierte que a este ritmo se necesitarían 210 años para cerrar la brecha de género en el sector de cuidados. El informe Care work and care jobs for the future of work también destaca que a nivel mundial las mujeres son quienes realizan el 76,2% del trabajo no remunerado de cuidados, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres.
El estudio señala que durante los nueve primeros meses del año se emplearon 130 millones de horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado, lo que equivale a 16 millones de personas trabajando ocho horas al día. Si estas 130 millones de horas se pagaran al salario mínimo equivaldrían al 14,9% del PIB nacional.
Si atendemos a la última investigación que Intermon Oxfam presentó en el Foro de Davos, un total de 10 billones de dólares anuales corresponderían a trabajos de cuidados no remunerados producidos por mujeres, que sostienen la economía real. «Las mujeres son las grandes perdedoras de la economía global, a menudo atrapadas en los peores trabajos, a menudo porque son las responsables de cuidados vitales pero no remunerados en sus familias y comunidades», explicaba texto. «Los que más ganan y las personas más ricas –muchas veces las mismas personas– son principalmente hombres».
Pili ha dejado todo organizado para poder hacer huelga este viernes. La comida lista, el baño dado el jueves, las pastillas en su sitio. «Eso sí, estaré pendiente porque si sucede cualquier cosa salgo pitando a casa de mi madre».
Mariví no tiene cuerpo de ir a la manifestación, sus problemas físicos no se lo permiten. Se quedará en casa cuidando.
Rafaela nos dice que para las empleadas y cuidadoras del hogar es muy difícil hacer huelga. El miedo a ser despedida, el cómo vas a dejar a alguien sin cuidar. Pero desde su colectivo han participado en varias asambleas, y nos recuerda que el delantal con el círculo de las empleadas del hogar las representará. Esta dominicana que lleva 23 años en España y toda una vida en las luchas sociales nos dice: «Somos como hormiguitas que estamos moviendo el mundo. Sostenemos la vida de la sociedad, sostenemos vuestras vidas, que se diga bien alto».
www.publico.es/sociedad/cuidados-ejercito-mujeres-sostiene-vida.html